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Quietud observadora

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No es propia de las vivencias actuales. Sometidos a las múltiples avalanchas cotidianas, el mínimo reposo reflexivo es una especie en vias de desaparición. No damos abasto. La angustia de las enfermedades es una constante abrumadora. Arrecia el clima conflictivo entre paises y ciudadanos (Economías desvencijadas, Derechos Humanos arrinconados, exigencias desprovistas de aportaciones, abusos). Mezcolanza informativa de difícil asimilación. Constituyen el MOVIMIENTO perpetuo en el que nos desenvolvemos y cuya asimilación precisamos. La vida estática no es una alternativa. Es la comprensión de las diferentes dinámicas la modeladora de los mejores rumbos.

La atención observadora requiere unas determinadas cualidades, tiempo disponible y esfuerzo generoso. Lejos de representar una oposición radical al dinamismo de la existencia, actúa desde una breve pausa, para la recuperación de las buenas orientaciones. Es por lo tanto una QUIETUD momentánea imprescindible para cada caminante. Dejarla de lado nos sumerge en los lodos de la irresponsabilidad, en el gregarismo detrás de algún iluminado en las variadas materias, en la idiotez de no estar presentes en la propia vida. Los riesgos corren parejos con los errores, satisfacciones o disgustos. Pero se trata de no ser arrastrados por el torbellino removido por otros protagonistas.

Lo que en el tráfago son quejas o lamentos, visto con cierto detenimiento, deriva del deficiente trato que damos a la DESIGUALDAD entre las personas. Sobre todo por la inaguantable superioridad ejercida por unos sobre otros. Con la tendencia de los superiores al incremento de su potencial y la desprotección progresiva de los menos favorecidos. Pretendemos el punto de partida de la igualdad, falseando de entrada los razonamientos; partiremos así, de un concepto irreal de igualdad natural. La renuncia a determinadas características particulares en aras del mejor equilibrio no forma parte de los bagajes culturales en curso, predominan las tensiones discordantes. Estamos ante el objetivo paradójico de ser desiguales en mejores condiciones.

El carácter utópico de la igualdad supera el concepto de utopía. Es un imposible entre los humanos por la propia constitución genética, efectos sociales y relaciones cósmicas. Desde la primera partícula a la última, en sus relaciones, son generadoras de modificaciones. Las inteligencias, fuerzas o psicologías, nunca serán iguales. Es preciso desmitificar la utopía, que raya en la necedad; para entrar en la consideraciones francas del CAOS de nuestras relaciones, en un aprendizaje constante entre situaciones inestables. El supuesto equilibrio es un burdo engaño, que nos aleja de los verdaderos planteamientos y por lo tanto también de las actitudes pertinentes para cada ocasión.

En el palomar descrito por Platón, que vamos poblando de aves (Conceptos, conocimientos, recuerdos, deseos), disponemos de ingentes recursos para cada ocasión decisiva de la vida. Contamos además con las aportaciones ocasionales desde otros palomares. Por eso resulta incongruente, que desde los vecindarios a la alta política, desde la familia a los más alejados; apreciemos la LIGEREZA desdeñosa en el trato con tales disponibilidades. Los intereses del momento no parecen una justificación suficiente. La cuota de libertad individual no se comporta de manera muy ambiciosa en vista del panorama deslucido en el que nos desenvolvemos; adolece de olvidos cualitativos imperdonables.

Vivimos incorporados a la sociedad opulenta de medios, pero llena de numerosas OQUEDADES carenciales. Llegamos a casi todos los rincones. Ese alcance avasallador nos descubre al mismo tiempo los agujeros de las carencias. Son muchas las lagunas manifestadas por cada ciudadano o por las diversas instituciones. De no espabilarnos, obsesionados por las carencias, acabamos inmersos en el reino de la sospecha permanente. Con estas tendencias agrandamos el alejamiento con respecto a los recursos disponibles; sean razonamientos, productos naturales o elaboraciones desarrolladas por los humanos. Centrados en el vacío, perdemos las mejores opciones; defectos bien visibles en las experiencias comunitarias.

En vez de sembradores encomiables, en terrenos propios y ajenos, quedamos entretenidos con la supuesta ausencia de semilleros convenientes. Inutilizados por esas actitudes navegamos al pairo, expuestos a los vendavales. Unas veces en forma de asistencia sanitaria despersonalizada, parafernalias políticas, consumismo impuesto por las propagandas equívocas o debates falseados por las posturas previas ligadas a intereses manipuladores. Observamos que las SEMILLAS empleadas en los ejemplos citados son muy ponzoñosas. La poca atención prestada a la materia prima empleada en la siembra, ridiculiza los lamentos posteriores; su selección es una tarea primordial en cualquie área de la existencia.

Muchas son las situaciones comprometidas a las que hemos de hacer frente. Lo hacemos a la ligera como agentes insustanciales o bien aplicando las mejores cualidades disponibles. En los debates grandilocuentes, la responsabilidad surge a cada frase, surgiendo dudas abundantes a la hora de la práctica real. No es lo mismo declararse RESPONSABLES en la intimidad complaciente, a nivel social, profesional, político, etc.; constituyen dimensiones diferenciadas, a menudo contrapuestas. En cada caso y momento, sometidas a condicionantes peculiares. Quizá por eso surjan tantas desaveniencias, usted se declara responsable; pero esa visión vale poco despegada del entorno.

Uno de los deslices habituales emana de la DISGREGACIÓN de los razonamientos empleados en cada gestión. Las ideas aparecen desperdigadas, las resoluciones conjuntas adquieren visos de impensables. Todavía más, llegan a ser utilizadas como si fueran independientes de las personas, permanecen acumuladas en nubes amenazantes. Lejos de una puesta en común de los rasgos primordiales, cada forma de pensar circula a su aire. Son ejemplos notorios del engreimiento de los individuos, poco dispuestos o enfrentados al contraste de pareceres. Hasta el presente, las redes creadas aumentan la disgregación, en un destrozo constante de la posible colaboración ciudadana. Las convergencias ralean.

No obstante, tampoco resulta tan complejo el conocimiento de la ubicación personal en los ambientes que les hubiera tocado en suerte. Los detalles confluyen en una serie de RECORRIDOS con trazos comunes muy manifiestos:
A. Los invasores del ámbito ajeno, sin otra medida que las potencias propias.
B. Los pusilánimes de poco empuje y amplias tragaderas.
C. Quienes participan activamente, al menos desde sus posiciones cercanas.
D. Los deshauciados por las variadas caras de la fortuna en sus desgraciadas modalidades.

Las malicias y bondades medran en cada una de las figuras mentadas, modelan cualquier actividad, como comprobamos a diario.

Quietud observadora

Rafael Pérez Ortolá
viernes, 16 de octubre de 2015, 05:19 h (CET)
No es propia de las vivencias actuales. Sometidos a las múltiples avalanchas cotidianas, el mínimo reposo reflexivo es una especie en vias de desaparición. No damos abasto. La angustia de las enfermedades es una constante abrumadora. Arrecia el clima conflictivo entre paises y ciudadanos (Economías desvencijadas, Derechos Humanos arrinconados, exigencias desprovistas de aportaciones, abusos). Mezcolanza informativa de difícil asimilación. Constituyen el MOVIMIENTO perpetuo en el que nos desenvolvemos y cuya asimilación precisamos. La vida estática no es una alternativa. Es la comprensión de las diferentes dinámicas la modeladora de los mejores rumbos.

La atención observadora requiere unas determinadas cualidades, tiempo disponible y esfuerzo generoso. Lejos de representar una oposición radical al dinamismo de la existencia, actúa desde una breve pausa, para la recuperación de las buenas orientaciones. Es por lo tanto una QUIETUD momentánea imprescindible para cada caminante. Dejarla de lado nos sumerge en los lodos de la irresponsabilidad, en el gregarismo detrás de algún iluminado en las variadas materias, en la idiotez de no estar presentes en la propia vida. Los riesgos corren parejos con los errores, satisfacciones o disgustos. Pero se trata de no ser arrastrados por el torbellino removido por otros protagonistas.

Lo que en el tráfago son quejas o lamentos, visto con cierto detenimiento, deriva del deficiente trato que damos a la DESIGUALDAD entre las personas. Sobre todo por la inaguantable superioridad ejercida por unos sobre otros. Con la tendencia de los superiores al incremento de su potencial y la desprotección progresiva de los menos favorecidos. Pretendemos el punto de partida de la igualdad, falseando de entrada los razonamientos; partiremos así, de un concepto irreal de igualdad natural. La renuncia a determinadas características particulares en aras del mejor equilibrio no forma parte de los bagajes culturales en curso, predominan las tensiones discordantes. Estamos ante el objetivo paradójico de ser desiguales en mejores condiciones.

El carácter utópico de la igualdad supera el concepto de utopía. Es un imposible entre los humanos por la propia constitución genética, efectos sociales y relaciones cósmicas. Desde la primera partícula a la última, en sus relaciones, son generadoras de modificaciones. Las inteligencias, fuerzas o psicologías, nunca serán iguales. Es preciso desmitificar la utopía, que raya en la necedad; para entrar en la consideraciones francas del CAOS de nuestras relaciones, en un aprendizaje constante entre situaciones inestables. El supuesto equilibrio es un burdo engaño, que nos aleja de los verdaderos planteamientos y por lo tanto también de las actitudes pertinentes para cada ocasión.

En el palomar descrito por Platón, que vamos poblando de aves (Conceptos, conocimientos, recuerdos, deseos), disponemos de ingentes recursos para cada ocasión decisiva de la vida. Contamos además con las aportaciones ocasionales desde otros palomares. Por eso resulta incongruente, que desde los vecindarios a la alta política, desde la familia a los más alejados; apreciemos la LIGEREZA desdeñosa en el trato con tales disponibilidades. Los intereses del momento no parecen una justificación suficiente. La cuota de libertad individual no se comporta de manera muy ambiciosa en vista del panorama deslucido en el que nos desenvolvemos; adolece de olvidos cualitativos imperdonables.

Vivimos incorporados a la sociedad opulenta de medios, pero llena de numerosas OQUEDADES carenciales. Llegamos a casi todos los rincones. Ese alcance avasallador nos descubre al mismo tiempo los agujeros de las carencias. Son muchas las lagunas manifestadas por cada ciudadano o por las diversas instituciones. De no espabilarnos, obsesionados por las carencias, acabamos inmersos en el reino de la sospecha permanente. Con estas tendencias agrandamos el alejamiento con respecto a los recursos disponibles; sean razonamientos, productos naturales o elaboraciones desarrolladas por los humanos. Centrados en el vacío, perdemos las mejores opciones; defectos bien visibles en las experiencias comunitarias.

En vez de sembradores encomiables, en terrenos propios y ajenos, quedamos entretenidos con la supuesta ausencia de semilleros convenientes. Inutilizados por esas actitudes navegamos al pairo, expuestos a los vendavales. Unas veces en forma de asistencia sanitaria despersonalizada, parafernalias políticas, consumismo impuesto por las propagandas equívocas o debates falseados por las posturas previas ligadas a intereses manipuladores. Observamos que las SEMILLAS empleadas en los ejemplos citados son muy ponzoñosas. La poca atención prestada a la materia prima empleada en la siembra, ridiculiza los lamentos posteriores; su selección es una tarea primordial en cualquie área de la existencia.

Muchas son las situaciones comprometidas a las que hemos de hacer frente. Lo hacemos a la ligera como agentes insustanciales o bien aplicando las mejores cualidades disponibles. En los debates grandilocuentes, la responsabilidad surge a cada frase, surgiendo dudas abundantes a la hora de la práctica real. No es lo mismo declararse RESPONSABLES en la intimidad complaciente, a nivel social, profesional, político, etc.; constituyen dimensiones diferenciadas, a menudo contrapuestas. En cada caso y momento, sometidas a condicionantes peculiares. Quizá por eso surjan tantas desaveniencias, usted se declara responsable; pero esa visión vale poco despegada del entorno.

Uno de los deslices habituales emana de la DISGREGACIÓN de los razonamientos empleados en cada gestión. Las ideas aparecen desperdigadas, las resoluciones conjuntas adquieren visos de impensables. Todavía más, llegan a ser utilizadas como si fueran independientes de las personas, permanecen acumuladas en nubes amenazantes. Lejos de una puesta en común de los rasgos primordiales, cada forma de pensar circula a su aire. Son ejemplos notorios del engreimiento de los individuos, poco dispuestos o enfrentados al contraste de pareceres. Hasta el presente, las redes creadas aumentan la disgregación, en un destrozo constante de la posible colaboración ciudadana. Las convergencias ralean.

No obstante, tampoco resulta tan complejo el conocimiento de la ubicación personal en los ambientes que les hubiera tocado en suerte. Los detalles confluyen en una serie de RECORRIDOS con trazos comunes muy manifiestos:
A. Los invasores del ámbito ajeno, sin otra medida que las potencias propias.
B. Los pusilánimes de poco empuje y amplias tragaderas.
C. Quienes participan activamente, al menos desde sus posiciones cercanas.
D. Los deshauciados por las variadas caras de la fortuna en sus desgraciadas modalidades.

Las malicias y bondades medran en cada una de las figuras mentadas, modelan cualquier actividad, como comprobamos a diario.

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