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Javier Úbeda Ibáñez

Perdidos en la red

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En estos últimos años, con la implantación de las Nuevas Tecnologías la incorporación de Internet a los hogares mantiene un ritmo respetable.

Es bastante comprensible que la decisión de conectarse a Internet en casa suscite el desconcierto de muchos padres: por una parte temen dejar a sus hijos al margen del progreso y desprovistos de una herramienta que puede ser fundamental en su preparación para el mundo en el que les tocará crecer, aprender y trabajar, pero por otra están alarmados ante las múltiples amenazas para la formación de sus hijos e, incluso, para su seguridad, de las que tienen noticias y cuyo alcance muchas veces no terminan de comprender.

Y esto último –la falta de conocimientos- es lo peor. Quizás no haya precedente histórico de un mayor “abismo tecnológico generacional”. Con demasiada frecuencia, un ordenador conectado a la Red en el hogar es un instrumento frente al que los padres se sienten tan ignorantes e incapaces como sus hijos –desde edades asombrosamente tempranas- diestros y en su medio natural.

LAS LUCES
Internet constituye, sin duda, la herramienta de comunicación, información e intercambio más poderosa de los últimos siglos. Es frecuente comparar su aparición y su influjo transformador de la sociedad con la aparición de la imprenta.

Internet puede ser una gran herramienta de aprendizaje y educación: pone al alcance de los chicos una cantidad de datos hasta ahora impensable y con una enorme facilidad. Lo que antes exigía un elaborado y prolongado proceso investigador hoy se puede obtener en pocos segundos. Millones de páginas web con la información más variada y actualizadas prácticamente al día están a nuestra disposición constantemente, y sólo exigen unas destrezas relativamente elementales en el manejo de otras páginas –llamadas buscadores- para poner la información deseada en nuestra pantalla.

Un estudiante de enseñanza media, por ejemplo, dispone con enorme facilidad de ingentes cantidades de información sobre cualquiera de las materias de sus estudios en forma de texto, imágenes fijas o vídeo, sonidos, etc. No tendría ninguna dificultad para acceder en segundos al esquema de una batalla, los datos económicos o demográficos de cualquier país, el discurso de un personaje histórico, la visita virtual a un museo o la explicación, con todo lujo de detalles, de un experimento científico. Además podrá comunicarse, de forma rápida y muy económica, con sus compañeros, otros estudiantes interesados en la misma materia en cualquier lugar del mundo, o con su mismo profesor para consultarle alguna duda, mediante el correo electrónico o, incluso, en tiempo real mediante cualquier programa de mensajería instantánea.

LAS SOMBRAS
Pero los motivos de preocupación no son infundados. Internet pone realmente el mundo a nuestro alcance con todo lo bueno y todo lo malo, y facilita el acceso a todo tipo de contenidos incluso, a veces, sin nuestra voluntad expresa. La información disponible es tan enorme como indiscriminada y puede ser difícil distinguir lo realmente valioso de lo insignificante o, incluso, fraudulento y perjudicial.

Sin unos hábitos adecuados la propia disponibilidad sobreabundante de datos pueden contribuir a la superficialidad y a la confusión, dañando los hábitos reflexivos y de interiorización sin los cuales no se produce verdadero conocimiento y el aprendizaje es ficticio. Además, el uso de Internet como herramienta de trabajo es muy reducido entre los más jóvenes, para los que se trata fundamentalmente de un instrumento de ocio que utilizan para “bajar” música, “chatear” (conversar en directo) con amigos o con desconocidos o visitar páginas web de los temas más variados, insustanciales cuando no claramente perjudiciales e incluso peligrosos para su misma seguridad física.

La legislación progresa con cierto retraso sobre el avance tecnológico, por lo que Internet es un área de relativa impunidad donde la ciencia y el ocio caminan de la mano con el delito.

Si a esto se le une la ignorancia paterna, el resultado es que cuando un niño o adolescente se conecta a Internet entra en un reino donde los adultos que le deberían orientar están ausentes y donde, en el menos malo de los casos, el ambiente y el lenguaje se parece demasiado al de los lugares de ocio juvenil en los que la presencia de adultos no es la posibilidad que se tenga en cuenta.

Por todo ello, el acceso a Internet en el hogar puede ir en detrimento de la vida familiar e incluso traer consigo para los hijos problemas de aislamiento real (compatible con una intensa y anónima vida social en la Red) junto a fenómenos de dependencia y “enganche” de lo más variados.

Quizás lo que más preocupa a los padres de familia sean los contenidos inadecuados o intrínsecamente perversos. Se trata de un problema real. Con enorme facilidad cualquiera puede acceder a webs de contenido pornográfico (que constituyen un significativo porcentaje de las disponibles) incluso juvenil e infantil. Contenidos de ese tipo incluso “se cuelan” involuntariamente en los Portales o en páginas añadidas a otras de contenido inocente. Junto a esto hallamos también todo tipo de organizaciones violentas, las sectas más exóticas, instrucciones para fabricar explosivos caseros, información sobre el cultivo, producción y consumo de todo tipo de drogas, etc.

En Internet también se puede contactar con personas y de hecho es una de las actividades preferidas de los jóvenes. Pero sin la debida prudencia cualquiera se puede hacer con los datos personales de los chicos y chicas para intentar un encuentro personal. En los chat rooms no es infrecuente la presencia de adultos de dos categorías: degenerados en busca de menores y policías en busca de los primeros. La educación básica del niño/adolescente internauta debe incluir la negativa a facilitar los propios datos personales a cualquier desconocido.

LOS RETOS
Y entonces, ¿a qué carta quedarse después del panorama descrito? Pensamos que Internet es como el mundo; es, de hecho, una ventana al mundo, y, por tanto, ni mejor ni peor que el resto de los medios de comunicación. Por eso no merece un juicio más severo ni un trato más negativo que la televisión o los periódicos.

Es decir, si ante los problemas y peligros que genera la televisión nuestra decisión es prescindir de ella en casa, lo coherente sería hacer lo mismo con Internet. Pero si, en vez de eso, nos decidimos por educar a nuestros hijos para hacer un uso responsable y ponemos los medios para evitar los peligros que la TV trae consigo, deberíamos utilizar el mismo planteamiento ante la conexión a Internet en el hogar. Por eso la única solución (que es a la vez una fantástica oportunidad educativa) es hacer de Internet una herramienta familiar.

Resulta, pues, del todo improcedente –más bien una imprudencia grave- instalar la conexión a Internet en un lugar de uso privado para los hijos o de difícil control –de horario y de contenidos- por parte de los padres. No se trata de un simple consejo moralizante, sino de una recomendación compartida por las Fuerzas de Seguridad especializadas en delitos informáticos de muchos países. El ordenador conectado debería estar en la sala de estar, en un recodo suficiente amplio de un pasillo o en cualquier otro lugar de uso común y, a ser posible, con la pantalla visible para los que pasan.

El control de contenidos es también necesario. Aunque se están ensayando otras posibilidades, la única solución viable y relativamente eficaz (cada vez más eficaz) la constituye la instalación de un Filtro de Contenidos: programas comercializados (se compran en la misma Red) que, una vez instalados en nuestro ordenador, impiden la visualización de determinados contenidos y/o el acceso a determinadas herramientas (impiden entrar en chats o en algunos de ellos, “bajar” programas de Internet, etc.), restringen la conexión a Internet a un determinado horario e, incluso, limitan los datos propios que se pueden enviar desde nuestro ordenador (para evitar que un niño pueda mandar a alguien no deseado su teléfono, su dirección, etc.). Naturalmente, es el usuario (los padres) el que establece estas condiciones concretas en cada caso y las puede modificar mediante un Menú protegido con clave.

El uso de Filtro se hace imprescindible si se quiere que Internet no genere muchos más inconvenientes que las enormes ventajas que pueda aportar. No dan una seguridad absoluta pues todos se mueven en unos determinados porcentajes de eficacia (cada vez más altos) y por eso no sustituyen el control y la labor educativa de los padres, pero dan el mínimo de seguridad para que nuestra conexión a Internet no se convierta en una bomba de relojería para la educación y seguridad de los más jóvenes. En nuestro país se comercializa Optenet, con una calidad muy aceptable (www.optenet.com/es/index.asp).

De todas formas el mayor reto que se plantea a los padres de familia es, sin duda, la necesidad de aprender –aunque ello suponga un esfuerzo nada despreciable- al menos los rudimentos de manejo del ordenador y de Internet. Para ello deben contar primeramente con sus propios hijos, que pueden ser unos magníficos profesores y suelen sentirse muy orgullosos de representar ese papel en el que parece que se invierte la dirección habitual de la educación.

Enseñar a papá y a mamá aquello en lo que los chicos son diestros y los mayores tienden a ser un poco más torpes puede convertirse en un precioso instrumento para hacer familia. Es una ocasión estupenda para transmitir criterios y virtudes (sobriedad, responsabilidad, explicarles la importancia de la cooperación al mal, etc.), permite también a los padres obtener provecho de las múltiples oportunidades que la Red ofrece. Pedirle a nuestro hijo que nos ayude a buscar un horario de aviones o trenes, unas recetas de cocina, información sobre cualquier cuestión supone un buen refuerzo de su autoestima y un favorecer la convivencia.

Sería muy conveniente que cualquier padre que tenga un ordenador en casa supiese manejar el explorador del sistema operativo, que le permite visualizar rápidamente los archivos almacenados, o acceder al caché del navegador, en el que se almacenan los archivos más recientes bajados de Internet, o el historial, donde se guardan las direcciones de las últimas visitas. Si aquí se encontrasen cosas indeseables (o si se detecta que es limpiado después de su uso) se pueden localizar los problemas antes de que se conviertan en hábitos.

Esta necesidad de aprendizaje se ve cada vez más apoyada por las instituciones educativas y por organismos oficiales. Puede consultarse, por ejemplo, la página Chavales (http://chaval.red.es/) donde los padres pueden encontrar consejos, ideas, asesoramiento e información sobre las diversas herramientas de las que hemos hablado y su funcionamiento.

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Javier Úbeda Ibáñez es escritor.

Perdidos en la red

Javier Úbeda Ibáñez
Javier Úbeda
lunes, 15 de septiembre de 2008, 03:21 h (CET)
En estos últimos años, con la implantación de las Nuevas Tecnologías la incorporación de Internet a los hogares mantiene un ritmo respetable.

Es bastante comprensible que la decisión de conectarse a Internet en casa suscite el desconcierto de muchos padres: por una parte temen dejar a sus hijos al margen del progreso y desprovistos de una herramienta que puede ser fundamental en su preparación para el mundo en el que les tocará crecer, aprender y trabajar, pero por otra están alarmados ante las múltiples amenazas para la formación de sus hijos e, incluso, para su seguridad, de las que tienen noticias y cuyo alcance muchas veces no terminan de comprender.

Y esto último –la falta de conocimientos- es lo peor. Quizás no haya precedente histórico de un mayor “abismo tecnológico generacional”. Con demasiada frecuencia, un ordenador conectado a la Red en el hogar es un instrumento frente al que los padres se sienten tan ignorantes e incapaces como sus hijos –desde edades asombrosamente tempranas- diestros y en su medio natural.

LAS LUCES
Internet constituye, sin duda, la herramienta de comunicación, información e intercambio más poderosa de los últimos siglos. Es frecuente comparar su aparición y su influjo transformador de la sociedad con la aparición de la imprenta.

Internet puede ser una gran herramienta de aprendizaje y educación: pone al alcance de los chicos una cantidad de datos hasta ahora impensable y con una enorme facilidad. Lo que antes exigía un elaborado y prolongado proceso investigador hoy se puede obtener en pocos segundos. Millones de páginas web con la información más variada y actualizadas prácticamente al día están a nuestra disposición constantemente, y sólo exigen unas destrezas relativamente elementales en el manejo de otras páginas –llamadas buscadores- para poner la información deseada en nuestra pantalla.

Un estudiante de enseñanza media, por ejemplo, dispone con enorme facilidad de ingentes cantidades de información sobre cualquiera de las materias de sus estudios en forma de texto, imágenes fijas o vídeo, sonidos, etc. No tendría ninguna dificultad para acceder en segundos al esquema de una batalla, los datos económicos o demográficos de cualquier país, el discurso de un personaje histórico, la visita virtual a un museo o la explicación, con todo lujo de detalles, de un experimento científico. Además podrá comunicarse, de forma rápida y muy económica, con sus compañeros, otros estudiantes interesados en la misma materia en cualquier lugar del mundo, o con su mismo profesor para consultarle alguna duda, mediante el correo electrónico o, incluso, en tiempo real mediante cualquier programa de mensajería instantánea.

LAS SOMBRAS
Pero los motivos de preocupación no son infundados. Internet pone realmente el mundo a nuestro alcance con todo lo bueno y todo lo malo, y facilita el acceso a todo tipo de contenidos incluso, a veces, sin nuestra voluntad expresa. La información disponible es tan enorme como indiscriminada y puede ser difícil distinguir lo realmente valioso de lo insignificante o, incluso, fraudulento y perjudicial.

Sin unos hábitos adecuados la propia disponibilidad sobreabundante de datos pueden contribuir a la superficialidad y a la confusión, dañando los hábitos reflexivos y de interiorización sin los cuales no se produce verdadero conocimiento y el aprendizaje es ficticio. Además, el uso de Internet como herramienta de trabajo es muy reducido entre los más jóvenes, para los que se trata fundamentalmente de un instrumento de ocio que utilizan para “bajar” música, “chatear” (conversar en directo) con amigos o con desconocidos o visitar páginas web de los temas más variados, insustanciales cuando no claramente perjudiciales e incluso peligrosos para su misma seguridad física.

La legislación progresa con cierto retraso sobre el avance tecnológico, por lo que Internet es un área de relativa impunidad donde la ciencia y el ocio caminan de la mano con el delito.

Si a esto se le une la ignorancia paterna, el resultado es que cuando un niño o adolescente se conecta a Internet entra en un reino donde los adultos que le deberían orientar están ausentes y donde, en el menos malo de los casos, el ambiente y el lenguaje se parece demasiado al de los lugares de ocio juvenil en los que la presencia de adultos no es la posibilidad que se tenga en cuenta.

Por todo ello, el acceso a Internet en el hogar puede ir en detrimento de la vida familiar e incluso traer consigo para los hijos problemas de aislamiento real (compatible con una intensa y anónima vida social en la Red) junto a fenómenos de dependencia y “enganche” de lo más variados.

Quizás lo que más preocupa a los padres de familia sean los contenidos inadecuados o intrínsecamente perversos. Se trata de un problema real. Con enorme facilidad cualquiera puede acceder a webs de contenido pornográfico (que constituyen un significativo porcentaje de las disponibles) incluso juvenil e infantil. Contenidos de ese tipo incluso “se cuelan” involuntariamente en los Portales o en páginas añadidas a otras de contenido inocente. Junto a esto hallamos también todo tipo de organizaciones violentas, las sectas más exóticas, instrucciones para fabricar explosivos caseros, información sobre el cultivo, producción y consumo de todo tipo de drogas, etc.

En Internet también se puede contactar con personas y de hecho es una de las actividades preferidas de los jóvenes. Pero sin la debida prudencia cualquiera se puede hacer con los datos personales de los chicos y chicas para intentar un encuentro personal. En los chat rooms no es infrecuente la presencia de adultos de dos categorías: degenerados en busca de menores y policías en busca de los primeros. La educación básica del niño/adolescente internauta debe incluir la negativa a facilitar los propios datos personales a cualquier desconocido.

LOS RETOS
Y entonces, ¿a qué carta quedarse después del panorama descrito? Pensamos que Internet es como el mundo; es, de hecho, una ventana al mundo, y, por tanto, ni mejor ni peor que el resto de los medios de comunicación. Por eso no merece un juicio más severo ni un trato más negativo que la televisión o los periódicos.

Es decir, si ante los problemas y peligros que genera la televisión nuestra decisión es prescindir de ella en casa, lo coherente sería hacer lo mismo con Internet. Pero si, en vez de eso, nos decidimos por educar a nuestros hijos para hacer un uso responsable y ponemos los medios para evitar los peligros que la TV trae consigo, deberíamos utilizar el mismo planteamiento ante la conexión a Internet en el hogar. Por eso la única solución (que es a la vez una fantástica oportunidad educativa) es hacer de Internet una herramienta familiar.

Resulta, pues, del todo improcedente –más bien una imprudencia grave- instalar la conexión a Internet en un lugar de uso privado para los hijos o de difícil control –de horario y de contenidos- por parte de los padres. No se trata de un simple consejo moralizante, sino de una recomendación compartida por las Fuerzas de Seguridad especializadas en delitos informáticos de muchos países. El ordenador conectado debería estar en la sala de estar, en un recodo suficiente amplio de un pasillo o en cualquier otro lugar de uso común y, a ser posible, con la pantalla visible para los que pasan.

El control de contenidos es también necesario. Aunque se están ensayando otras posibilidades, la única solución viable y relativamente eficaz (cada vez más eficaz) la constituye la instalación de un Filtro de Contenidos: programas comercializados (se compran en la misma Red) que, una vez instalados en nuestro ordenador, impiden la visualización de determinados contenidos y/o el acceso a determinadas herramientas (impiden entrar en chats o en algunos de ellos, “bajar” programas de Internet, etc.), restringen la conexión a Internet a un determinado horario e, incluso, limitan los datos propios que se pueden enviar desde nuestro ordenador (para evitar que un niño pueda mandar a alguien no deseado su teléfono, su dirección, etc.). Naturalmente, es el usuario (los padres) el que establece estas condiciones concretas en cada caso y las puede modificar mediante un Menú protegido con clave.

El uso de Filtro se hace imprescindible si se quiere que Internet no genere muchos más inconvenientes que las enormes ventajas que pueda aportar. No dan una seguridad absoluta pues todos se mueven en unos determinados porcentajes de eficacia (cada vez más altos) y por eso no sustituyen el control y la labor educativa de los padres, pero dan el mínimo de seguridad para que nuestra conexión a Internet no se convierta en una bomba de relojería para la educación y seguridad de los más jóvenes. En nuestro país se comercializa Optenet, con una calidad muy aceptable (www.optenet.com/es/index.asp).

De todas formas el mayor reto que se plantea a los padres de familia es, sin duda, la necesidad de aprender –aunque ello suponga un esfuerzo nada despreciable- al menos los rudimentos de manejo del ordenador y de Internet. Para ello deben contar primeramente con sus propios hijos, que pueden ser unos magníficos profesores y suelen sentirse muy orgullosos de representar ese papel en el que parece que se invierte la dirección habitual de la educación.

Enseñar a papá y a mamá aquello en lo que los chicos son diestros y los mayores tienden a ser un poco más torpes puede convertirse en un precioso instrumento para hacer familia. Es una ocasión estupenda para transmitir criterios y virtudes (sobriedad, responsabilidad, explicarles la importancia de la cooperación al mal, etc.), permite también a los padres obtener provecho de las múltiples oportunidades que la Red ofrece. Pedirle a nuestro hijo que nos ayude a buscar un horario de aviones o trenes, unas recetas de cocina, información sobre cualquier cuestión supone un buen refuerzo de su autoestima y un favorecer la convivencia.

Sería muy conveniente que cualquier padre que tenga un ordenador en casa supiese manejar el explorador del sistema operativo, que le permite visualizar rápidamente los archivos almacenados, o acceder al caché del navegador, en el que se almacenan los archivos más recientes bajados de Internet, o el historial, donde se guardan las direcciones de las últimas visitas. Si aquí se encontrasen cosas indeseables (o si se detecta que es limpiado después de su uso) se pueden localizar los problemas antes de que se conviertan en hábitos.

Esta necesidad de aprendizaje se ve cada vez más apoyada por las instituciones educativas y por organismos oficiales. Puede consultarse, por ejemplo, la página Chavales (http://chaval.red.es/) donde los padres pueden encontrar consejos, ideas, asesoramiento e información sobre las diversas herramientas de las que hemos hablado y su funcionamiento.

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Javier Úbeda Ibáñez es escritor.

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