Mientras les escribo esto, Valencia y Getafe mantienen una pugna maravillosa por el cetro de la Copa del Rey. Los madrileños volvían por segunda vez consecutiva a la final, tras perderla el pasada año ante el todopoderoso Sevilla. Los de Laudrup llegan con una carga brutal de partidos, con toda la ilusión y con una deuda por cobrarle al dios del fútbol.
El Valencia llega en una de las peores crisis de su historia, con el fantasma del descenso amenazándoles, y con una división interna digna de una película de terror. Ambos necesitados, uno por salvar la temporada, y otro por hacer más grande su historia, después de poner contra las cuerdas al Bayern de Munich en la Copa de la UEFA.
Las aficiones fueron otro de los atrayentes del partido. Una marea azulona y otra naranja se fusionaron en el Calderón para completar una noche de color y de magia, digna de una final de Copa. Con sus Majestades en el palco, más cerquita de los pobres que de los ricos.
Y a cada párrafo que les escribo el partido avanza, pero Morientes acaba de sentenciar el encuentro, destapando lo que se va a convertir en un auténtico maleficio para el Getafe, y es la portería. En tan solo dos semanas, han caído en UEFA y Copa por errores de Abbondanzieri y de Ustari. Dos fallos incomprensibles que le ha costado al equipo madrileño algo más que un título.
Uno gana, otro pierde. El fútbol sigue debiéndole algo al Getafe, pero ahora ambos deben luchar por no caer en el infierno. La Copa no servirá de nada, si caen al abismo, pero de momento disfrutemos por la intensa final, que ambos equipos nos han brindado.