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Jorge García

Cuando el que manda se equivoca

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Tener jefe es tan inevitable como la salida del sol. Además de mandar y tomar responsabilidades, también sirve de desahogo, de descarga de emociones, casi nunca positivas ni con algún contenido de admiración ni reconocimiento. La papeleta de mandar es complicada, aunque necesaria. En el mundo del fútbol, los jefes se están volviendo locos. El acto que lo demuestra y que puede revolucionar, incluso destruir, el fútbol actual, es la norma que la FIFA, con Joseph Blatter a la cabeza, ha sacado adelante, a la espera del pronunciamiento de la Unión Europea, a los que personalmente veo más cuerdos.

El famoso 6+5 puede dar un resultado espantoso, y no es once. La idea de que un club deba alinear siempre un mínimo de seis jugadores nacidos en el país donde juegan es un disparate al que, por más que me esfuerzo, no encuentro precedentes. Ni llevar a Rodolfo Chikilicuatre a Eurovisión es comparable. Esta obligación sería sinónimo de irracionalidad, incompetencia, incluso aburrimiento. Blatter, el que manda en esto, se está equivocando. Y en las cadenas de mando, en las empresas grandes y pequeñas, incluso en los grandes países, cuando un jefe se equivoca se le busca sustituto lo antes posible.

En este mundo globalizado, de mercado libre, oferta y demanda, multirracial, plural, que tiende cada vez más a eliminar fronteras y aumentar la unión, la norma de la FIFA es la contradicción al pensamiento y la cultura actuales. Los futbolistas son trabajadores, y pueden practicar su oficio donde prefieran. Del mismo modo, los clubes son, o deben ser, independientes. La maquinaria del fútbol les ha convertido en empresas, la gran mayoría ya privadas, con presidentes extranjeros y la ganancia económica como primer objetivo. No pueden decirles con quién trabajar.

La norma no deja de ser una discriminación, una regulación de la extranjería. ¿Qué beneficios trae? ¿Cuánto perjudica? La diferencia parece abismal. Con esta ley tan impopular en vigor, el fútbol tal y como lo conocemos desaparecerá, sin tener el valor de pronosticar su futuro. El jefe del fútbol se está equivocando, y debe ser sustituido.

Cuando el que manda se equivoca

Jorge García
Jorge García
domingo, 1 de junio de 2008, 05:43 h (CET)
Tener jefe es tan inevitable como la salida del sol. Además de mandar y tomar responsabilidades, también sirve de desahogo, de descarga de emociones, casi nunca positivas ni con algún contenido de admiración ni reconocimiento. La papeleta de mandar es complicada, aunque necesaria. En el mundo del fútbol, los jefes se están volviendo locos. El acto que lo demuestra y que puede revolucionar, incluso destruir, el fútbol actual, es la norma que la FIFA, con Joseph Blatter a la cabeza, ha sacado adelante, a la espera del pronunciamiento de la Unión Europea, a los que personalmente veo más cuerdos.

El famoso 6+5 puede dar un resultado espantoso, y no es once. La idea de que un club deba alinear siempre un mínimo de seis jugadores nacidos en el país donde juegan es un disparate al que, por más que me esfuerzo, no encuentro precedentes. Ni llevar a Rodolfo Chikilicuatre a Eurovisión es comparable. Esta obligación sería sinónimo de irracionalidad, incompetencia, incluso aburrimiento. Blatter, el que manda en esto, se está equivocando. Y en las cadenas de mando, en las empresas grandes y pequeñas, incluso en los grandes países, cuando un jefe se equivoca se le busca sustituto lo antes posible.

En este mundo globalizado, de mercado libre, oferta y demanda, multirracial, plural, que tiende cada vez más a eliminar fronteras y aumentar la unión, la norma de la FIFA es la contradicción al pensamiento y la cultura actuales. Los futbolistas son trabajadores, y pueden practicar su oficio donde prefieran. Del mismo modo, los clubes son, o deben ser, independientes. La maquinaria del fútbol les ha convertido en empresas, la gran mayoría ya privadas, con presidentes extranjeros y la ganancia económica como primer objetivo. No pueden decirles con quién trabajar.

La norma no deja de ser una discriminación, una regulación de la extranjería. ¿Qué beneficios trae? ¿Cuánto perjudica? La diferencia parece abismal. Con esta ley tan impopular en vigor, el fútbol tal y como lo conocemos desaparecerá, sin tener el valor de pronosticar su futuro. El jefe del fútbol se está equivocando, y debe ser sustituido.

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