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Xabier López de Armentia

Más comida, más basura

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El desequilibrio que existe entre el denominado “primer mundo” y el “tercer mundo” es patente y creciente. Los ricos son cada vez más ricos y los pobres lo son cada vez más. A esta lógica absurda a la vez que aplastante, encontramos numerosas frecuencias que nos indican con mayor claridad esta gran diferenciación. La diferencia basada en la riqueza no sólo actúa en tales parámetros sino que está diferenciando de base los modos de vida de las personas en el mundo a raíz de los euros o dólares que tenga cada uno en su bolsillo.

Una consecuencia de este desequilibrio y nula redistribución económica mundial realizada por los poderosos hasta hoy, es el acceso a la comida. Millones de personas malviven y mueren pidiendo a gritos algo que llevarse a la boca, mientras sus lágrimas caen de unos ojos poblados de moscas. La desnutrición es una de las causas de muerte más importantes en todos los países en vías de desarrollo, junto a las grandes enfermedades, como el sida y la malaria.

Frente a este problema encontramos justo lo contrario al otro lado del “mundo”. En el primer mundo se están duplicando los porcentajes de personas que padecen obesidad, siendo un elevado numero de ellas las que padecen obesidad mórbida. ¿Cómo es posible que en un mundo tan pequeño se reproduzcan dos fenómenos tan desiguales y extremos?. En algunos lugares del mundo la distancia de un fenómeno a otro es tan sólo de 500km.

Analizando este fenómeno no podíamos obviar la cantidad de establecimientos que nos bombardean con su “comida rápida”. Seamos claros, comida basura. Lugares donde las calorías y las grasas saturadas son el menú de entrada a un mundo que nos asegura en el futuro contraer un sinfín de calamidades y enfermedades. Estos establecimientos son a precio de pobres, y nunca mejor dicho. Podemos detenernos un momento a admirar los precios y comprobaremos como en muchos de estos sitios es posible comer por un dólar. Claro, el hecho de facilitar el acceso a la comida a las personas que no tienen recursos económicos suficientes es un elemento ennoblecedor, pero ¿qué les estamos ofreciendo? ¿Alimentarse a base de grasas saturadas, fritanga, calorías en cantidades astronómicas, etc...? No sólo no es la solución al problema de la pobreza, sino que lo recrudece.

Mientras los ricos se proveen de duras horas de gimnasio, comidas orgánicas y un sinfín de productos dietéticos, dejan que los pobres engullan como locos todos estos productos, haciendo de ellos, personas que no sólo tienen difícil la subsistencia, sino con total seguridad, un cáncer acabará con ellos con anterioridad.

La última estrategia de estas compañías de “comida rápida” es expandirse por los mercados asiáticos, africanos, en definitiva por donde la pobreza roza niveles que asusta. Parece que su estrategia de mercado es aumentar el número de pobres, porque saben que directamente eso influirá en sus beneficios. A más pobreza, más clientela. Y contra más clientela, peor alimentación, nutrición y menos esperanza de vida van a tener esas personas.

Esta es una consecuencia más que agudiza la diferencia entre ricos y pobres. Una nula esperanza a ver en poder de los pobres los medios de producción y poder subsistir por ellos mismos.

Más comida, más basura

Xabier López de Armentia
Lectores
domingo, 10 de agosto de 2008, 10:09 h (CET)
El desequilibrio que existe entre el denominado “primer mundo” y el “tercer mundo” es patente y creciente. Los ricos son cada vez más ricos y los pobres lo son cada vez más. A esta lógica absurda a la vez que aplastante, encontramos numerosas frecuencias que nos indican con mayor claridad esta gran diferenciación. La diferencia basada en la riqueza no sólo actúa en tales parámetros sino que está diferenciando de base los modos de vida de las personas en el mundo a raíz de los euros o dólares que tenga cada uno en su bolsillo.

Una consecuencia de este desequilibrio y nula redistribución económica mundial realizada por los poderosos hasta hoy, es el acceso a la comida. Millones de personas malviven y mueren pidiendo a gritos algo que llevarse a la boca, mientras sus lágrimas caen de unos ojos poblados de moscas. La desnutrición es una de las causas de muerte más importantes en todos los países en vías de desarrollo, junto a las grandes enfermedades, como el sida y la malaria.

Frente a este problema encontramos justo lo contrario al otro lado del “mundo”. En el primer mundo se están duplicando los porcentajes de personas que padecen obesidad, siendo un elevado numero de ellas las que padecen obesidad mórbida. ¿Cómo es posible que en un mundo tan pequeño se reproduzcan dos fenómenos tan desiguales y extremos?. En algunos lugares del mundo la distancia de un fenómeno a otro es tan sólo de 500km.

Analizando este fenómeno no podíamos obviar la cantidad de establecimientos que nos bombardean con su “comida rápida”. Seamos claros, comida basura. Lugares donde las calorías y las grasas saturadas son el menú de entrada a un mundo que nos asegura en el futuro contraer un sinfín de calamidades y enfermedades. Estos establecimientos son a precio de pobres, y nunca mejor dicho. Podemos detenernos un momento a admirar los precios y comprobaremos como en muchos de estos sitios es posible comer por un dólar. Claro, el hecho de facilitar el acceso a la comida a las personas que no tienen recursos económicos suficientes es un elemento ennoblecedor, pero ¿qué les estamos ofreciendo? ¿Alimentarse a base de grasas saturadas, fritanga, calorías en cantidades astronómicas, etc...? No sólo no es la solución al problema de la pobreza, sino que lo recrudece.

Mientras los ricos se proveen de duras horas de gimnasio, comidas orgánicas y un sinfín de productos dietéticos, dejan que los pobres engullan como locos todos estos productos, haciendo de ellos, personas que no sólo tienen difícil la subsistencia, sino con total seguridad, un cáncer acabará con ellos con anterioridad.

La última estrategia de estas compañías de “comida rápida” es expandirse por los mercados asiáticos, africanos, en definitiva por donde la pobreza roza niveles que asusta. Parece que su estrategia de mercado es aumentar el número de pobres, porque saben que directamente eso influirá en sus beneficios. A más pobreza, más clientela. Y contra más clientela, peor alimentación, nutrición y menos esperanza de vida van a tener esas personas.

Esta es una consecuencia más que agudiza la diferencia entre ricos y pobres. Una nula esperanza a ver en poder de los pobres los medios de producción y poder subsistir por ellos mismos.

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