“Parece que España es un cuerpo compuesto de muchos cuerpos pequeños, destacados y opuestos entre sí, que mutuamente se oprimen, se desprecian y hacen una continua guerra civil. Cada provincia forma un cuerpo aparte, que sólo se interesa por su propia conservación, aunque con perjuicio y depresión de los demás (…) España conforma en definitiva, una república monstruosa formada de muchas pequeñas, cuyo interés particular de cada una, está en contradicción con el general”. Pablo de Olavide
“El manchego insulta al gallego, el vizcaíno al navarro, éste al aragonés, el portugués al castellano, reduciendo todos el amor de la Patria a su provincia, como si los demás no fuesen lo mismo por el clima, la religión y casi el gobierno”. Conde de Campomanes
“Una carrera del Pirineo al Estrecho de Gibraltar es un viaje por 20 naciones”. Nicomedes Pastor Díaz
Parece increíble que hayan transcurrido casi tres siglos de estas afirmaciones y lamentablemente, la situación no ha cambiado en nuestro país y lo más descorazonador es que nuestros políticos, parecen estar dispuestos a profundizar aún más en este estado de desguace. Territorios singulares, competencias exclusivas, excepcional trato fiscal... ¿Os suena?
No obstante, estoy convencido que a la gran mayoría de los españoles nos apena esta disposición de cosas y alentaríamos con fervor, discursos tan llenos de concordia y de fraternidad como el alegato que a continuación voy a exponer. Se trata de un fragmento del Manifiesto de La Junta de Gobierno de Vizcaya de 1808. Textos como este deberían, como diría Galdós, “esculpirse” en nuestros libros escolares y en la conciencia de nuestros dirigentes:
“Los Vascongados a los demás españoles: Españoles somos hermanos, un mismo espíritu nos anima a todos (...) Aragoneses, valencianos, andaluces, gallegos, leoneses, castellanos (…) Olvidad por un momento estos mismos nombres de eterna armonía y no os llaméis sino españoles (…) Recibid, como prueba incontrastable del espíritu que nos anima los holocaustos que ofrecen a la libertad española los Eguías, Los Mendizábal, los Echevarrías y otros infinitos vascongados (…)
Parafraseando a Francisco Silvela: “ya quisiéramos oír éstas o parecidas palabras brotando de los labios” de nuestros representantes; sin embargo en la atribulada España actual, “no se oye nada, no se percibe agitación en los espíritus, ni movimiento en las gentes”.