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Xabier López de Armentia

Crueles sueños

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Hoy he despertado con una imagen en la retina. Grabada en mi cabeza como si de una aguja se tratase perforando la piel de un inocente brazo tatuado. Arropado entre las sabanas, cubierto por una manta que protege mi cuerpo de las frías noches primaverales de esta tierra, azotada estos días por un temporal de viento y lluvias que hacen de esta mañana, de este despertar, el marco perfecto descriptivo de mi sueño.

-He soñado con la pobreza y la riqueza, con la fortuna y la desgracia, con la sonrisa y con las lagrimas, con el rico y el pobre. La imagen de mi cabeza refleja, un banal collage, que bien podría haberlo realizado cualquier niño en su escuela. Un collage que más allá de ser una mera suma de fotografías, cobra un significado y representa la realidad del mundo que nos asola.

En la imagen podemos distinguir, al pide la misma, un niño cualquiera, que bien podría ser de una de tantas regiones de África, el sudeste asiático o Sudamérica, cubierto de basura, rodeado de miseria. En la parte superior, un personaje trajeado se regocija mostrándonos una de las muchas casas que posee. Aunque lo carismático de este personaje no es eso, sino su rostro encubierto bajo una irrisoria y moldeada careta de cerdo.

Ustedes podrán pensar que rozo la locura y que mejor que desvelar mis peculiares sueños sobre el papel, podría pasar las horas sentado en el diván de un psicólogo o secuestrado de libertad en un psiquiátrico de carretera secundaria. Si me animo a contarlo es porque creo que los sueños son el reflejo de inquietudes y muchas veces son la canalización perfecta de nuestros sentimientos más profundos que no conseguimos descifrar y expresarlos con palabras fácilmente. Además, en esta vida todo tiene un porque, ¿no?.

Este sueño no es más que la representación de la realidad. Un intento fugaz de plasmar la pobreza y la riqueza, las sonrisas de unos y las lagrimas de otros. En la actualidad, los seres humanos no se diferencian por sus razas, ni por sus culturas, sino por su dinero. Millones son los índices que nos dicen que es “ser pobre” y que no lo es. Miles de formulas y miles de organismos que analizan y determinan la pobreza, pero ¿Cuántos hacen algo por poner solución este eterno problema?

Mi sueño hace especialmente hincapié en eso. En la cohabitación entre pobreza y riqueza, entre éxito y fracaso. A un lado de la imagen, en su parte superior, como bien refleja su status en la sociedad actual, encontramos al empresario capitalista. Dueño de dueños y magnate de vidas. Cuando hablo de capitalismo, me refiero a ese capitalismo agresivo e insolidario que hace de este mundo una burbuja irrespirable donde muchos se ahogan a diario y muy pocos sobreviven. No hablo por hablar, los datos tristemente así lo reflejan. En la actualidad, los más ricos (20%) posee el 82,7% de la renta mundial, mientras que el resto (80%), solo posee el 17,3%. Por si no fuesen alarmantes estos datos, la diferencia sigue incrementándose año tras año sin que los gobiernos occidentales muevan tan sólo un dedo de su enorme mesa de cristal. Estos datos son sólo algunos de los muchos que podemos sacar a la luz y darnos cuenta de la “imagen” del mundo que estamos dibujando.

Bueno, sigamos con el sueño y en este caso con esa descripción del empresario. La representación de este personaje cobra especial importancia por el efecto visual que trasmite. Nuestro querido empresario se ve representado con una careta de cerdo. Un animal frecuentemente incorporado a la cultura capitalista no por su naturaleza – nadie dice que los capitalistas y los empresarios en general sean guarros, sucios o escasos de higiene –, sino por su significado. El significado del término “cerdo” es el adherido a una persona egoísta, prepotente y capaz de colocar sus intereses por encima del resto aunque ello signifique pisar tantas vidas humanas sean necesarias. Una vez vueltos a la imagen, el “cerdo” capitalista, rodeado de sus posesiones nos enseña una de tantas casas que posee, uno de tantos trajes que recorren sus armarios plagados de gemelos que superan en diez veces el suelo medio de cualquier trabajador, acompañado de una lujosa y suave corbata de seda que recoge la sobras que su gaznate no puede tragar. Orgulloso de su vida, el “cerdo” sonríe felizmente saboreando su paladar el sabor de un puro más, sabiendo que el actual modelo económico, el capitalismo, le sonreirá durante toda su larga y ostentosa vida.

Mi sueño refleja también la otra cara de la moneda. La cara de los desafortunados, de aquellos que no tuvieron la suerte de nacer donde hoy nosotros jugamos, comemos o nos divertimos. Por que... ¿Qué hubiese sido de nosotros si el destino hubiese decidido que naciésemos en Somalia, Uganda, Sudán, Afganistán, Perú, Guatemala o El Salvador?. La fortuna y la tragedia. Dos significantes vacíos, dos términos que cobran para nosotros significados muy diferentes que para aquellos que sufren la tragedia de cerca. Tuvimos la suerte de nacer donde nacimos y no valorar lo que tenemos. El pobre niño desprotegido dibujado en la imagen, nos refleja su vida, su entorno. Rodeado de basura lucha por sobrevivir, lucha por llevarse algo a la boca que calme los incesantes gritos de su tripa. Este niño nunca dejará de luchar por sobrevivir mientras el “cerdo” capitalista siga obcecado en la maximización de sus beneficios – primer principio del capitalismo –. Es curioso ver como la palabra “capitalismo” para unos es sinónimo de riqueza y bienestar y, para muchos otros, sinónimo de pobreza y precariedad.

Hoy he tenido un sueño que me ha sabido a realidad. Dicen que no elegimos lo que soñamos, y que no podemos controlar nuestra mente hasta el punto de soñar aquello que deseamos. Pero, no hay nada que nos impida trabajar con un objetivo: acabar con la pobreza. Conseguir que ese y miles de niños más no pasen hambre y no tengan que luchar por sobrevivir a diario. Conseguir que este sueño al menos, no sea un cruel reflejo de la realidad.

Crueles sueños

Xabier López de Armentia
Lectores
martes, 22 de abril de 2008, 02:58 h (CET)
Hoy he despertado con una imagen en la retina. Grabada en mi cabeza como si de una aguja se tratase perforando la piel de un inocente brazo tatuado. Arropado entre las sabanas, cubierto por una manta que protege mi cuerpo de las frías noches primaverales de esta tierra, azotada estos días por un temporal de viento y lluvias que hacen de esta mañana, de este despertar, el marco perfecto descriptivo de mi sueño.

-He soñado con la pobreza y la riqueza, con la fortuna y la desgracia, con la sonrisa y con las lagrimas, con el rico y el pobre. La imagen de mi cabeza refleja, un banal collage, que bien podría haberlo realizado cualquier niño en su escuela. Un collage que más allá de ser una mera suma de fotografías, cobra un significado y representa la realidad del mundo que nos asola.

En la imagen podemos distinguir, al pide la misma, un niño cualquiera, que bien podría ser de una de tantas regiones de África, el sudeste asiático o Sudamérica, cubierto de basura, rodeado de miseria. En la parte superior, un personaje trajeado se regocija mostrándonos una de las muchas casas que posee. Aunque lo carismático de este personaje no es eso, sino su rostro encubierto bajo una irrisoria y moldeada careta de cerdo.

Ustedes podrán pensar que rozo la locura y que mejor que desvelar mis peculiares sueños sobre el papel, podría pasar las horas sentado en el diván de un psicólogo o secuestrado de libertad en un psiquiátrico de carretera secundaria. Si me animo a contarlo es porque creo que los sueños son el reflejo de inquietudes y muchas veces son la canalización perfecta de nuestros sentimientos más profundos que no conseguimos descifrar y expresarlos con palabras fácilmente. Además, en esta vida todo tiene un porque, ¿no?.

Este sueño no es más que la representación de la realidad. Un intento fugaz de plasmar la pobreza y la riqueza, las sonrisas de unos y las lagrimas de otros. En la actualidad, los seres humanos no se diferencian por sus razas, ni por sus culturas, sino por su dinero. Millones son los índices que nos dicen que es “ser pobre” y que no lo es. Miles de formulas y miles de organismos que analizan y determinan la pobreza, pero ¿Cuántos hacen algo por poner solución este eterno problema?

Mi sueño hace especialmente hincapié en eso. En la cohabitación entre pobreza y riqueza, entre éxito y fracaso. A un lado de la imagen, en su parte superior, como bien refleja su status en la sociedad actual, encontramos al empresario capitalista. Dueño de dueños y magnate de vidas. Cuando hablo de capitalismo, me refiero a ese capitalismo agresivo e insolidario que hace de este mundo una burbuja irrespirable donde muchos se ahogan a diario y muy pocos sobreviven. No hablo por hablar, los datos tristemente así lo reflejan. En la actualidad, los más ricos (20%) posee el 82,7% de la renta mundial, mientras que el resto (80%), solo posee el 17,3%. Por si no fuesen alarmantes estos datos, la diferencia sigue incrementándose año tras año sin que los gobiernos occidentales muevan tan sólo un dedo de su enorme mesa de cristal. Estos datos son sólo algunos de los muchos que podemos sacar a la luz y darnos cuenta de la “imagen” del mundo que estamos dibujando.

Bueno, sigamos con el sueño y en este caso con esa descripción del empresario. La representación de este personaje cobra especial importancia por el efecto visual que trasmite. Nuestro querido empresario se ve representado con una careta de cerdo. Un animal frecuentemente incorporado a la cultura capitalista no por su naturaleza – nadie dice que los capitalistas y los empresarios en general sean guarros, sucios o escasos de higiene –, sino por su significado. El significado del término “cerdo” es el adherido a una persona egoísta, prepotente y capaz de colocar sus intereses por encima del resto aunque ello signifique pisar tantas vidas humanas sean necesarias. Una vez vueltos a la imagen, el “cerdo” capitalista, rodeado de sus posesiones nos enseña una de tantas casas que posee, uno de tantos trajes que recorren sus armarios plagados de gemelos que superan en diez veces el suelo medio de cualquier trabajador, acompañado de una lujosa y suave corbata de seda que recoge la sobras que su gaznate no puede tragar. Orgulloso de su vida, el “cerdo” sonríe felizmente saboreando su paladar el sabor de un puro más, sabiendo que el actual modelo económico, el capitalismo, le sonreirá durante toda su larga y ostentosa vida.

Mi sueño refleja también la otra cara de la moneda. La cara de los desafortunados, de aquellos que no tuvieron la suerte de nacer donde hoy nosotros jugamos, comemos o nos divertimos. Por que... ¿Qué hubiese sido de nosotros si el destino hubiese decidido que naciésemos en Somalia, Uganda, Sudán, Afganistán, Perú, Guatemala o El Salvador?. La fortuna y la tragedia. Dos significantes vacíos, dos términos que cobran para nosotros significados muy diferentes que para aquellos que sufren la tragedia de cerca. Tuvimos la suerte de nacer donde nacimos y no valorar lo que tenemos. El pobre niño desprotegido dibujado en la imagen, nos refleja su vida, su entorno. Rodeado de basura lucha por sobrevivir, lucha por llevarse algo a la boca que calme los incesantes gritos de su tripa. Este niño nunca dejará de luchar por sobrevivir mientras el “cerdo” capitalista siga obcecado en la maximización de sus beneficios – primer principio del capitalismo –. Es curioso ver como la palabra “capitalismo” para unos es sinónimo de riqueza y bienestar y, para muchos otros, sinónimo de pobreza y precariedad.

Hoy he tenido un sueño que me ha sabido a realidad. Dicen que no elegimos lo que soñamos, y que no podemos controlar nuestra mente hasta el punto de soñar aquello que deseamos. Pero, no hay nada que nos impida trabajar con un objetivo: acabar con la pobreza. Conseguir que ese y miles de niños más no pasen hambre y no tengan que luchar por sobrevivir a diario. Conseguir que este sueño al menos, no sea un cruel reflejo de la realidad.

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