Pocas veces una película ha generado tanto runrún en Internet como Monstruoso. Como consecuencia de una campaña de marketing viral de lo más intensa, astuta y juguetona, miles de blogs estuvieron pendientes de las noticias que con cuentagotas llegaban sobre el proyecto durante muchos meses. En todo ese tiempo, se dosificó la información sobre el título con tanto celo que, inevitablemente, la producción de J.J. Abrams (genio de la televisión creador de series como Felicity, Alias o Perdidos), de la que apenas se sabía que trataba sobre la destrucción de Manhattan a manos de un monstruo gigantesco grabado cámara en mano por uno de los protagonistas a pie de calle, se ha quedado muy por debajo de las expectativas levantadas. En primer lugar, porque no aporta ningún dato nuevo a lo que ya sabíamos: un monstruo gigantesco destruye Manhattan, uno de los protagonistas a pie de calle lo graba todo, todito, con su cámara, y poco más; en segundo lugar, porque el cinéfago español todavía tiene demasiado fresco en su cerebro de tocinillo de cielo la satisfactoria experiencia de una película de similares características pero mejores resultados como es REC., y en tercer lugar porque, a estas alturas, hemos visto tantas veces la destrucción de Manhattan (tanto en la realidad como en la ficción), que la llegada del temido apocalipsis ya nos da un poco igual.

La película, dirigida por Matt Reeves, compañero de correrías de Abrams en Felicity, no aburre mientras dura, (salvo, tal vez, el prólogo de la fiesta: un auténtico tostón), emociona por momentos a golpe de diseño de sonido y alguna sorpresa de efectos especiales, y está realizada con un notable sentido del ritmo y el suspense, sin embargo, algo falla en ella que acaba convertida en un producto mucho más trivial de lo esperado. Y lo que falla, sin lugar a dudas, es el concepto de partida. Al igual que ocurría en REC., el recurso a la grabación en directo pone contra las cuerdas a cada segundo la credibilidad de la película, al menos, para los más puristas, pero incluso si el espectador cuenta con la capacidad de indulgencia suficiente como para pasar por alto este pequeño problemilla (y yo les puedo asegurar que debajo de mi pose de crítico tiquismiquis la poseo), hay en Monstruoso, además de un inexplicable y desopilante mal gusto a la hora de traducir el título original, (Cloverfield), un contrasentido de los gordos en su planteamiento como espectáculo, y es que si bien los responsables del show luchan en principio con denuedo por romper la puesta en escena tradicional de las películas con monstruo, situando al espectador en la piel de una hormiguita a punto de ser machacada que, en la línea de las producciones de serie B de Val Lewton en los años cuarenta, muy pocas veces establece contacto visual directo con su amenaza, luego no se cortan ni un pelo e introducen con calzador una incoherente y demasiado explícita trama romántica, al más puro estilo rescate de la princesita de Super Mario Bros, que, para sorpresa del público, dinamita toda la sensación de veracidad apocalíptica hasta entonces conseguida. Tal paradoja, junto a unas interpretaciones más bien mediocres, una bestia sin carisma, y el efecto déjà vu del conjunto, hacen de Monstruoso un film mucho más interesante por el ingenio y la creatividad que hay debajo de su promoción que por lo que realmente ofrece: mucho ruido y pocas nueces. O sea, prácticamente lo mismo, o incluso menos, que Roland Emmerich en Godzilla.