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Contratos por horas

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Los datos del paro juvenil en España son estremecedores. Los jóvenes de este país son los que más contratos por horas han de aceptar, si quieren formar parte del mundo laboral. Lo que indica que la baja calidad del empleo, y su escasez dibujan un panorama que no es, precisamente, tranquilizador ni esperanzador.

Que el promedio de tiempo para encontrar trabajo sea de seis años en nuestra nación es revelador, y da que pensar. En Dinamarca, por ejemplo, es de dos años. Y además, en numerosos casos, estos primeros trabajos de los jóvenes son por horas.

Estimo que los contratos por horas deben ser algo excepcional, y no algo frecuente, o una especie de comodín para las empresas, a costa de una mínima estabilidad económica para el trabajador.

Si a esto añadimos los contratos a tiempo parcial que son abundantes frente a los de tiempo completo, la cosa se complica. Es verdad que el nivel de NiNis que es de un 20% entre los jóvenes es muy alto, y complica aún más la situación de muchas familias.

En el resto de Europa, según dice, un informe de la OCDE el porcentaje de los jóvenes de otros países que trabajan por horas es mucho más bajo.

Evidentemente, la posible emancipación de los individuos se ve impedida o imposibilitada, en muchas situaciones, por razones económicas de peso, y que no son superables, en principio, con la oferta laboral actual existente.

La propia OCDE en su informe señala que en España «podría hacerse más por reforzar el papel de la F.P. y el aprendizaje basado en el trabajo». Efectivamente, considero que no está suficientemente valorada la formación que proporciona la Formación Profesional reglada y formal. El fracaso escolar en nuestro país, si se consideran los informes existentes al respecto, es otro obstáculo en la búsqueda de trabajo, y de los más fundamentales. Como es lógico, el informe citado reclama al estado más esfuerzo en políticas activas de empleo que faciliten, de mejor manera, la inserción laboral.

Estoy convencido que las legislación laboral debería estar sobre todo al servicio de los trabajadores. Las empresas, por sí mismas, sin recursos humanos, o sin personal, no sobreviven. Por tanto, aunque los trabajadores están en una posición de desventaja en la negociación laboral deben ser más apoyados por normas laborales que apuesten, clara y decididamente, por un contrato único indefinido a tiempo completo que reduzca, lo más posible, la insoportable temporalidad del mercado de trabajo español.

Porque los proyectos vitales de millones de personas en edad de trabajar pueden irse al garete, si la situación continúa así. Puede haber generaciones que permanezcan en el limbo, sin un futuro claro en su existencia, por la falta de perspectivas laborales. Queda que se marchen al extranjero a trabajar, una posible solución negativa para el país, por razones, fácilmente, entendibles. Y no solamente por la fuga de cerebros y talentos, porque es triste que numerosos ciudadanos tengan que ir a buscar un presente digno fuera de este país como último recurso, aunque deseen no hacerlo.

Contratos por horas

José Manuel López García
jueves, 24 de septiembre de 2015, 06:34 h (CET)
Los datos del paro juvenil en España son estremecedores. Los jóvenes de este país son los que más contratos por horas han de aceptar, si quieren formar parte del mundo laboral. Lo que indica que la baja calidad del empleo, y su escasez dibujan un panorama que no es, precisamente, tranquilizador ni esperanzador.

Que el promedio de tiempo para encontrar trabajo sea de seis años en nuestra nación es revelador, y da que pensar. En Dinamarca, por ejemplo, es de dos años. Y además, en numerosos casos, estos primeros trabajos de los jóvenes son por horas.

Estimo que los contratos por horas deben ser algo excepcional, y no algo frecuente, o una especie de comodín para las empresas, a costa de una mínima estabilidad económica para el trabajador.

Si a esto añadimos los contratos a tiempo parcial que son abundantes frente a los de tiempo completo, la cosa se complica. Es verdad que el nivel de NiNis que es de un 20% entre los jóvenes es muy alto, y complica aún más la situación de muchas familias.

En el resto de Europa, según dice, un informe de la OCDE el porcentaje de los jóvenes de otros países que trabajan por horas es mucho más bajo.

Evidentemente, la posible emancipación de los individuos se ve impedida o imposibilitada, en muchas situaciones, por razones económicas de peso, y que no son superables, en principio, con la oferta laboral actual existente.

La propia OCDE en su informe señala que en España «podría hacerse más por reforzar el papel de la F.P. y el aprendizaje basado en el trabajo». Efectivamente, considero que no está suficientemente valorada la formación que proporciona la Formación Profesional reglada y formal. El fracaso escolar en nuestro país, si se consideran los informes existentes al respecto, es otro obstáculo en la búsqueda de trabajo, y de los más fundamentales. Como es lógico, el informe citado reclama al estado más esfuerzo en políticas activas de empleo que faciliten, de mejor manera, la inserción laboral.

Estoy convencido que las legislación laboral debería estar sobre todo al servicio de los trabajadores. Las empresas, por sí mismas, sin recursos humanos, o sin personal, no sobreviven. Por tanto, aunque los trabajadores están en una posición de desventaja en la negociación laboral deben ser más apoyados por normas laborales que apuesten, clara y decididamente, por un contrato único indefinido a tiempo completo que reduzca, lo más posible, la insoportable temporalidad del mercado de trabajo español.

Porque los proyectos vitales de millones de personas en edad de trabajar pueden irse al garete, si la situación continúa así. Puede haber generaciones que permanezcan en el limbo, sin un futuro claro en su existencia, por la falta de perspectivas laborales. Queda que se marchen al extranjero a trabajar, una posible solución negativa para el país, por razones, fácilmente, entendibles. Y no solamente por la fuga de cerebros y talentos, porque es triste que numerosos ciudadanos tengan que ir a buscar un presente digno fuera de este país como último recurso, aunque deseen no hacerlo.

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