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Remedios Falaguera

No es fácil ser joven

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“¡Qué tristeza cuando los chicos y chicas pierden la maravilla, el encanto de los sentimientos más bellos, el valor del respeto del cuerpo, manifestaciones de la persona y de su insondable misterio!” Benedicto XVI.

Me duele observar los últimos datos facilitados por el Ministerio de Sanidad y Consumo correspondientes a 2006, sobre el uso de la píldora abortiva (RU-486) en los jóvenes españoles. Los datos demuestran que, en tan solo cinco años, se ha cuadriplicado. Hemos pasado de 1.976 en 2001 a 4.099 en el 2006, con un incremento de casi mil anuales: 3.142 en 2002; 3.260 en 2003; 4.344 en 2004; y 4.660 en 2005.

Es más, la "anticoncepción de emergencia”, como la suelen llamar algunos (¡Que miedo les da llamar a las cosa por su nombre, Dios mio!) fue utilizada para interrumpir el embarazo de 22 niñas menores de 15 años , 546 jovencitas de entre 15 y 19 años y 1.137 mujeres de entre 20 y 24 años.

Esta noticia me habría pasado casi desapercibida si no fuera por que se trata de de un tremendo envilecimiento del amor humano que intenta suprimir “la auténtica capacidad de amar, como el arma más adecuada y eficaz para separar a Dios del hombre, para alejar a Dios de la mirada y el corazón del hombre...” como afirmó Benedicto XVI en uno de sus discursos sobre la verdad del matrimonio y la familia.

Siempre he considerado el amor humano como una aventura maravillosa, “un andar divino en la tierra”, en el que el amor “forma parte de esa auténtica imagen de Dios que el Creador ha querido imprimir en su criatura, llamándola a hacerse semejante a Él” como señaló en otra ocasión Benedicto XVI.

Por eso me resulta difícil, aunque debo hacerlo, asumir mi parte de responsabilidad en estas estadísticas. Es verdad que el amor no es cosa que se aprenda, pero, ¿Qué hay más necesario que enseñar a amar, que hacerles sentir que son capaces de amar a pesar de las dificultades que encuentren en su vida?
¿Por qué les orientamos hacia una promiscuidad cada vez más trágica y peligrosa para su salud, en vez de responderles con la verdad, aunque nos tachen de carcas?

¿Por qué les engañamos con campañas de información sexual para prevenir las enfermedades infecciosas y los embarazos no deseados si sabemos que el mejor método, el más seguro, sano y barato para evitarlos se llama abstinencia sexual que además previene el sufrimiento físico y moral de las relaciones de “aquí te pillo, aquí te mato”?

Tienen razón los que afirman que presentar a los adolescentes un programa de información sexual veraz sobre los peligros de las relaciones sexuales y un programa educativo para concienciarles de los innumerables beneficios que lleva consigo el decir que no a una relación esporádica, no “vende”. Es más, incomodan a quien las escucha. Palabras como renuncia, pudor, intimidad, respeto, compartir y comprometerse no están, desgraciadamente, en el vocabulario de muchos de nosotros.

Pero nuestros jóvenes, los mismos que son capaces de empeñar su vida por ganar “causas perdidas”, buscar la belleza, la libertad, la justicia y la solidaridad, son los que anhelan respuestas a sus preguntas sobre el amor, la vida y el sexo.

Lo curioso es que los que tendríamos que guiarles por el camino de la felicidad ,en la gran aventura de su vida, sustentada por bases firmes sobre el conocimiento del sexo opuesto, el valor del compromiso y la ilusión por un matrimonio maduro y duradero , nos empeñamos en abandonarles a sus instintos.

¿Tan difícil nos resulta ser un ejemplo atractivo de que el hombre no es solamente carne, ni simple instinto sexual, sino que es también -y sobre todo- inteligencia, voluntad, libertad? ¿Tan complicado es explicar que amor no significa exclusivamente sexo? ¿Que la atracción sexual puede ser repentina, pero el amor es deliberado, libre, voluntario y guiado por la razón?

No es fácil ser joven. De hecho los datos, mejor dicho, los obstáculos que encuentran en su camino, el asedio de placer “sin costes” al que se ven sometidos y la soledad a la que les hemos arrinconado, lo demuestra.

No es fácil ser joven

Remedios Falaguera
Remedios Falaguera
jueves, 19 de junio de 2008, 08:56 h (CET)
“¡Qué tristeza cuando los chicos y chicas pierden la maravilla, el encanto de los sentimientos más bellos, el valor del respeto del cuerpo, manifestaciones de la persona y de su insondable misterio!” Benedicto XVI.

Me duele observar los últimos datos facilitados por el Ministerio de Sanidad y Consumo correspondientes a 2006, sobre el uso de la píldora abortiva (RU-486) en los jóvenes españoles. Los datos demuestran que, en tan solo cinco años, se ha cuadriplicado. Hemos pasado de 1.976 en 2001 a 4.099 en el 2006, con un incremento de casi mil anuales: 3.142 en 2002; 3.260 en 2003; 4.344 en 2004; y 4.660 en 2005.

Es más, la "anticoncepción de emergencia”, como la suelen llamar algunos (¡Que miedo les da llamar a las cosa por su nombre, Dios mio!) fue utilizada para interrumpir el embarazo de 22 niñas menores de 15 años , 546 jovencitas de entre 15 y 19 años y 1.137 mujeres de entre 20 y 24 años.

Esta noticia me habría pasado casi desapercibida si no fuera por que se trata de de un tremendo envilecimiento del amor humano que intenta suprimir “la auténtica capacidad de amar, como el arma más adecuada y eficaz para separar a Dios del hombre, para alejar a Dios de la mirada y el corazón del hombre...” como afirmó Benedicto XVI en uno de sus discursos sobre la verdad del matrimonio y la familia.

Siempre he considerado el amor humano como una aventura maravillosa, “un andar divino en la tierra”, en el que el amor “forma parte de esa auténtica imagen de Dios que el Creador ha querido imprimir en su criatura, llamándola a hacerse semejante a Él” como señaló en otra ocasión Benedicto XVI.

Por eso me resulta difícil, aunque debo hacerlo, asumir mi parte de responsabilidad en estas estadísticas. Es verdad que el amor no es cosa que se aprenda, pero, ¿Qué hay más necesario que enseñar a amar, que hacerles sentir que son capaces de amar a pesar de las dificultades que encuentren en su vida?
¿Por qué les orientamos hacia una promiscuidad cada vez más trágica y peligrosa para su salud, en vez de responderles con la verdad, aunque nos tachen de carcas?

¿Por qué les engañamos con campañas de información sexual para prevenir las enfermedades infecciosas y los embarazos no deseados si sabemos que el mejor método, el más seguro, sano y barato para evitarlos se llama abstinencia sexual que además previene el sufrimiento físico y moral de las relaciones de “aquí te pillo, aquí te mato”?

Tienen razón los que afirman que presentar a los adolescentes un programa de información sexual veraz sobre los peligros de las relaciones sexuales y un programa educativo para concienciarles de los innumerables beneficios que lleva consigo el decir que no a una relación esporádica, no “vende”. Es más, incomodan a quien las escucha. Palabras como renuncia, pudor, intimidad, respeto, compartir y comprometerse no están, desgraciadamente, en el vocabulario de muchos de nosotros.

Pero nuestros jóvenes, los mismos que son capaces de empeñar su vida por ganar “causas perdidas”, buscar la belleza, la libertad, la justicia y la solidaridad, son los que anhelan respuestas a sus preguntas sobre el amor, la vida y el sexo.

Lo curioso es que los que tendríamos que guiarles por el camino de la felicidad ,en la gran aventura de su vida, sustentada por bases firmes sobre el conocimiento del sexo opuesto, el valor del compromiso y la ilusión por un matrimonio maduro y duradero , nos empeñamos en abandonarles a sus instintos.

¿Tan difícil nos resulta ser un ejemplo atractivo de que el hombre no es solamente carne, ni simple instinto sexual, sino que es también -y sobre todo- inteligencia, voluntad, libertad? ¿Tan complicado es explicar que amor no significa exclusivamente sexo? ¿Que la atracción sexual puede ser repentina, pero el amor es deliberado, libre, voluntario y guiado por la razón?

No es fácil ser joven. De hecho los datos, mejor dicho, los obstáculos que encuentran en su camino, el asedio de placer “sin costes” al que se ven sometidos y la soledad a la que les hemos arrinconado, lo demuestra.

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