Jamás un juicio de tan poca enjundia- se juzgan, aunque leyendo la prensa pareciera que de amenazas terroristas como poco se tratase, unas presuntas injurias - dio para tanto y tendrá consecuencias tan imprevisibles como éste, objeto de la columna. Y es que Alberto Ruiz Gallardón, prohijado político del “centrista de toda la vida” Manuel Fraga, el niño que lo fuera todo en Alianza Popular (lo que hoy en día llamarían los de José Blanco “derecha extrema”), el niño que iba a abandonar pataleando la política hace escasas semanas para ahora jurar fidelidad momentánea a un Rajoy ya amortizado, no ha sentado en el banquillo a Federico Jiménez Losantos para reclamarle una cantidad económica porque él siempre haya estado del lado de las víctimas y defendiendo que se investigue hasta sus últimas consecuencias la mayor masacre terrorista cometida en Europa, que tuvo lugar en la ciudad en que él manda... No.
Alberto Ruiz-Gallardón, el mismo personaje que solicitó en 1983 secuestrar “Diario 16” porque sacaba a la luz los oscuros tejemanejes del jefe de seguridad de Fraga, Rodolfo Almirón, con los escuadrones de la muerte de la Triple A, ha sentado en el banquillo a todas las personas libres que se resisten a aceptar la “Segunda Transición” de destino desconocido pero a buen seguro siniestro impuesto por el régimen a los españoles. Ha sentado en el banquillo a todos los que se rebelan contra una casta política caciquil acostumbrada a imponer al ciudadano sus caprichos, siendo el último la liquidación del “régimen constitucional” (en realidad es la liquidación del régimen por el régimen para perpetuar el régimen. Y van dos veces).
Alberto Ruiz-Gallardón, el mismo que en 1996 planeaba apuñalar por la espalda a José María Aznar para acceder él, de la mano de Jesús de Polanco, a la presidencia del gobierno a la que no se había presentado como candidato, ha sentado también en el banquillo a los millones de personas que desde el 11 de marzo de 2004 vienen reclamando saber la verdad sobre el terrible atentado cometido en Madrid. Quizá sea por ello por lo que la AVT, que engloba al mayor número de víctimas no sólo de ETA, sino también del 11-M y la Asociación de Ayuda a las Víctimas del 11-M hayan emitido sendos comunicados de prensa respaldando al popular y tan querido o denostado –indiferente no deja a nadie- locutor
Es anecdótico que el querellante sea el alcalde de Madrid. Valía para hacer el trabajo sucio cualquier otro personaje afecto al régimen. Pero sucede que al ser el denunciante el que aspira (y aspira, y aspira…) a liderar la derecha, último bastión a batir –en realidad sus dirigentes se entregaron hace mucho; es una parte de la derecha sociológica la que se resiste, más por intuición que por convicción, y por ello hay que dejarla huérfana de partido- se entiende con ello que caso de conseguir alcanzar el personaje sus objetivos la rendición y la entrega del PP al régimen será inmediata.
Es la libertad, y no sólo la de expresión, la que el régimen ha sentado en el banquillo de los acusados. Porque eso y no otra cosa es lo que se está juzgando en un tribunal de primera instancia de Madrid. La libertad política. Si condenan a Federico Jiménez Losantos se habrá abierto la espita y todas las personas libres que se nieguen a dejar de serlo y osen rebelarse contra el régimen serán aniquiladas civilmente. Y yo soy pesimista.