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Pelayo López

"Goyas 2008": pensar en verde y burbujear con sabor propio

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Sin entrar a valorar los premiados y los no premiados en los Goya 2008, las justicias e injusticias de toda “competición” que se precie, sí que conviene rescatar de la dejadez algunos comentarios más que apropiados en torno a la ceremonia de entrega de la presente edición. Como siempre suelen resultar molestas las comparaciones, máxime cuando de ponerse ante el espejo de los Oscar se trata, bastará decir que las diferencias salvables entre una gala y otra no consisten únicamente, sin que esto entrañe un comentario peyorativo ni positivo ni negativo, en cambiar la moqueta roja típica por otra alfombra verde.

¡Algo está claro!. Restregarnos una y mil veces las carencias de nuestro cine en la cara, fustigándonos con la “fiesta” de la mayor industria del cine mundial –por mucho que a Bollywood le pese, su repercusión internacional es prácticamente inexistente-, no es nada inteligente. La identidad propia es mucho más que una simple expresión, es un intento por no zozobrar en la histeria colectiva teledirigida por el pensamiento único. Y, siendo sincero, lo único que creo hay que envidiar en relación a este tipo de celebraciones al otro lado del charco no es a los Oscar sino a los Globos de Oro, concretamente a su disposición y condición. La solemnidad no va con nuestro espíritu, y no le “cae” nada bien a nuestro carácter, con lo cual es muy recomendable que, de cara a la próxima edición, los responsables se lo piensen al menos de cara a organizar el evento en plan mesas por películas al igual que en los Premios de la Crítica Extranjera en Hollywood o como ocurre igualmente en Eurovisión.

Muchos achacan que nuestro cine carece del más mínimo glamour, aunque, personalmente, no lo creo así. Siempre nos ha gustado más el cine americano que el propio, y esta circunstancia también deja su huella en este sentido. Demagogia fácil: “Elsa Pataky no tiene el mismo glamour que Nicole Kidman”. Realidad: “Belén Rueda, si lo desea, no tiene nada que envidiar en glamour a muchas estrellas de Hollywood”. Aunque, claro está, siempre lo puede echar todo por tierra el presentador y sus apariciones. Vestirse como una burbuja Freixenet o hacerlo con recortes de la Ley del Cine, no parece, a priori, la fórmula idónea para . No obstante, peor resultan aún números y spots totalmente innecesarios o reminiscencias reiterativas del año anterior que, únicamente, contribuyen a alimentar esa “leyenda urbana” de que la ceremonia es soporífera y eternamente larga. ¡Y tampoco es así!. Los Goya han sido como un partido de fútbol!. De los 90 minutos de partido, el tiempo efectivo queda reducido a una tercera parte. De las 3 horas de duración retransmitida con el “inclasificable” retardo –y no es el de los preservativos-, la mayor parte se “esfumó” en cortes publicitarios. En esta época en la que la publicidad es capaz de incorporarse en cualquier lugar y momento, es totalmente imperdonable esta realidad. Para el año próximo, anuncios en pantalla simultáneamente, en el suelo del escenario, antes y detrás de los respectivos cortes.

Como llamativos minutos goyescos, conviene recordar: la mayor locuacidad en los discursos la ofrecieron los pretendidos out-let o cortometrajistas, la emotividad de Alfredo Landa en su honorífica despedida le incapacitó para articular palabra alguna, el recuerdo sentido y exclusivo del maestro Alcaine con su premio en la mano hacia las 13 rosas una por una, el defensivo y discurso de la Presidenta, la falta de significación y reivindicación de un gremio al que se le supone salvo por dosis contadas –especialmente loable la de la responsable en nuestro país de MSF-… En estos párrafos inservibles, les hemos dejado a los organizadores algunas cuantas ideas para el futuro, así que espero nos hagan caso, al menos en algo, por el bien de todos: pensar en verde y burbujear con sabor propio.

"Goyas 2008": pensar en verde y burbujear con sabor propio

Pelayo López
Pelayo López
miércoles, 26 de marzo de 2008, 02:37 h (CET)
Sin entrar a valorar los premiados y los no premiados en los Goya 2008, las justicias e injusticias de toda “competición” que se precie, sí que conviene rescatar de la dejadez algunos comentarios más que apropiados en torno a la ceremonia de entrega de la presente edición. Como siempre suelen resultar molestas las comparaciones, máxime cuando de ponerse ante el espejo de los Oscar se trata, bastará decir que las diferencias salvables entre una gala y otra no consisten únicamente, sin que esto entrañe un comentario peyorativo ni positivo ni negativo, en cambiar la moqueta roja típica por otra alfombra verde.

¡Algo está claro!. Restregarnos una y mil veces las carencias de nuestro cine en la cara, fustigándonos con la “fiesta” de la mayor industria del cine mundial –por mucho que a Bollywood le pese, su repercusión internacional es prácticamente inexistente-, no es nada inteligente. La identidad propia es mucho más que una simple expresión, es un intento por no zozobrar en la histeria colectiva teledirigida por el pensamiento único. Y, siendo sincero, lo único que creo hay que envidiar en relación a este tipo de celebraciones al otro lado del charco no es a los Oscar sino a los Globos de Oro, concretamente a su disposición y condición. La solemnidad no va con nuestro espíritu, y no le “cae” nada bien a nuestro carácter, con lo cual es muy recomendable que, de cara a la próxima edición, los responsables se lo piensen al menos de cara a organizar el evento en plan mesas por películas al igual que en los Premios de la Crítica Extranjera en Hollywood o como ocurre igualmente en Eurovisión.

Muchos achacan que nuestro cine carece del más mínimo glamour, aunque, personalmente, no lo creo así. Siempre nos ha gustado más el cine americano que el propio, y esta circunstancia también deja su huella en este sentido. Demagogia fácil: “Elsa Pataky no tiene el mismo glamour que Nicole Kidman”. Realidad: “Belén Rueda, si lo desea, no tiene nada que envidiar en glamour a muchas estrellas de Hollywood”. Aunque, claro está, siempre lo puede echar todo por tierra el presentador y sus apariciones. Vestirse como una burbuja Freixenet o hacerlo con recortes de la Ley del Cine, no parece, a priori, la fórmula idónea para . No obstante, peor resultan aún números y spots totalmente innecesarios o reminiscencias reiterativas del año anterior que, únicamente, contribuyen a alimentar esa “leyenda urbana” de que la ceremonia es soporífera y eternamente larga. ¡Y tampoco es así!. Los Goya han sido como un partido de fútbol!. De los 90 minutos de partido, el tiempo efectivo queda reducido a una tercera parte. De las 3 horas de duración retransmitida con el “inclasificable” retardo –y no es el de los preservativos-, la mayor parte se “esfumó” en cortes publicitarios. En esta época en la que la publicidad es capaz de incorporarse en cualquier lugar y momento, es totalmente imperdonable esta realidad. Para el año próximo, anuncios en pantalla simultáneamente, en el suelo del escenario, antes y detrás de los respectivos cortes.

Como llamativos minutos goyescos, conviene recordar: la mayor locuacidad en los discursos la ofrecieron los pretendidos out-let o cortometrajistas, la emotividad de Alfredo Landa en su honorífica despedida le incapacitó para articular palabra alguna, el recuerdo sentido y exclusivo del maestro Alcaine con su premio en la mano hacia las 13 rosas una por una, el defensivo y discurso de la Presidenta, la falta de significación y reivindicación de un gremio al que se le supone salvo por dosis contadas –especialmente loable la de la responsable en nuestro país de MSF-… En estos párrafos inservibles, les hemos dejado a los organizadores algunas cuantas ideas para el futuro, así que espero nos hagan caso, al menos en algo, por el bien de todos: pensar en verde y burbujear con sabor propio.

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