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Paco Milla

Los "cajones" de Ángel González y los "cojones" de Quini

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Finalizando el viernes y en el silencio de la expirante jornada, escribo hoy, sobre palabras que terminan en "ones", en honor a dos grandes.

Por estos lares, el poeta Ángel González , sin duda lo era, en su terreno. Ya todos sabemos la picaresca (o como quieran ustedes llamarlo), que se acostumbra, cuando muere un autor. "Es que había dejado escrito… es que quedó en el cajón"… en fin.

Para evitar las dudas, Chus Visor, editor del libro póstumo del maestro González, sentencia claramente en prensa norteña: "Nadie buscará en sus cajones. Los versos que publicaremos, fueron escritos hace unos años. No es su última obra. Son el fruto de una gran depresión del autor, de un tiempo de suma tristeza. No tienen nada que ver con sus últimos poemas, casi infantiles. Ángel, estaba volviendo a sus orígenes en sus últimos escritos".

Por mi parte, solo decir que, si fue capaz o vivió el tiempo necesario, para regresar mentalmente a su infancia, a su paraíso, a la edad sagrada, si tuvo la suficiente lucidez, como para volver de nuevo a ser niño, entonces sin duda alguna, conoció el paraíso, antes de expirar. Sabio, sin duda.

Quizás en aquella época paso hambre, o no…¡quién sabe!

Pero, seguramente, cuando se "regresa" se reviven cosas mas "etéreas" , menos sólidas, si me permiten llamarlo así. Se respira lo positivo, quizás, cual sesentón que rememora la mili.

Posiblemente, mientras escribía los últimos versos, su olfato retornaba al perfume de su madre, cuando cada mañana le despertaba, con el roce de su mejilla. Le podía gustar mas o menos, pero aquel olor identificaba a lo que mas quería, o quizás el tacto acariciante del canto a sus primeros libros, cuando soñaba con ver sus nombre en la portada, el acartonamiento de aquella hoja de árbol, bien conocido, que su primera enamorada, utilizó como marca, en el poemario que desvirgó al mundo con la penetración suave, de un poeta que hablaba de libertad en tiempos difíciles. O el abrazo de su padre, cuando le dejó a las puertas de aquel centro, donde cursaría sus estudios superiores, aquella mirada que lo decía todo…¡conseguí traerte hasta aquí…¡ahora depende de ti, Angelin!

Ahora que se posó, el polvo que levantó tu marcha, te saludo, poeta. Tus cajones están vacios… porque tu obra está en la calle.

Y ya me perdonarán, pero ahora paso de hablar de cajones, a hacerlo de cojones.

¡Los de Quini! No diré su nombre, pues el Molinón ya le bautizó y el Molinón es muy grande, oigan.

Me sobrecogió el lunes, ver la foto de un Quini, sumergido en sus labores rojiblancas, con las gafillas caídas, sobre la pronunciada nariz, buscando en sus papeles, que jugador debutaba y cual era retirado. Parecía sumamente concentrado en su labor. Pero había una pequeña reseña, para quienes leyeron la crónica sportinguista hasta el final. Quini, hizo una "despedida temporal" casi susurrando y sin querer levantar polvo.

¡Hasta la vista a todos, el jueves me operan y espero volver pronto!. Así, sin mas.

Ante la sorpresa e insistencia de los periodistas, dijo: "¿cómo puedo explicaros algo que difícilmente yo comprendo? Me operaré y volveré… no se cuando, pero volveré".

Este es otro monstruo, oigan. Minutos antes, enfrascado en los papeles y un momento después, anuncia que se "interna" en el túnel de la lucha contra el "puto cangrejo"

Cierto es, que siempre tuvo un carácter envidiablemente positivo y eso, precisamente eso y su capacidad de lucha, aprendida desde pequeño y ampliamente demostrada, serán las que le saquen de esta "pausa" forzada por el impresentable, al que nadie invita y tan frecuentemente se presenta.

"El Brujo" le llaman, no se olviden de él, porque este, esta acostumbrado a convencer y… ¡VENCER! Así será. Lo sé. ¡Quini… ahora… ahora!

Los "cajones" de Ángel González y los "cojones" de Quini

Paco Milla
Paco Milla
sábado, 9 de febrero de 2008, 10:38 h (CET)
Finalizando el viernes y en el silencio de la expirante jornada, escribo hoy, sobre palabras que terminan en "ones", en honor a dos grandes.

Por estos lares, el poeta Ángel González , sin duda lo era, en su terreno. Ya todos sabemos la picaresca (o como quieran ustedes llamarlo), que se acostumbra, cuando muere un autor. "Es que había dejado escrito… es que quedó en el cajón"… en fin.

Para evitar las dudas, Chus Visor, editor del libro póstumo del maestro González, sentencia claramente en prensa norteña: "Nadie buscará en sus cajones. Los versos que publicaremos, fueron escritos hace unos años. No es su última obra. Son el fruto de una gran depresión del autor, de un tiempo de suma tristeza. No tienen nada que ver con sus últimos poemas, casi infantiles. Ángel, estaba volviendo a sus orígenes en sus últimos escritos".

Por mi parte, solo decir que, si fue capaz o vivió el tiempo necesario, para regresar mentalmente a su infancia, a su paraíso, a la edad sagrada, si tuvo la suficiente lucidez, como para volver de nuevo a ser niño, entonces sin duda alguna, conoció el paraíso, antes de expirar. Sabio, sin duda.

Quizás en aquella época paso hambre, o no…¡quién sabe!

Pero, seguramente, cuando se "regresa" se reviven cosas mas "etéreas" , menos sólidas, si me permiten llamarlo así. Se respira lo positivo, quizás, cual sesentón que rememora la mili.

Posiblemente, mientras escribía los últimos versos, su olfato retornaba al perfume de su madre, cuando cada mañana le despertaba, con el roce de su mejilla. Le podía gustar mas o menos, pero aquel olor identificaba a lo que mas quería, o quizás el tacto acariciante del canto a sus primeros libros, cuando soñaba con ver sus nombre en la portada, el acartonamiento de aquella hoja de árbol, bien conocido, que su primera enamorada, utilizó como marca, en el poemario que desvirgó al mundo con la penetración suave, de un poeta que hablaba de libertad en tiempos difíciles. O el abrazo de su padre, cuando le dejó a las puertas de aquel centro, donde cursaría sus estudios superiores, aquella mirada que lo decía todo…¡conseguí traerte hasta aquí…¡ahora depende de ti, Angelin!

Ahora que se posó, el polvo que levantó tu marcha, te saludo, poeta. Tus cajones están vacios… porque tu obra está en la calle.

Y ya me perdonarán, pero ahora paso de hablar de cajones, a hacerlo de cojones.

¡Los de Quini! No diré su nombre, pues el Molinón ya le bautizó y el Molinón es muy grande, oigan.

Me sobrecogió el lunes, ver la foto de un Quini, sumergido en sus labores rojiblancas, con las gafillas caídas, sobre la pronunciada nariz, buscando en sus papeles, que jugador debutaba y cual era retirado. Parecía sumamente concentrado en su labor. Pero había una pequeña reseña, para quienes leyeron la crónica sportinguista hasta el final. Quini, hizo una "despedida temporal" casi susurrando y sin querer levantar polvo.

¡Hasta la vista a todos, el jueves me operan y espero volver pronto!. Así, sin mas.

Ante la sorpresa e insistencia de los periodistas, dijo: "¿cómo puedo explicaros algo que difícilmente yo comprendo? Me operaré y volveré… no se cuando, pero volveré".

Este es otro monstruo, oigan. Minutos antes, enfrascado en los papeles y un momento después, anuncia que se "interna" en el túnel de la lucha contra el "puto cangrejo"

Cierto es, que siempre tuvo un carácter envidiablemente positivo y eso, precisamente eso y su capacidad de lucha, aprendida desde pequeño y ampliamente demostrada, serán las que le saquen de esta "pausa" forzada por el impresentable, al que nadie invita y tan frecuentemente se presenta.

"El Brujo" le llaman, no se olviden de él, porque este, esta acostumbrado a convencer y… ¡VENCER! Así será. Lo sé. ¡Quini… ahora… ahora!

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