Qué alegría me da poder decirlo. Muchos años habían pasado ya, casi 23, desde que España no pasaba los cuartos de final de un campeonato, ya sea del Mundo o de Europa, y el pasado día 22 lo conseguimos. Ante nuestra bestia negra por excelencia, y con el mayor sufrimiento posible, alcanzamos la meta de las semifinales.
Pero no hay que confundirse. Este equipo no ha llegado aún a su techo, solo ha hecho lo que tenía que hacer y lo que está posibilitado para hacer, ahora debe dar un nuevo golpe sobre la mesa, y alcanzar la soñada final de Viena, donde se dilucidará el verdadero techo de este equipo. Un equipo que ha cargado sobre sus espaldas la historia negra de nuestra selección y ha convertido su peso en experiencia para renovar la ilusión de los 14 millones de españoles que siguieron con ahínco el último penalti de Cesc Fábregas.
Esta noche sabremos si la película ya tiene final, o si aún nos permite ver un capítulo más. La cosa vuelve a estar en manos de los mismos 23 hombres que se hicieron grandes ante Italia, y que pueden engrandar su figura un poco más volviendo a derrotar a una Rusia que ya pasó por nuestras manos de costurero, y le bordamos un precioso 4-1. Esta noche será otra historia, aunque con idéntico final, España resultará victoriosa, o al menos eso espero.
Y es que me da una enorme satisfacción poder decir orgulloso que yo vi a la selección pasar de cuartos, quizá con la pena de que mi abuelo, gran aficionado al fútbol como yo, no esté para disfrutarlo, y es lo que me hace dar una mayor importancia al momento, pero no quiero quedarme ahí, quiero que el cuento no termine todavía, por eso le pido a nuestros jugadores, que me dejen disfrutar de esta bella historia un capítulo más, para algún día poder decirle a mis nietos, lo que mi abuelo me dijo a mí: “yo vi a España ganar la Eurocopa”.