“No vaciles en hacer el bien a quien lo merece, cuando está en el poder de tu mano hacerlo” (Prov. 3:57)
En ocasiones, las noticias que nos llegan sobre la juventud nos llevan al desanimo. Es verdad. Pero, a pesar de ello, no podemos, mejor dicho, no debemos, olvidar a esa gran multitud de jóvenes, voluntarios solidarios, dispuestos a ayudar a los demás y que dedican sus vacaciones a paliar situaciones de miseria material, sanitaria y educativa allí donde son más necesarios.
Un ejercito de jóvenes que convierten sus horas de ocio en una “historia de héroes anónimos”, permitidme la licencia de llamarlos así, que se entregan sin limites al servicio de los demás, ahorrando sufrimientos y trabajando con valentía para paliar, en la medida de sus posibilidades, la escasez de alimentos o cualquier otra necesidad, impregnando todos los rincones de la tierra con su alegría, optimismo y esperanza.
Ellos, como muchos otros se comprometieron ayer y se comprometerán el día de mañana, han encontrado en las palabras de nuestro Padre Eterno la chispa que enciende el motor de arranque de su vida para enfrentarse, sin miedo, al dolor, a las injusticias, a la pobreza, al hambre, a la soledad, al sufrimiento físico y moral de miles de niños, mujeres y hombres abandonados a su suerte.
Es más, desde el instante que deciden que pasar el verano pensando en los demás no va a ser flor de un día y se van sucediendo las etapas de avituallamiento y organización (recorrer empresas para recoger material educativo y sanitario, pedir colaboraciones económicas para sufragar los gastos de la Misión, pedir hora para las vacunas, presentar papeles para el visado,…) no se detienen a pensar mucho, mejor dicho, nada, en los peligros a los que se van a enfrentar.
Saben que los habitantes de las aldeas que van a visitar no necesitan tener muchas cosas para ser felices, solo necesitan que les quieran.
Decía la Madre Teresa de Calcuta que hay veces que "sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar”.Y añadía: “pero el mar sería menos si le faltara una gota”.
Pues bien, aquí les presento dos gotas de agua en el mar que, vaya donde vaya la corriente, salpican nuestro corazón.
Caricias de Dios en Abomey
Son las 4,30 de la mañana. Rocío y sus 6 amigas acaban de aterrizar en Cotonou (Benin).Un país de África occidental, antigua colonia francesa, que limita con Togo, Burkina Faso, Nigeria y Níger.
Después de 14 horas de vuelo, solo les resta recorrer 110 Km. (unas 4 horas más o menos de viaje en jeep) para llegar a un poblado cercano a la ciudad de Abomey, donde las hermanas de la Orden de la Asunción las están esperando ilusionadas.
Durante 4 semanas estas jóvenes serán su refuerzo, una chispa de esperanza, en la gran tarea que realizan con los negritos de la zona.
Todas ellas lo tienen muy claro y conocen sus limitaciones. Saben que son un pequeño parche en este océano “sin fronteras” de la necesidad de sus habitantes, pero no les importa. No tienen miedo. Solo pretenden servir, ofrecer sus mejores sonrisas, su alegría, sus cuidados. Pero, sobretodo, son conscientes que tienen la obligación moral de dar gratis lo que han recibido gratis.
Dar hasta que duela en Filipinas
Con el paso por Filipinas del ciclón Frank y el tifón Fengshen (causando cerca de mil muertos y desaparecidos y más de 70.000 sin techo) muchas aldeas y ciudades azotadas por la catástrofe levantan la voz pidiendo ayuda no solo para su reconstrucción, sino para paliar su ya desfavorecida atención medica y sanitaria, al mismo tiempo que se les ofrece a las familias alimentos, ropa y agua potable.
Javier y su grupo, organizados por Marami Pro Asia llegará pronto a su destino “con la idea de ayudar a la población de la Isla de Negros en aspectos sanitarios, de higiene y ayuda social”.
Generalmente sus actividades van dirigidas a mejorar las condiciones de vida de las niñas y niños más desfavorecidos, asi como, mejorar su educación en higiene y nutrición; pero mucho me temo que la realidad humana y material del país determina un cambio de planes. Ya nos contaran a su regreso.
En fin, podría seguir contándoles ejemplos de iniciativas solidarias como construir iglesias en aldeas de Panamá, atender a los enfermos en Nicaragua, cuidar a los ancianos y niños huérfanos en Lituania, etc. Gracias a Dios, las hay muchas y muy variadas.
Pero, como no pretendo alargarme más de la habitual, solo me queda añadir: ¡Gracias Dios mio por estos jóvenes aventureros, sin miedo y sin fronteras, que responden a Tu llamada!
Ojala aumenten, año tras año, los que se decidan a transformar su corazón… en un corazón solidario con el que “combatir la pobreza para construir la paz”, como nos recordará el Santo Padre en el próximo Mensaje de la Jornada por la Paz del 1 de enero de 2009.