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Eduardo Cassano

Padres sin día, ni hijos

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Hace unos días se celebró el Día Internacional de la Mujer, y ayer fue el Día del Padre. Después de estas dos fechas no he podido evitar pensar en cómo debe sentirse hoy un padre que tiene prohibido ver a sus hijos, o se encuentra con muchas dificultades para poder hacerlo. Para él no hay un día. Ni siquiera por el hecho de ser únicamente un hombre, una persona.

Estoy de acuerdo en que, probablemente, la mayor parte de padres que no pueden ver a sus hijos es por causas justificadas, hasta cierto punto. ¿Pero qué ocurre con los padres que son injustamente apartados de sus hijos?

Pienso que una persona, hombre o mujer, pueden cometer muchas equivocaciones a lo largo de su vida, están en su derecho. Pero cuando hay niños por medio hay que dejar a un lado el rencor y el odio, y tratar de hacer frente común en su educación. No encuentro palabras para definir a las personas, hombres o mujeres, que utilizan a sus hijos como moneda de cambio o como herramienta legal.

Cada año se multiplican las separaciones y divorcios (lo volveremos a ver en septiembre), y después de las ayudas que ofrece Zapatero, cada vez habrán más parejas que se decidan a tener hijos. ¿Pero qué ocurre cuando las parejas se separan? Pues que en un terrorífico porcentaje mayoritario, ellas se quedan con los hijos, y el padre, según lo bien o mal que se haya comportado con la mujer, queda totalmente a expensas de su decisión para poder formar parte de la vida de, recordemos, un niño. Una criatura que en ocasiones todavía no tiene capacidad de razonamiento, y que ve como su padre desaparece de forma radical o paulatinamente de su vida, a diferencia de sus compañeros de clase.

Ayer en las páginas de todos los periódicos apuraban las ofertas de última hora de las tiendas con mejores campañas de marketing para que los hijos hicieran un regalo a su padre. Las ofertas de última tecnología, sobre todo, gracias al alarmante clima de consumismo en el que vivimos. ¿No estábamos en crisis? ¿Dónde está la crisis? Valiente hipocresía, superficialidad y falta de originalidad.

Seguro que alguno de esos padres de los que les hablo, que vivieron ayer su peor día del año, habrán echado de menos un regalo más económico y gratificante, como una carta escrita a mano de su hijo diciéndole lo mucho que le echa de menos, una fotografía reciente que guardar en la cartera o la simple posibilidad de darles un abrazo, o poder hablar con ellos un rato.

A esos padres, los que se preocupan por sus hijos y se encuentran con todas las trabas legales y las artimañas de algunas mujeres, haciendo valer su única condición de ser mujer como argumento, les mando un saludo y les animo a seguir luchando por sus derechos. Por los de sus hijos.

Padres sin día, ni hijos

Eduardo Cassano
Eduardo Cassano
viernes, 21 de marzo de 2008, 08:05 h (CET)
Hace unos días se celebró el Día Internacional de la Mujer, y ayer fue el Día del Padre. Después de estas dos fechas no he podido evitar pensar en cómo debe sentirse hoy un padre que tiene prohibido ver a sus hijos, o se encuentra con muchas dificultades para poder hacerlo. Para él no hay un día. Ni siquiera por el hecho de ser únicamente un hombre, una persona.

Estoy de acuerdo en que, probablemente, la mayor parte de padres que no pueden ver a sus hijos es por causas justificadas, hasta cierto punto. ¿Pero qué ocurre con los padres que son injustamente apartados de sus hijos?

Pienso que una persona, hombre o mujer, pueden cometer muchas equivocaciones a lo largo de su vida, están en su derecho. Pero cuando hay niños por medio hay que dejar a un lado el rencor y el odio, y tratar de hacer frente común en su educación. No encuentro palabras para definir a las personas, hombres o mujeres, que utilizan a sus hijos como moneda de cambio o como herramienta legal.

Cada año se multiplican las separaciones y divorcios (lo volveremos a ver en septiembre), y después de las ayudas que ofrece Zapatero, cada vez habrán más parejas que se decidan a tener hijos. ¿Pero qué ocurre cuando las parejas se separan? Pues que en un terrorífico porcentaje mayoritario, ellas se quedan con los hijos, y el padre, según lo bien o mal que se haya comportado con la mujer, queda totalmente a expensas de su decisión para poder formar parte de la vida de, recordemos, un niño. Una criatura que en ocasiones todavía no tiene capacidad de razonamiento, y que ve como su padre desaparece de forma radical o paulatinamente de su vida, a diferencia de sus compañeros de clase.

Ayer en las páginas de todos los periódicos apuraban las ofertas de última hora de las tiendas con mejores campañas de marketing para que los hijos hicieran un regalo a su padre. Las ofertas de última tecnología, sobre todo, gracias al alarmante clima de consumismo en el que vivimos. ¿No estábamos en crisis? ¿Dónde está la crisis? Valiente hipocresía, superficialidad y falta de originalidad.

Seguro que alguno de esos padres de los que les hablo, que vivieron ayer su peor día del año, habrán echado de menos un regalo más económico y gratificante, como una carta escrita a mano de su hijo diciéndole lo mucho que le echa de menos, una fotografía reciente que guardar en la cartera o la simple posibilidad de darles un abrazo, o poder hablar con ellos un rato.

A esos padres, los que se preocupan por sus hijos y se encuentran con todas las trabas legales y las artimañas de algunas mujeres, haciendo valer su única condición de ser mujer como argumento, les mando un saludo y les animo a seguir luchando por sus derechos. Por los de sus hijos.

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