El debut cinematográfico del curtido realizador televisivo David Von Acken (The Shield, Californication, Saving Grace, CSI: NY) no podría haber estado más alejado del espíritu su tiempo. La película, titulada entre nosotros Enfrentados aunque allende los mares responda al mucho más adecuado nombre de Seraphim Falls, es un western de aroma tan clásico que ha conseguido que la crítica lo compare con obras inmortales del género como el Colorado Jim de Anthony Mann, el Jeremiah Johnson de Sydney Pollack o El Fuera de la Ley de Clint Eastwood, pero lo cierto es que bajo la superficie de esta historia tan simple en su planteamiento como compleja en su relectura de una tradición dejada de la mano de Dios, hay mucho más que el ojo de un director con pulso narrativo y visual anacrónico, porque en realidad, Enfrentados contiene más posmodernidad en sus fotogramas de lo que uno aprecia a primera vista.
Sin ánimo de ponernos sesudos (que aunque a uno le gusten las palabras esdrújulas tampoco es plan de caer en la pedantería inane), conviene recordar que una de las características de lo que conocemos como posmodernidad, ese fenómeno sociocultural generalizado que contiene en cada una de sus piezas más mala baba que la bilis de House, es el reciclaje de todas las tradiciones anteriores, y si analizamos la película de David Von Acken con lentes de gafapasta de videoclub, nos daremos cuenta de que si bien transpira clasicismo en cada uno de sus planos, también contiene códigos heredados del spaguetti western (la primaria dinámica de personajes es tal vez el ejemplo más claro, así como el flashback explicativo a lo Hasta que Llegó su Hora), un tono ciertamente elegiaco propio del western crepuscular, e incluso, en su tramo de clausura, cierta pátina experimental rayana en lo pretencioso muy en la línea de las recientes aproximaciones al género llevadas a cabo por cineastas como Michael Winterbottom, Jim Jarmusch o John Hillcoat en sus obras El Perdón, Dead Man o The Proposition.
En otras palabras, Enfrentados ejemplifica como nadie algo que muchos pensamos pero no nos atrevemos a decir en voz alta por miedo al qué dirán: a veces, el mejor camino para alcanzar la originalidad pasa por el respeto hacia la tradición, la mejor forma de resultar moderno consiste en disfrazarse de clásico, y las mejores películas, terminan siendo aquellas que dan la espalda a su tiempo y miran a la pared, con los brazos en cruz, de un pasado que ya nunca volverá porque nosotros mismos nos hemos encargado de dispararle un tiro en la nuca a fin de abrir paso a esa imparable locomotora que son las multisalas de barriada, una localización, por otro lado, tan western como el mismísimo Valle de la Muerte.