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Etiquetas | Cartas a un ex guerrillero
Sor Clara Tricio

Lo que escapa a la mirada

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Querido Efraín: La salud corporal es un bien para el hombre; pero, lo que interesa no es saber el porqué de la salud, sino el hecho de poseerla realmente. En efecto, si uno explica los beneficios de la salud, mas luego toma un alimento que se encuentra en mal estado, ¿de qué le habrá servido aquella explicación, si se ve aquejado por la enfermedad? En este mismo sentido hemos de entender las palabras con las que el Señor llama dichosos no a los que conocen algo de Dios, sino a los que lo poseen en sí mismos: “Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios”.

No creo que esta manera de ver a Dios, la del que tiene el corazón limpio, sea una visión externa, por así decirlo, sino que más bien me inclino a creer que lo que nos sugiere la magnificencia de esta afirmación es lo mismo que, de un modo más claro, dice en otra ocasión: “El reino de Dios está dentro de vosotros”, para enseñarnos que el que tiene el corazón limpio de todo afecto desordenado contempla, en su misma belleza interna, la imagen de la naturaleza divina.

Esta concisa expresión de aquel que es la Palabra equivale a decir: Vosotros, los hombres en quienes se halla algún deseo de contemplar el bien verdadero, cuando oigáis que la majestad divina está elevada y ensalzada por encima de los cielos, que su gloria es inexplicable, que su belleza es inefable, que su naturaleza es incomprensible, no caigáis en la desesperación, pensando que no podéis ver aquello que deseáis.

Si os esmeráis con una actividad diligente en limpiar vuestro corazón de la suciedad con que lo habéis embadurnado y ensombrecido, volverá a resplandecer en vosotros la hermosura divina. Cuando un hierro está ennegrecido, si con una piedra de esmeril se le quita la herrumbre, en seguida vuelve a reflejar los resplandores del sol; de manera semejante, la parte interior del hombre, lo que el Señor llama el corazón, cuando ha sido limpiado de las manchas de herrumbre contraídas por su reprobable abandono, recupera la semejanza con su forma original y primitiva y así, por esta semejanza con la bondad divina, se hace él mismo enteramente bueno.

Por tanto, el que se ve a sí mismo, ve aquello que desea, y de este modo es dichoso el limpio de corazón, porque al contemplar su propia limpieza ve, como a través de una imagen, la forma “primitiva”. Del mismo modo, en efecto, el que contempla el sol en un espejo, aunque no fije sus ojos en el cielo, ve reflejado el sol, no menos que el que lo mira directamente. Así también vosotros -es como si dijera el Señor-, aunque vuestras fuerzas no alcancen a contemplar la luz inaccesible, si retornáis a la dignidad y belleza de la imagen que fue creada en vosotros desde el principio, hallaréis aquello que buscáis dentro de vosotros mismos.

La divinidad es pureza, es carencia de toda inclinación viciosa, es apartarse de todo mal. Por tanto, si hay en ti estas disposiciones, es que Dios está en ti. Si tu espíritu, pues, está limpio de toda mala inclinación, libre de toda afición desordenada y alejado de todo lo que mancha, eres dichoso por la agudeza y claridad de tu mirada, ya que, por tu limpieza de corazón, puedes contemplar lo que escapa a la mirada de los que no tienen esta limpieza, y, habiendo quitado de los ojos de tu alma la niebla que los envolvía, puedes ver claramente, con un corazón sereno, un bello espectáculo. Todo esto se resume diciendo que la santidad, la pureza, la rectitud, son el claro resplandor de la naturaleza divina, por medio del cual vemos a Dios.
Os envío los mejores deseos, y con la esperanza de que sigáis todos bien, recibir un cariñoso saludo, CTA.

Lo que escapa a la mirada

Sor Clara Tricio
Sor Clara Tricio
lunes, 30 de junio de 2008, 01:02 h (CET)
Querido Efraín: La salud corporal es un bien para el hombre; pero, lo que interesa no es saber el porqué de la salud, sino el hecho de poseerla realmente. En efecto, si uno explica los beneficios de la salud, mas luego toma un alimento que se encuentra en mal estado, ¿de qué le habrá servido aquella explicación, si se ve aquejado por la enfermedad? En este mismo sentido hemos de entender las palabras con las que el Señor llama dichosos no a los que conocen algo de Dios, sino a los que lo poseen en sí mismos: “Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios”.

No creo que esta manera de ver a Dios, la del que tiene el corazón limpio, sea una visión externa, por así decirlo, sino que más bien me inclino a creer que lo que nos sugiere la magnificencia de esta afirmación es lo mismo que, de un modo más claro, dice en otra ocasión: “El reino de Dios está dentro de vosotros”, para enseñarnos que el que tiene el corazón limpio de todo afecto desordenado contempla, en su misma belleza interna, la imagen de la naturaleza divina.

Esta concisa expresión de aquel que es la Palabra equivale a decir: Vosotros, los hombres en quienes se halla algún deseo de contemplar el bien verdadero, cuando oigáis que la majestad divina está elevada y ensalzada por encima de los cielos, que su gloria es inexplicable, que su belleza es inefable, que su naturaleza es incomprensible, no caigáis en la desesperación, pensando que no podéis ver aquello que deseáis.

Si os esmeráis con una actividad diligente en limpiar vuestro corazón de la suciedad con que lo habéis embadurnado y ensombrecido, volverá a resplandecer en vosotros la hermosura divina. Cuando un hierro está ennegrecido, si con una piedra de esmeril se le quita la herrumbre, en seguida vuelve a reflejar los resplandores del sol; de manera semejante, la parte interior del hombre, lo que el Señor llama el corazón, cuando ha sido limpiado de las manchas de herrumbre contraídas por su reprobable abandono, recupera la semejanza con su forma original y primitiva y así, por esta semejanza con la bondad divina, se hace él mismo enteramente bueno.

Por tanto, el que se ve a sí mismo, ve aquello que desea, y de este modo es dichoso el limpio de corazón, porque al contemplar su propia limpieza ve, como a través de una imagen, la forma “primitiva”. Del mismo modo, en efecto, el que contempla el sol en un espejo, aunque no fije sus ojos en el cielo, ve reflejado el sol, no menos que el que lo mira directamente. Así también vosotros -es como si dijera el Señor-, aunque vuestras fuerzas no alcancen a contemplar la luz inaccesible, si retornáis a la dignidad y belleza de la imagen que fue creada en vosotros desde el principio, hallaréis aquello que buscáis dentro de vosotros mismos.

La divinidad es pureza, es carencia de toda inclinación viciosa, es apartarse de todo mal. Por tanto, si hay en ti estas disposiciones, es que Dios está en ti. Si tu espíritu, pues, está limpio de toda mala inclinación, libre de toda afición desordenada y alejado de todo lo que mancha, eres dichoso por la agudeza y claridad de tu mirada, ya que, por tu limpieza de corazón, puedes contemplar lo que escapa a la mirada de los que no tienen esta limpieza, y, habiendo quitado de los ojos de tu alma la niebla que los envolvía, puedes ver claramente, con un corazón sereno, un bello espectáculo. Todo esto se resume diciendo que la santidad, la pureza, la rectitud, son el claro resplandor de la naturaleza divina, por medio del cual vemos a Dios.
Os envío los mejores deseos, y con la esperanza de que sigáis todos bien, recibir un cariñoso saludo, CTA.

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