Hace no muchos años, nuestra liga era la mejor del mundo, donde estaban los mejores jugadores y a la que querían ir aquellos que querían ser grandes y comenzaban a despuntar en Europa. La Liga española era un sueño para cualquier jugador europeo, que tenían a Real Madrid y Barcelona como sus más altas aspiraciones.
Pero de dos años aquí, nuestro fútbol ha cambiado. El fútbol español nunca ha destacado por los logros de su selección, pero si había llegado a lo más alto con sus clubes. Pero la pasada campaña esto empezó a cambiar. Primero con un Barcelona que se dejo la Liga en el camino, ante el pasotismo de sus estrellas que provocaron un cisma interno en el club que aún perdura.
Por otro lado el Real Madrid, primero con su crisis interna tras las elecciones, y luego con sus crisis de juego, tan irregular como efectivo que les hizo alzarse con el campeonato contra todo pronóstico. Y este año, la locura continúa. Tan solo hay que ver como Zaragoza y Valencia, dos de los equipos con más presupuesto de la Liga están luchando por evitar el descenso, mientras que el Almería lucha con un Sevilla de Champions por la última plaza de UEFA, ya que la otro se la disputan el Atlético y el Racing de Marcelino, que puede hacer historia entrando en Champions.
Nuestro fútbol está en crisis. Los grandes de nuestra liga no dan la talla, y son los pequeños los que están manteniendo el nivel, y subiendo peldaños a marchas forzadas, ante la impasividad de unos grandes cegados por el dinero, y la megalomanía de algunos de sus dirigentes. Ahí está el ejemplo del Getafe en su aventura en Europa.
Y mientras nuestra liga se volvía más loca, la Premier nos ha superado en todo. Intensidad, emoción, fútbol y resultados. De hecho, tres de los cuatro semifinalistas de la Champions son ingleses. Un hecho que nos debe hacer reflexionar, para que la próxima temporada recuperemos la hegemonía que con tanto lujo nos dejamos arrebatar.