“I want to believe”. Quiero creer. Esa no sólo era la leyenda del mítico póster con ovni incluido que el agente Mulder de la serie Expediente X solía tener colgado en su despacho, sino la destilación última del sentido dramático de sus nueve temporadas, de ahí que la película que nos ocupa, (una secuela, para variar), tenga como subtítulo “creer es la clave”, por eso de la originalidad. Cuando en 1998 el creador de la franquicia, Chris Carter, anunció la primera adaptación cinematográfica de la serie a manos de Rob Bowman, todos los amantes de los expedientes clasificados equis quisieron creer que estaría a la altura de su materia prima. Y lo estuvo. Sólo que a la altura de sus episodios más anodinos. Aquella era una película demasiado liosa, larga y aburrida que, por si fuera poco, servía de bisagra entre las temporadas quinta y sexta de la serie obligando al espectador a disponer de al menos cierta información previa sobre el statu quo narrativo del producto para poder disfrutarlo en condiciones.
X-Files: Creer es la Clave llega diez años más tarde y de la mano del propio Chris Carter, que esta vez le ha echado dos bemoles y al asunto y se encarga no sólo de la producción, sino también de la puesta en escena y la dirección de actores, como en los viejos tiempos. Así pues, esta segunda entrega cinematográfica de X-Files hace gala de una mayor fidelidad conceptual a la serie que su precedente, pero al igual que la película de Rob Bowman, no deja de ser un episodio estirado, con la diferencia, tal vez, de que se trata de un episodio más elaborado en la simpleza y contundencia de su argumento no tan marciano, (en todos los sentidos del término), y fácilmente digerible por aquellos espectadores no familiarizados con las correrías de los agentes Mulder y Scully, lo cual no implica que se haya dejado de lado a los fans de toda la vida, quienes encontraran respuestas a algunas de las interrogantes abiertas en el episodio final de la novena y, por el momento, última temporada.
Hay un cura pederasta que tiene visiones proféticas y sangra por los ojos. Mulder sigue tratando de convencer a Scully de que la fe es más importante que la razón (y viceversa), científicos locos hacen de las suyas a espaldas del gobierno, Walter Skinner aparece en el último tramo del film para ayudar a resolver el misterio, y, como casi siempre ocurría en la serie, la resolución a dicho misterio se encuentra por debajo de las expectativas creadas a lo largo de su planteamiento y desarrollo. Lo mejor: el gag protagonizado por una fotografía de George Bush Jr. con el apoyo musical de la conocidísima sintonía de la serie y las miradas desconcertadas de los protagonistas, y lo peor, que a pesar de que se aprecia el esfuerzo de Carter y su equipo por subir el listón de la anterior entrega retroalimentándose de thrillers con psicópata a rebufo de El Silencio de los Corderos, el resultado sigue estando muy lejos de deslumbrar.