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Gonzalo G. Velasco

"Despierto": Anestesia general

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Todos aquellos que hacia finales de los años ochenta programaban religiosamente sus videos de VHS a fin de no perderse ni un solo frame de las operaciones quirúrgicas que, con un afán divulgativo sólo equiparable a su extremo grado de realismo, retransmitía el ahora olvidado Doctor Beltrán en su programa En Buenas Manos, están de enhorabuena. Si hace unos cuantos meses veíamos en la tercera parte de Saw como el psicópata de la saga, Jigsaw, se sometía sonriente a una nada pudorosa intervención cerebral y, poco después, la película Turistas nos agasajaba con un transplante de riñón incluso más repulsivo, ahora es el debutante Joby Harold el que se empeña en rizar el rizo pergeñando una trama de lo más rocambolesca en cuyo núcleo nos topamos con una explícita, palpitante y harto grimosa, operación a corazón abierto no apta para los enfermos del mismo órgano, ni mucho menos, para cualquier espectador con problemas de hipocondría y/o desconfianza patológica en el sistema sanitario. Incluido Michael Moore.

Digamos, en aras de conservar una sorpresa en realidad nada sorprendente, que Despierto nos cuenta la historia de un pobre niño rico (Hayden Christensen en proceso de fermentación interpretativa), con una novia guapa y simpática (Jessica Alba ya fermentada en el propio licor de su condición de sex-symbol a costa de un talento por ahora inexistente), una madre turbia y posesiva (Lena Olin más desubicada que Bruce Willis en una de los hermanos Dardenne) y un amigo cirujano muy enrollado (Terrence Howard con cara de haber estado esnifando éter), que se somete a una operación médica dirigida por éste último para solucionar un pequeño problema de rendimiento coronario. Pero como todo aficionado al leer sinopsis comerciales ya debería haber averiguado a estas alturas, el problema, lejos de mejorar, se complica de lo lindo, pues, en primer lugar, la anestesia se limita a paralizar su cuerpo olvidándose por completo de su mente, y en segundo lugar, aunque no por ello menos predecible, nada dentro del procedimiento quirúrgico resulta ser lo que parece. Al menos, lo que los espectadores no aficionados a leer sinopsis comerciales pensarían que parece. Y como todo el mundo sabe a estas alturas, si hay algo que continúa leyéndose hoy en día en grandes cantidades además de los libros de Harry Potter y de Carlos Luís Zafón, eso son las sinopsis comerciales. ¿O no?

Pues eso. Que el film parte de una premisa interesante (la posibilidad de que un paciente pueda no perder la consciencia mientras lo abren en canal un grupo de matasanos), pero la dilata de forma innecesaria con todo tipo de trampantojos narrativos únicamente destinados a hacer de lo que bien podría haberse quedado en un cortometraje resultón, noventa minutos de supuesto suspense no se sabe muy bien si de naturaleza clásica o sobrenatural. Vamos, un lío. Y para rematar la jugada, el amigo Harold opta por disfrazar su astracanada con vestimentas oníricas en un intento vano de aspirar a cierta trascendencia de estilo. Juega con los tiempos, con los espacios, con las realidades paralelas, con los personajes, y con el espectador y lo hace con tan poca delicadeza que, al final, uno sale igual de mareado del cine que si le hubieran operado a él mismo. Si ese era el objetivo, doy buena fe de que Despierto lo cumple con creces, claro que, a diferencia del protagonista de la trama, todos nosotros podemos echarnos a dormir en mitad del metraje y eludir el hueco discurso de un autor primerizo al que, ya en calidad de guionista, ya en calidad de realizador, todavía le tiembla demasiado el pulso como para operar en condiciones sobre el interés del espectador.

"Despierto": Anestesia general

Gonzalo G. Velasco
Gonzalo G. Velasco
viernes, 4 de julio de 2008, 23:16 h (CET)
Todos aquellos que hacia finales de los años ochenta programaban religiosamente sus videos de VHS a fin de no perderse ni un solo frame de las operaciones quirúrgicas que, con un afán divulgativo sólo equiparable a su extremo grado de realismo, retransmitía el ahora olvidado Doctor Beltrán en su programa En Buenas Manos, están de enhorabuena. Si hace unos cuantos meses veíamos en la tercera parte de Saw como el psicópata de la saga, Jigsaw, se sometía sonriente a una nada pudorosa intervención cerebral y, poco después, la película Turistas nos agasajaba con un transplante de riñón incluso más repulsivo, ahora es el debutante Joby Harold el que se empeña en rizar el rizo pergeñando una trama de lo más rocambolesca en cuyo núcleo nos topamos con una explícita, palpitante y harto grimosa, operación a corazón abierto no apta para los enfermos del mismo órgano, ni mucho menos, para cualquier espectador con problemas de hipocondría y/o desconfianza patológica en el sistema sanitario. Incluido Michael Moore.

Digamos, en aras de conservar una sorpresa en realidad nada sorprendente, que Despierto nos cuenta la historia de un pobre niño rico (Hayden Christensen en proceso de fermentación interpretativa), con una novia guapa y simpática (Jessica Alba ya fermentada en el propio licor de su condición de sex-symbol a costa de un talento por ahora inexistente), una madre turbia y posesiva (Lena Olin más desubicada que Bruce Willis en una de los hermanos Dardenne) y un amigo cirujano muy enrollado (Terrence Howard con cara de haber estado esnifando éter), que se somete a una operación médica dirigida por éste último para solucionar un pequeño problema de rendimiento coronario. Pero como todo aficionado al leer sinopsis comerciales ya debería haber averiguado a estas alturas, el problema, lejos de mejorar, se complica de lo lindo, pues, en primer lugar, la anestesia se limita a paralizar su cuerpo olvidándose por completo de su mente, y en segundo lugar, aunque no por ello menos predecible, nada dentro del procedimiento quirúrgico resulta ser lo que parece. Al menos, lo que los espectadores no aficionados a leer sinopsis comerciales pensarían que parece. Y como todo el mundo sabe a estas alturas, si hay algo que continúa leyéndose hoy en día en grandes cantidades además de los libros de Harry Potter y de Carlos Luís Zafón, eso son las sinopsis comerciales. ¿O no?

Pues eso. Que el film parte de una premisa interesante (la posibilidad de que un paciente pueda no perder la consciencia mientras lo abren en canal un grupo de matasanos), pero la dilata de forma innecesaria con todo tipo de trampantojos narrativos únicamente destinados a hacer de lo que bien podría haberse quedado en un cortometraje resultón, noventa minutos de supuesto suspense no se sabe muy bien si de naturaleza clásica o sobrenatural. Vamos, un lío. Y para rematar la jugada, el amigo Harold opta por disfrazar su astracanada con vestimentas oníricas en un intento vano de aspirar a cierta trascendencia de estilo. Juega con los tiempos, con los espacios, con las realidades paralelas, con los personajes, y con el espectador y lo hace con tan poca delicadeza que, al final, uno sale igual de mareado del cine que si le hubieran operado a él mismo. Si ese era el objetivo, doy buena fe de que Despierto lo cumple con creces, claro que, a diferencia del protagonista de la trama, todos nosotros podemos echarnos a dormir en mitad del metraje y eludir el hueco discurso de un autor primerizo al que, ya en calidad de guionista, ya en calidad de realizador, todavía le tiembla demasiado el pulso como para operar en condiciones sobre el interés del espectador.

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