Querido Efraín: La misericordia divina, para bien de nuestras almas, nos llama a los goces de la felicidad eterna, mediante aquellas palabras del Apóstol: “Estad siempre alegres en el Señor”. Las alegrías efímeras de este mundo conducen a la tristeza eterna, en cambio, las alegrías que son según la voluntad de Dios durarán siempre y conducirán a los goces eternos a quienes en ellas perseveren. Por ello, añade el Apóstol: “Os lo repito, estad alegres”.
Nuestra alegría, según Dios y según el cumplimiento de su mandato, ha de acrecentarse cada día más y más, pues cuanto más nos esforcemos en este mundo por vivir entregados al cumplimiento de las disposiciones divinas, tanto más felices seremos en la otra vida y tanto mayor será nuestra gloria ante Dios.
Que vuestra sensatez la conozca todo el mundo, es decir, que vuestra santidad de vida sea patente no sólo ante Dios, sino también ante los hombres; así seréis ejemplo de modestia y sobriedad para todos los que en la tierra conviven con vosotros y vendréis a ser también como una imagen del bien obrar ante Dios y ante los hombres.
El Señor está cerca. Nada os preocupe. El Señor está siempre cerca de los que le invocan sinceramente, es decir, de los que acuden a él con fe recta, esperanza firme y caridad perfecta; él sabe, en efecto, lo que necesitamos ya antes de que se lo pidáis; él está siempre dispuesto a venir en ayuda de las necesidades de quienes le sirven fielmente. Por ello, no debemos preocuparnos desmesuradamente ante los males que pudieran sobrevenirnos, pues sabemos que Dios, nuestro defensor, no está lejos de nosotros, según aquello que se dice en el salmo: “El Señor está cerca de los atribulados, salva a los abatidos. Aunque el justo sufra muchos males, de todos le libra el Señor”. Si nosotros procuramos observar lo que él nos manda, él no tardará en darnos lo que prometió.
En toda ocasión, en la oración y súplica con acción de gracias, vuestras peticiones sean exhibidas ante Dios, no sea que, afligidos por la tribulación, nuestras peticiones sean hechas -Dios no lo permita- con tristeza o estén mezcladas con murmuraciones; antes, por el contrario, oremos con paciencia y alegría, dando constantemente gracias a Dios por todo.
Os envío los mejores deseos, y con la esperanza de que sigáis todos bien, recibir un cariñoso saludo, CTA.