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Etiquetas | Familia y educación
Emili Avilés

Al acabar el curso, superemos el desconcierto educativo

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Al acabar el curso escolar, considero que vale la pena recordar un asunto contra el que, en España, nos damos de bruces, gobierno tras gobierno. Es un tema que ya viene desenfocado desde los años ochenta e imposible de “concertar” de una manera realmente justa. Esto es, la necesidad de conseguir una educación de calidad y que respete la diversidad de los ciudadanos y de los padres para elegir escuelas distintas a las creadas por los entes públicos.

Seguro que estaremos de acuerdo en algo básico: Que la familia y la escuela son clave para educar buenos ciudadanos, que los padres y madres de familia necesitamos orientación y buenos criterios educativos. Esto se puede hacer desde la escuela pública. Pero no es de recibo que los centros de enseñanza, de iniciativa social o institucionales, con gran arraigo y prestigio en nuestro país, puedan quedar por falta de ayudas o por imposiciones ideológicas, fuera de un sistema educativo moderno y de calidad. Sería un gravísimo atentado a la libertad, en sus múltiples facetas. Sería imponer una escuela única, como panacea de progreso, cuando en tantos países desarrollados ya están de vuelta de ello. Mientras más variadas sean las escuelas, más se perfecciona el derecho a elegir.

Una buena manera de mejorar sería reconocer explícitamente la importancia del ideario de cada centro, sea público o privado, como sello de calidad y transparencia. Así, en real sintonía, se pueden realizar proyectos comunes –padres, profesores y alumnos-, esfuerzos compartidos, estrategias eficaces para el desarrollo integral de niños y jóvenes. O sea, despolitizar la educación, con transparencia, aunando esfuerzos y evitando prejuicios. La enseñanza pública y la privada son complementarias, ambas imprescindibles para garantizar la libertad de enseñanza.

Es de interés común asegurar que los que manden en cada momento no vuelvan a utilizar la educación como arma ideológica, cosa que siempre acabamos pagando los ciudadanos con menos recursos. Además, el “café para todos” impuesto por algunos gobernantes sobre la educación de nuestros hijos, no facilita un ambiente de libertad ni una mayor calidad en el sistema educativo. Y ustedes me dirán y quién puede querer unas conciencias manipuladas o una libertad eliminada en este país: pues quien permita o mire para otro lado ante una adoctrinadora y obligatoria Educación para la Ciudadanía, o ante el perseguido derecho de todos a aprender y usar el castellano en cualquiera que sea la parcela de la nación en la que uno se encuentre, o cuando se llama educación sexista la que en realidad busca una educación personalizada, pues la educación diferenciada no discrimina, todo lo contrario, busca favorecer a chicos y chicas porque considera que, de 7 a 18 años, en aulas separadas los forma mejor.

(Por cierto, no nos dejemos confundir, la educación diferenciada no es un privilegio, es una opción. Y como los padres tenemos el derecho de poder elegir, cada uno debe optar libre y gratuitamente por la educación que considere mejor para sus hijos: mixta o diferenciada).

Además, si gobernantes y gobernados partimos de la verdad sobre el hombre llegaremos a soluciones prácticas y acertadas. Defenderemos la libertad, tanto la propia como la de los demás. Nos dedicaremos, con todas las fuerzas y altura de miras, a lo más apasionante de este milenio: luchar por ser buena referencia y estímulo de progreso para los países del tercer mundo. Nos desviviremos, allí y aquí, en la defensa de la dignidad humana.

Nuestros hijos, andando el tiempo, en un entorno cada vez más globalizado, nos agradecerán haber crecido en un país donde, de verdad, se respete y defienda la pluralidad y la tolerancia. Pero, insisto que para ello, urge que las decisiones que se tomen sean a favor de todos y no en contra de la otra mayoría.

Al acabar el curso, superemos el desconcierto educativo

Emili Avilés
Emili Avilés
viernes, 27 de junio de 2008, 00:03 h (CET)
Al acabar el curso escolar, considero que vale la pena recordar un asunto contra el que, en España, nos damos de bruces, gobierno tras gobierno. Es un tema que ya viene desenfocado desde los años ochenta e imposible de “concertar” de una manera realmente justa. Esto es, la necesidad de conseguir una educación de calidad y que respete la diversidad de los ciudadanos y de los padres para elegir escuelas distintas a las creadas por los entes públicos.

Seguro que estaremos de acuerdo en algo básico: Que la familia y la escuela son clave para educar buenos ciudadanos, que los padres y madres de familia necesitamos orientación y buenos criterios educativos. Esto se puede hacer desde la escuela pública. Pero no es de recibo que los centros de enseñanza, de iniciativa social o institucionales, con gran arraigo y prestigio en nuestro país, puedan quedar por falta de ayudas o por imposiciones ideológicas, fuera de un sistema educativo moderno y de calidad. Sería un gravísimo atentado a la libertad, en sus múltiples facetas. Sería imponer una escuela única, como panacea de progreso, cuando en tantos países desarrollados ya están de vuelta de ello. Mientras más variadas sean las escuelas, más se perfecciona el derecho a elegir.

Una buena manera de mejorar sería reconocer explícitamente la importancia del ideario de cada centro, sea público o privado, como sello de calidad y transparencia. Así, en real sintonía, se pueden realizar proyectos comunes –padres, profesores y alumnos-, esfuerzos compartidos, estrategias eficaces para el desarrollo integral de niños y jóvenes. O sea, despolitizar la educación, con transparencia, aunando esfuerzos y evitando prejuicios. La enseñanza pública y la privada son complementarias, ambas imprescindibles para garantizar la libertad de enseñanza.

Es de interés común asegurar que los que manden en cada momento no vuelvan a utilizar la educación como arma ideológica, cosa que siempre acabamos pagando los ciudadanos con menos recursos. Además, el “café para todos” impuesto por algunos gobernantes sobre la educación de nuestros hijos, no facilita un ambiente de libertad ni una mayor calidad en el sistema educativo. Y ustedes me dirán y quién puede querer unas conciencias manipuladas o una libertad eliminada en este país: pues quien permita o mire para otro lado ante una adoctrinadora y obligatoria Educación para la Ciudadanía, o ante el perseguido derecho de todos a aprender y usar el castellano en cualquiera que sea la parcela de la nación en la que uno se encuentre, o cuando se llama educación sexista la que en realidad busca una educación personalizada, pues la educación diferenciada no discrimina, todo lo contrario, busca favorecer a chicos y chicas porque considera que, de 7 a 18 años, en aulas separadas los forma mejor.

(Por cierto, no nos dejemos confundir, la educación diferenciada no es un privilegio, es una opción. Y como los padres tenemos el derecho de poder elegir, cada uno debe optar libre y gratuitamente por la educación que considere mejor para sus hijos: mixta o diferenciada).

Además, si gobernantes y gobernados partimos de la verdad sobre el hombre llegaremos a soluciones prácticas y acertadas. Defenderemos la libertad, tanto la propia como la de los demás. Nos dedicaremos, con todas las fuerzas y altura de miras, a lo más apasionante de este milenio: luchar por ser buena referencia y estímulo de progreso para los países del tercer mundo. Nos desviviremos, allí y aquí, en la defensa de la dignidad humana.

Nuestros hijos, andando el tiempo, en un entorno cada vez más globalizado, nos agradecerán haber crecido en un país donde, de verdad, se respete y defienda la pluralidad y la tolerancia. Pero, insisto que para ello, urge que las decisiones que se tomen sean a favor de todos y no en contra de la otra mayoría.

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