A un día del comienzo de los Juegos Olímpicos de Pekín, bautizados como los Juegos de la contaminación, todos los aficionados al deporte, entre los que me incluyo orgulloso, nos regocijamos. Tras cuatro largos años de espera, el deporte en estado puro regresa a nuestras vidas para dejarnos tres semanas de compañerismo, de competitividad, de sufrimiento, de sacrificio, y de victoria o derrota, pero sobre todo de participación, porque en el deporte ya saben que es lo que importa, aunque todo sea dicho, nadie compite para perder.
Como les decía, vuelve el deporte en estado puro. Y es que ese es el alma mater de los Juegos, sacar a relucir los valores intrínsecos del deporte, que ayudan a educar a una sociedad en horas bajas en algunos aspectos. Pero mejor no entrar en temas pantanosos, y volver a la alegría que los Juegos Olímpicos nos traen.
Serán retransmisiones deportivas constantes, 24 horas de deporte total, desde la vela, hasta la hípica, o desde la gimnasia rítmica a la natación sincronizada, deportes que no trascienden tanto como el fútbol, el baloncesto o el tenis, que también tienen cabida en este espectáculo, para los cuales, los Juegos son el acontecimiento más grande en sus carreras deportivas, y una medalla olímpica es la culminación de una vida deportiva, para muchos de ellos.
Y allá vamos los españoles, con ese plus extra que nos dan los últimos logros conseguidos, a la conquista de un continente asiático, donde la contaminación hace mella, pero el deporte es capaz de superar cualquier inconveniente, y ni siquiera la polución de sus ciudades podrá parar el espectáculo que a partir del viernes va a tener enganchado a la tele a más de medio mundo. Queridos lectores, los Juegos han vuelto, disfrútenlos.