Después del segundo cara a cara con Zapatero, en esta ocasión las encuestas dejan a Rajoy a veinte puntos por debajo de la victoria. El candidato del PP volvió a equivocarse, esta vez entrando en un terreno como la guerra de Irak, entre otros, donde no le beneficiaba nada. Por su parte, Zapatero mantuvo la serenidad y, esta vez sí, supo defenderse y contraatacar cuando tuvo la oportunidad.
De todo lo que dijo Rajoy me quedo con la famosa niña, un error que cometió en el primer debate -y que reconocieron desde su propio partido-, y también la hipócrita crítica de la política lingüística de Cataluña.
Es cierto que en Cataluña se multa sistemáticamente a los comercios cuyos letreros escritos están escritos en castellano -algo que personalmente he criticado en muchas ocasiones-, pero por desgracia no es algo nuevo, ni mucho menos que se haya inventado el PSOE de Zapatero. Cabe recordar que la ley de política lingüística fue aprobada años atrás, también con el apoyo del PP, y Rajoy no está ahora mismo en condiciones de prometer que va a cambiar eso cuando sabe de antemano que no lo podrá cumplir. Si caemos en la desgracia de que gane en las urnas el próximo domingo, para poder gobernar tendrá que pactar primero con los nacionalistas catalanes y, como ya hizo mientras era ministro en el gobierno de Aznar, callará y mirará a otro lado si quiere gobernar. Ahora, desde la oposición y con su habitual cinismo político, se queja de algo que ni siquiera a él le importa.
Y sobre su famosa niña, me pregunto cuál será su comportamiento si de mayor le dice que es lesbiana, que quiere adoptar a uno de esos niños abandonados por sus padres biológicos y que los trámites burocráticos les impiden tener la oportunidad de ser felices. Quizás antes de que todo eso ocurra, Rajoy tendrá a bien apuntar a su niña a uno de esos cursos que imparte una asociación del Opus Dei, subvencionada por el ayuntamiento del PP en Granada, en el que se enseña a las mujeres que para ser perfectas hay que saber coser, cocinar, y mantener un buen tipo.