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Xabier López de Armentia

Kosovo, principio de una era

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El 17 de Febrero de 2008 pasará a la historia como el día en que una pequeña región de Serbia, estandarte “mítico” de la ancestral ya Yugoslavia de Tito, proclama su independencia. Esa región es Kosovo.

Kosovo es una región pequeña, de unos 10.000 km2 y con una población superior a los 2 millones de habitantes. Kosovo es, o era hasta hoy, una región albana en el corazón de Serbia y así lo demuestran sus datos demográficos. El 88% de la población de la región es albano kosovar, mientras que la población serbia no alcanza el 8%. La descompensación es evidente y clamorosa. Unido a esto recordamos que la presencia de la religión musulmana en la región ronda el 92% frente al 7% de ortodoxos serbios.

Una población que en su mayoría se define albana kosovar y profesa el Islam está siendo obligada a mantenerse atada a un país que es verdaderamente su polo opuesto, la ortodoxia serbia. Además de la diferencia religiosa de cada población, existen las limpiezas étnicas practicadas por los serbios que desencadenaron a finales de los años 90 la presencia de las tropas de la OTAN en la zona.

La independencia de Kosovo tomada el 17 de febrero es la consecuencia directa del ejercicio de su ciudadanía de decidir libremente su futuro. El famoso Derecho de Autodeterminación reflejado en la Carta de las Naciones Unidas por fin sirve para algo más que para exhibirlo en libros y citarlo en ponencias políticas.

Estos últimos días se ha hablado mucho de paralelismos entre Kosovo y otras regiones europeas que aspiran a formalizar su nación con la creación de un Estado, como pueden ser el caso de Euskal Herria, Catalunya, Escocia, Chechenia, etc. Más allá de comparar el caso kosovar con cada uno de estos quisiera hacer hincapié en lo democrático de la decisión adoptada por el gobierno de Prístina. Su ciudadanía libremente ha decidido tomar ese camino, el camino de la independencia; el camino de la esperanza y del empezar de cero a sabiendas que vendrán años peores posiblemente. Todos esos casos anteriormente mencionados buscan y persiguen el mismo objetivo: decidir libremente sus ciudadanos y ciudadanas su futuro, simplemente eso.

Por otra parte me parece irrisorio por no decir deleznable, la actitud del Gobierno español de negar la validez de la independencia de Kosovo por el mero hecho de haberla declarado unilateralmente (con el apoyo de la UE y Estados Unidos). En cualquier parte del mundo siempre habrá al menos una persona que no este de acuerdo con la mayoría de su comunidad, eso se llama diversidad y es buena para la convivencia. Sin embargo esa diversidad mínima no puede alienar y conducir a la inmensa mayoría a un precipicio sin salida hacia los conceptos que ella maneja y con los cuales se encuentra a gusto. La minoría no puede someter jamás a la mayoría.

En la democracia hay unas reglas, denominadas mayorías y minorías, las cuales no podemos saltárnoslas y ejercer la fuerza para someter a mayorías al dictamen de minorías. Por ejemplo, 10 personas, de las cuales 9 quieren girar a la izquierda y una a la derecha. ¿Hacia dónde giramos? Lo democrático sería hacerlo hacia la izquierda. Pero lo que sobretodo no se puede permitir es quedarse quieto en la calzada sin tomar una decisión por aquella persona que quiere girar a la derecha y no cede en sus posiciones. Eso es someter a la mayoría. En Kosovo ha sucedido lo mismo y cansados de esa situación han declarado su independencia. La pregunta es, ¿cuál será el próximo pueblo en alzar su voz y dejar de estar sometido a la minoría?

Kosovo, principio de una era

Xabier López de Armentia
Lectores
martes, 19 de febrero de 2008, 03:39 h (CET)
El 17 de Febrero de 2008 pasará a la historia como el día en que una pequeña región de Serbia, estandarte “mítico” de la ancestral ya Yugoslavia de Tito, proclama su independencia. Esa región es Kosovo.

Kosovo es una región pequeña, de unos 10.000 km2 y con una población superior a los 2 millones de habitantes. Kosovo es, o era hasta hoy, una región albana en el corazón de Serbia y así lo demuestran sus datos demográficos. El 88% de la población de la región es albano kosovar, mientras que la población serbia no alcanza el 8%. La descompensación es evidente y clamorosa. Unido a esto recordamos que la presencia de la religión musulmana en la región ronda el 92% frente al 7% de ortodoxos serbios.

Una población que en su mayoría se define albana kosovar y profesa el Islam está siendo obligada a mantenerse atada a un país que es verdaderamente su polo opuesto, la ortodoxia serbia. Además de la diferencia religiosa de cada población, existen las limpiezas étnicas practicadas por los serbios que desencadenaron a finales de los años 90 la presencia de las tropas de la OTAN en la zona.

La independencia de Kosovo tomada el 17 de febrero es la consecuencia directa del ejercicio de su ciudadanía de decidir libremente su futuro. El famoso Derecho de Autodeterminación reflejado en la Carta de las Naciones Unidas por fin sirve para algo más que para exhibirlo en libros y citarlo en ponencias políticas.

Estos últimos días se ha hablado mucho de paralelismos entre Kosovo y otras regiones europeas que aspiran a formalizar su nación con la creación de un Estado, como pueden ser el caso de Euskal Herria, Catalunya, Escocia, Chechenia, etc. Más allá de comparar el caso kosovar con cada uno de estos quisiera hacer hincapié en lo democrático de la decisión adoptada por el gobierno de Prístina. Su ciudadanía libremente ha decidido tomar ese camino, el camino de la independencia; el camino de la esperanza y del empezar de cero a sabiendas que vendrán años peores posiblemente. Todos esos casos anteriormente mencionados buscan y persiguen el mismo objetivo: decidir libremente sus ciudadanos y ciudadanas su futuro, simplemente eso.

Por otra parte me parece irrisorio por no decir deleznable, la actitud del Gobierno español de negar la validez de la independencia de Kosovo por el mero hecho de haberla declarado unilateralmente (con el apoyo de la UE y Estados Unidos). En cualquier parte del mundo siempre habrá al menos una persona que no este de acuerdo con la mayoría de su comunidad, eso se llama diversidad y es buena para la convivencia. Sin embargo esa diversidad mínima no puede alienar y conducir a la inmensa mayoría a un precipicio sin salida hacia los conceptos que ella maneja y con los cuales se encuentra a gusto. La minoría no puede someter jamás a la mayoría.

En la democracia hay unas reglas, denominadas mayorías y minorías, las cuales no podemos saltárnoslas y ejercer la fuerza para someter a mayorías al dictamen de minorías. Por ejemplo, 10 personas, de las cuales 9 quieren girar a la izquierda y una a la derecha. ¿Hacia dónde giramos? Lo democrático sería hacerlo hacia la izquierda. Pero lo que sobretodo no se puede permitir es quedarse quieto en la calzada sin tomar una decisión por aquella persona que quiere girar a la derecha y no cede en sus posiciones. Eso es someter a la mayoría. En Kosovo ha sucedido lo mismo y cansados de esa situación han declarado su independencia. La pregunta es, ¿cuál será el próximo pueblo en alzar su voz y dejar de estar sometido a la minoría?

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