La trayectoria profesional del maestro Jesús Janeiro “Jesulín de Ubrique” esta llena de numerosos acontecimientos que marcan un paso firme y seguro en la historia de las corridas de toros. Tras una exitosa etapa novilleril con vitola de figura desde su debut con caballos en Ronda en el 87 con el toro “Ambiciones” de Manolo González y bajo una gran expectación, toma la alternativa el 21 de septiembre de 1990 en la plaza de toros francesa de Nimes, de manos del diestro levantino José María Manzanares y Emilio Muñoz de testigo. El toro en suerte se llamó “Correcostas”, propiedad de Sánchez-Dalp.
A finales de abril del siguiente año sufre su primera cornada grave, de las ocho que tatúan su cuerpo, en la plaza de toros de Zaragoza, con un ejemplar de Los Bayones. Su firme escalada dará comienzo en el año de 1992 con dos grandes triunfos en la Real Maestranza de Sevilla: primero en la Corrida de la Prensa del 26 de junio y luego en la Feria de San Miguel ante dos buenas corridas de Diego Garrido. Aquí el diestro gaditano se destapa reafirmándose como un diestro muy completo: un excelente estoqueador de gran temple en la muleta y enorme poderío en la distancia corta, haciendo que cada muletazo dure una eternidad. Su concepto se asemeja al ejecutado por sus antecesores los maestros Luis Miguel Dominguín, Manuel Benítez “El Cordobés”, Paco Ojeda y Dámaso González; salvo que en contraposición con la personalidad de éstos, los supera en efectividad natural y en poderío incontestable.
Al año siguiente se convierte en un torero muy estimado entre el gran público y comienza su rápido ascenso a lo más alto. Pero no sería hasta el año de 1994 en plena Feria de San Fermín cuando consumándose la epopeya de cortar un rabo en la plaza de toros de Pamplona ante un toro de Osborne, se consagra como el torero más taquillero y popular de la historia.
El mismo año encabeza el escalafón de matadores de toros cosechando 153 corridas toreadas y 339 orejas cortadas, superando al diestro Manuel Benítez “El Cordobés” con 121 festejos actuados. Un año más tarde pulveriza su propio record obteniendo un total 164 corridas estoqueadas y un balance final de 279 trofeos otorgados. Desde entonces, nadie se ha atrevido a tan siquiera igualar semejante esfuerzo sobrehumano físico y psicológico.
A comienzos del año de 1999 y tras un lunes de resaca con una corrida de Guardiola en Sevilla, Jesús toma la difícil decisión de retirarse de los ruedos por falta de motivación. Dos años más tarde y con aires renovados, reaparece el 3 de marzo en Olivenza, movido por su gran afición y la reciente gloria de un pasado que aún le persigue.
En septiembre del mismo año un terrible accidente de automóvil estuvo a punto de costarle la vida pero no logró acabar con su afición, por lo que casi un año más tarde volvería a ponerse delante de un toro demostrando, hasta el pasado 12 de octubre en Zaragoza, sus célebres dotes de largura, temple y poderío.
Jesús Janeiro, incomprensiblemente y a pesar de un toreo largo de poderío ilimitado, de trazo limpio frente a todo tipo de toros, llenando cualquier coso taurino como en sus tardes de no hay billetes en Bilbao y convocando al mayor público que jamás tengamos referencias de torero alguno; recibió por parte de cierto sector del público y buena parte de la crítica un tratamiento a todas luces injusto y desproporcionado, reseñando su propio toreo de frío y poco profundo, cuando precisamente él como nadie en aquel momento pudo más y ante tantos animales.
Su carácter extrovertido y trasgresor en ocasiones, llevó a desafiar a la propia superstición: vistiéndose con un traje amarillo canario para torear en Las Ventas, subiéndose a lomos de un astado en Gijón y estoqueando tres corridas con público exclusivamente femenino en las plazas de Aranjuez, Puerto de Santa María y Granada..
Los amores y odios derivados de tales anécdotas nos distancian de su verdadera perspectiva como consumado diestro en el ruedo y frente al toro en donde jamás plegó bandera. Él mejor que nadie fue consciente en todo momento de aquellas faenas gloriosas desde cosos de primer orden, con aquellos públicos parciales de criterios preconcebidos que no dudaron en negarle en no pocas ocasiones un reconocimiento más ecuánime y proporcionado, siempre influido por los arbitrarios estereotipos. Un claro ejemplo de lo que afirmo fueron muchas de sus comparecencias en la Monumental de Las Ventas de Madrid y entre todas sus tardes, escojo la del año de 1994 con sus dos toros de El Puerto de San Lorenzo junto a Esplá y Mariano Jiménez. Aquella tarde Madrid miró para otro lado.
Aquí desde estas páginas estamos una mínima parte de los millones de aficionados que han tenido la inmensa suerte de verte torear. Estamos un pequeño grupo de esa multitud que te admira, te respeta y reconoce en ti a una gran figura del toreo. Jesús, maestro disfruta ahora del merecido descanso que los dioses prometen a sus héroes.