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Ana Morilla

Niña, buenas noches… y buena suerte

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La victoria de ayer es la victoria de un estilo político. La marca ZP con sonrisa candorosa, imagen desencorbatada y estética bienpensante se ha impuesto a la cursi niña bilingüe heralda de las libertades y henchida de orgullo patrio. Gana la marca presidencialista y fácil de Zapatero, convencer y sumar, antes incluso que las ideas y programas del PSOE y sus recetas socialdemócratas y a pesar de la mediocridad de algunos cargos de Gobierno y partido, de la política errática en modelo de estado, de la gestión mejorable en infraestructuras o del diletantismo ante incertidumbres económicas. Vuelve a evidenciarse que la memoria electoral sólo alcanza 6 meses y que el sprint final cuenta y mucho.

La máxima que acuñó ZP en la campaña: a cada insulto una propuesta, a cada exageración una sonrisa - con ecos tan cristianos que concitan la simpatía con el flagelado- , ha pretendido la estética de la humildad, la ética de la serenidad: la campaña estaba hecha, cada ataque desmedido del adversario ha sido un paso más a la victoria. El resto del aparato de marketing liderado por Blanco se ha demostrado muy eficaz: optimismo nacional, defensa de la alegría democrática y capitalizar el voto y la participación como propios.

Por el contrario el PP se ha dejado encasillar en la campaña en un antipático estilo agrio e inquisitorial que la niña sólo ha ridiculizado. Su estrategia para recuperar el poder durante estos cuatro años se ha basado, principalmente, en consolidar votantes propios con oposición virulenta (al avance no consensuado hacia el federalismo y al estatuto de Cataluña, al diálogo o negociación con ETA, a cuestiones ideológicas - matrimonio homosexual, educación para la ciudadanía- a la insignificancia o ingenuidad en política exterior…). Sólo en la última etapa ha buscado el PP nuevos nichos de votantes con lógicas estrategias a lo Sarkozy de azuzar miedos frente a la crisis económica (subida de precios, paro, inflación e inmigración descontrolada). La marca Rajoy tan gris en la estética, tan dura en las formas (siempre con ese sello de Acebes y apartando activos como Gallardón) y tan impostada en la estética de barba clareada y niña de España, no ha resultado creible frente a la sonrisa confiada de Zapatero y la ceja de los artistas. El PP ha llegado a la campaña sin resuello para nuevos argumentos de desgaste ni margen para incrementar el tono crítico.

Pero sólo con el premio a su estilo amable y ya consolidado Zapatero no podrá gobernar los próximos cuatro años. El PSOE ha fagocitado sus aledaños ideológicos y territoriales pero para gobernar estará obligado a conjugar territorialización autonómica y atención a sus graneros de voto – Andalucía y Cataluña -, con la España de hemiciclo bipolar en la que el PP representa un 40,12% del electorado. Deberá hacerlo escuchando las consignas de grandes pactos de Estado que se deducen de las tartas electorales, en funambulismo entre la España diversa y la España que reclama más fortaleza del Estado central. Con CIU como socio principal para lo económico y con una pléyade de distintos partidos para muchos temas sociales. Con una crisis económica en ciernes y con una oposición que podría estar tentada de forzar elecciones anticipadas y que, a pesar del derrotista discurso de Rajoy en el balcón de Génova, está por ver que haga autocrítica en su forma de oposición.

Con todo, el respaldo de ayer al estilo político ZP cambiará para siempre la forma de hacer política en España. Las tácticas de indignación moral, desgaste grueso y descalificaciones generales, se medirán más y las sonrisas, gestos de modernidad, serenidad y mensajes positivos a la americana serán, a partir de ahora, formatos incuestionables de campaña. Adiós para siempre a la niña de España. Gana el buenas noches y buena suerte.

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Ana Morilla es asesora en Gestión Pública y comunicación política.

Niña, buenas noches… y buena suerte

Ana Morilla
Ana Morilla
martes, 11 de marzo de 2008, 07:04 h (CET)
La victoria de ayer es la victoria de un estilo político. La marca ZP con sonrisa candorosa, imagen desencorbatada y estética bienpensante se ha impuesto a la cursi niña bilingüe heralda de las libertades y henchida de orgullo patrio. Gana la marca presidencialista y fácil de Zapatero, convencer y sumar, antes incluso que las ideas y programas del PSOE y sus recetas socialdemócratas y a pesar de la mediocridad de algunos cargos de Gobierno y partido, de la política errática en modelo de estado, de la gestión mejorable en infraestructuras o del diletantismo ante incertidumbres económicas. Vuelve a evidenciarse que la memoria electoral sólo alcanza 6 meses y que el sprint final cuenta y mucho.

La máxima que acuñó ZP en la campaña: a cada insulto una propuesta, a cada exageración una sonrisa - con ecos tan cristianos que concitan la simpatía con el flagelado- , ha pretendido la estética de la humildad, la ética de la serenidad: la campaña estaba hecha, cada ataque desmedido del adversario ha sido un paso más a la victoria. El resto del aparato de marketing liderado por Blanco se ha demostrado muy eficaz: optimismo nacional, defensa de la alegría democrática y capitalizar el voto y la participación como propios.

Por el contrario el PP se ha dejado encasillar en la campaña en un antipático estilo agrio e inquisitorial que la niña sólo ha ridiculizado. Su estrategia para recuperar el poder durante estos cuatro años se ha basado, principalmente, en consolidar votantes propios con oposición virulenta (al avance no consensuado hacia el federalismo y al estatuto de Cataluña, al diálogo o negociación con ETA, a cuestiones ideológicas - matrimonio homosexual, educación para la ciudadanía- a la insignificancia o ingenuidad en política exterior…). Sólo en la última etapa ha buscado el PP nuevos nichos de votantes con lógicas estrategias a lo Sarkozy de azuzar miedos frente a la crisis económica (subida de precios, paro, inflación e inmigración descontrolada). La marca Rajoy tan gris en la estética, tan dura en las formas (siempre con ese sello de Acebes y apartando activos como Gallardón) y tan impostada en la estética de barba clareada y niña de España, no ha resultado creible frente a la sonrisa confiada de Zapatero y la ceja de los artistas. El PP ha llegado a la campaña sin resuello para nuevos argumentos de desgaste ni margen para incrementar el tono crítico.

Pero sólo con el premio a su estilo amable y ya consolidado Zapatero no podrá gobernar los próximos cuatro años. El PSOE ha fagocitado sus aledaños ideológicos y territoriales pero para gobernar estará obligado a conjugar territorialización autonómica y atención a sus graneros de voto – Andalucía y Cataluña -, con la España de hemiciclo bipolar en la que el PP representa un 40,12% del electorado. Deberá hacerlo escuchando las consignas de grandes pactos de Estado que se deducen de las tartas electorales, en funambulismo entre la España diversa y la España que reclama más fortaleza del Estado central. Con CIU como socio principal para lo económico y con una pléyade de distintos partidos para muchos temas sociales. Con una crisis económica en ciernes y con una oposición que podría estar tentada de forzar elecciones anticipadas y que, a pesar del derrotista discurso de Rajoy en el balcón de Génova, está por ver que haga autocrítica en su forma de oposición.

Con todo, el respaldo de ayer al estilo político ZP cambiará para siempre la forma de hacer política en España. Las tácticas de indignación moral, desgaste grueso y descalificaciones generales, se medirán más y las sonrisas, gestos de modernidad, serenidad y mensajes positivos a la americana serán, a partir de ahora, formatos incuestionables de campaña. Adiós para siempre a la niña de España. Gana el buenas noches y buena suerte.

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Ana Morilla es asesora en Gestión Pública y comunicación política.

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