Cuando Carlos III eligió por concurso los agresivos y vistosos colores actuales de la bandera española para diferenciarnos más en la mar frente a las blanquecinas banderas del resto de naciones enemigas, no imaginaba que ese trozo de tela, tan utilizado en la Eurocopa, seguiría despertando desiguales adhesiones ideológicas en la España del siglo XXI.
La Eurocopa ha dejado un regalo adicional inesperado : haber disfrutado de un sentimiento nacional emocionante de pertenencia colectiva a una patria común. Un orgullo patrio que no ha sido ideológico, ni fundamentalista, ni de reivindicación de un patriotismo que supone un modelo unívoco y centralista de España. La bandera se ha esgrimido frente a otros « de fuera », así, que, magias del deporte, ha sido símbolo de unión.
La Bandera de España con todos sus elementos actuales fue adoptada en 1981 al aprobarse la Ley que establece la última versión del Escudo Nacional, auqnue su composición, exceptuando el escudo tan belicosamente malogrado en otros tiempos, se ha mantenido inalterable desde Carlos III, con el único paréntesis de 1931 al 39 en el periodo republicano.
Nuestra actual bandera constitucional incorpora en el escudo elementos como la corona real, simbolo de la monarquia parlamentaria, las columnas de hércules y el lema « Non plus ultra », en referencia a nuestra historia real con el extenso imperio de Carlos V y a la legendaria con el hercúleo fundador de Andalucia. Incorpora también los escudos de los distintos reinos medievales que forman unidos España ( Castilla, Aragón, Navarra, León y Granada), y las tres flores de lis de la casa de Borbón.
Todo esto representa hoy a España y a sus valores democráticos y constitucionales, nos simboliza oficialmente como un país soberano miembro de la Unión Europea, constituido en Estado social y democrático de Derecho, y cuya forma de gobierno es la monarquía parlamentaria; con un parlamento bicameral, las Cortes Generales que son el órgano supremo de representación del pueblo español.
Pero además, nuestra bandera representa el “Estado de Autonomías”, un país formalmente unitario pero que funciona como una federación descentralizada de Comunidades Autónomas, considerada hoy como uno de los países europeos más descentralizados, con gestión y administración local de sus sistemas sanitarios, educativos, laborales, de seguridad interior en ocasiones y en gran medida presupuestarios.
Si la izquierda no aprovecha este momento para hacer suya la bandera española habrá perdido una oportunidad histórica. Si el tímido nacimiento de un centro derecha viene acompañado por una utilización menos exclusiva y frentista de los simbolos nacionales y de una izquierda que no se averguence de exhibir iconos de España y Estado, dejaremos de ser un país bipolar y de identidad fragmentada.
Bandera es símbolo de Estado, de las leyes y derechos que lo definen, exposición de su presencia y su fuerza, y en los Estados democráticos modernos, garantía del estatus de pertenencia, ciudadanía y protección internacional que ello implica. Las banderas actuales europeas suelen ser recientes, con modificaciones incorporadas a golpe de avatares de regímenes y estabilizadas constitucionalmente a principios de siglo. La bandera en la mayoría de paises es representación de unidad en la diversidad y sedimento histórico de consagración de un estaus quo que ha otorgado reconocimiento autonómico o federal en paises aglutinadores de territorios como Reino Unido, Italia, la propia España o incluso en paises confederados como EEUU. En otros casos la bandera es sobretodo estandarte de su régimen, su República o Monarquía y los derechos que éstas representan, como en el caso de Francia o Portugal.
Es hora de continuar reivindicando desde la izquierda como norma, como valor y como táctica el cumplimiento de la de la Ley 39/1981 "La bandera de España deberá ondear en el exterior y ocupar el lugar preferente en el interior de todos los edificios y establecimientos de la Administración central, institucional, autonómica, provincial o insular y municipal del Estado". Es hora de asociarla a democracia y a modernidad y de exhibirla en lo público sin complejos.
En la lucha por el centro político la izquierda española tiene que hacer suya la bandera de España y quitarle resabios que ya no se corresponden a su realidad constitucional ; tiene que hacer suya la bandera europea asociada a un modelo de valores, tiene que seguir reforzando sin complejos el concepto de Estado (no por descentralizado menos Estado) y debe invertir en el concepto de prosperidad como progreso.
De la gestión de estas claves dependen en gran medida las posibilidades de futuro de la izquierda española.