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Tras la condena, libertad vigilada |
Mario López |
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Mario López
sábado, 30 de agosto de 2008, 01:52 h (CET)
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Se está poniendo de moda solicitar al Gobierno que vigile a los ex presidiarios. Dentro de poco, cada víctima de un delito podrá exigir a los Cuerpos de Seguridad del Estado que pegue un vigilante a la sombra de su ofensor a partir del mismo momento en que éste sea puesto en libertad y por tiempo indefinido.
Bueno, sin entrar en consideraciones sobre el objetivo que en democracia tiene asignada la pena de privación de libertad y el efecto legal que debería llevar aparejado el cumplimiento de una condena, me gustaría que hiciéramos cuentas. En la actualidad, la población reclusa asciende a más de cincuenta mil individuos. Si a cada uno de estos reclusos se le ha de asignar al menos dos vigilantes cuando cumplan sus condenas, nos encontramos que, como mínimo -en una primera tacada- el Estado tendrá que contratar a cien mil profesionales para desempeñar esta función. Hombre, es verdad que esto supone una oferta laboral interesante y que puede servir para paliar en algo el paro, pero no sé yo si no va a ser una carga excesiva para el contribuyente. Y si, además, los ex presidiarios nos salen longevos, en un par de décadas nos encontraremos con que el número de vigilantes se ha multiplicado por diez. Un millón de vigilantes por la calle… No sé yo. Bueno, todo es planteárselo. Ahí está el PP para hacerlo. Claro, que si ven que es mucho lío, lo que acabarán pidiendo es que vuelva la pena de muerte.
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