1947. Retirado en una pequeña granja del condado de Sussex, al sur de Inglaterra, el famoso detective Sherlock Holmes (Ian McKellen), cumplidos ya los noventa y tres años, lucha contra su alarmante falta de memoria tratando de recordar el último de sus casos. Su única compañía la constituyen sus abejas, su ama de llaves (Laura Linney) y el hijo de ésta (Milo Parker).
Casi dos décadas después de la excelente Dioses y monstruos (Gods and Monsters, 1998), el realizador Bill Condon y el actor Ian McKellen vuelven a colaborar en Mr. Holmes, adaptación de la novela A Slight Trick of the Mind, del estadounidense Mitch Cullin, que retoma al mítico personaje literario creado por Conan Doyle ya en su etapa de ancianidad. El resultado es, a mi entender, bastante satisfactorio, suponiendo un entrañable filme al que bien podría definirse como el “hermano amable” de la citada Gods and Monsters: mucho más grave y patética en su retrato sobre la vejez que la obra que ahora nos ocupa.
Mr. Holmes comparte con Dioses y monstruos, además de director y actor principal, temática (la vejez, el deterioro físico y mental, la memoria, el paso del tiempo, la soledad) y prácticamente personajes: el detective Sherlock Holmes en lugar del cineasta James Whale, dos personalidades notorias venidas a menos que se encuentran en el último tramo de sus respectivas existencias; la señora Munro en lugar de Hanna, ambas amas de llaves; y el niño Roger en lugar de Clayton Boone, que, aunque adulto, en realidad no dejaba de ser también otro niño atrapado en el cuerpo de un jardinero fortachón. Redundando en el paralelismo entre las dos películas (demasiado evidente como para obviarlo), tanto en una como en la otra los personajes de Clayton/Roger sirven para que los de Whale/Holmes recuperen emociones y sentimientos que creían perdidos y tomen verdadera conciencia de sí mismos para actuar en consecuencia.
Hay en la narración de Mr. Holmes tres líneas temporales. Una principal, en tiempo presente, donde el viejo detective, aquejado de lo que parece ser principio de alzheimer, trata de reconstruir, con la inestimable ayuda del pequeño Roger, las piezas del puzzle de su último caso, acaecido treinta años atrás, y que supone la segunda de las líneas temporales mencionadas. La tercera, completamente prescindible en mi opinión, se sitúa sólo unas semanas atrás con respecto a la principal, y en ella se muestra el viaje de Holmes a Japón para obtener una exótica planta con supuestas propiedades medicinales.
La cinta, de muy agradable visionado, se beneficia de una bonita fotografía, una creíble reconstrucción de época y (lo mejor) una extraordinaria interpretación de Sir Ian Mckellen. Su sola presencia en pantalla ya justifica que dediquemos parte de nuestro tiempo a este delicioso filme.