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Se acabaría por perder el respeto a la mujer

Un profeta del siglo XX

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En general, hay muchas personas que tienen una equivocada idea de lo que es un profeta en la Biblia, puesto que entienden que es una especie de adivino del futuro, cuando en realidad es una persona que vive en unión con Dios y ello le hace tener una visión más perfecta del mundo, que le lleva a “verlas venir”, lo cual no es lo mismo que ser adivino, sino tener un mayor sentido de la realidad. Por eso, también en la Biblia, Dios da el criterio por el que se puede distinguir un verdadero profeta de un simple charlatán: Las profecías de los verdaderos profetas se terminan cumpliendo, no porque sean adivinos, sino porque entienden el mundo en el que viven.

Esto viene a cuento de un pequeño texto casi desconocido, pero que ha resultado profético. Es el número 17 de la encíclica Humanae vitae del Beato Pablo VI.

Quienes tengan una visión demasiado a ras de suelo de los acontecimientos podrán sostener que el pontificado de Pablo VI iba razonablemente bien hasta que de pronto se fue a tomar por culo con la encíclica Humanae vitae de 1968. De hecho, en los diez años siguientes de su pontificado ya no escribió ninguna encíclica más, siendo esos últimos años un verdadero calvario para él, en los que no solo fue zaherido por los enemigos de la Iglesia, sino por parte de no pocos cristianos (laicos, religiosos, sacerdotes e incluso obispos), que se rebelaron contra él y le hicieron la vida imposible.

La razón de esa rebelión y de ese odio al Papa fue la Humanae vitae, y más concretamente esa idea central, consistente en sostener que va contra la voluntad de Dios separar los significados unitivo y procreador del acto conyugal, lo que cerraba el camino al preservativo dentro del matrimonio, a la manipulación de la reproducción, y a todos los medios de control de la natalidad que no fuesen naturales.

Fueron muchísimas las presiones que Pablo VI recibió en los días previos a la firma de esa encíclica, incluso por parte de cardenales y obispos que estaban dispuestos a traicionar la doctrina de Jesucristo y le llegaron a poner encima de la mesa un borrador de encíclica que claudicaba de ella. No solo cojones, sino una especial gracia de Dios, fueron los que le llevaron al Papa a firmar un texto que casi 50 años después se ha revelado como profético, no solo por la fidelidad a la doctrina de Jesucristo, sino porque ha predicho un futuro que por desgracia se ha cumplido.

¿Qué decía el Papa en el número 17? El Papa advertía sobre cuatro posibles consecuencias negativas derivadas de los métodos de regulación artificial de la natalidad, que eran estas: 1ª) Se abriría fácilmente el camino a la infidelidad conyugal. 2ª) Se produciría una degradación general de la moralidad. 3ª) Se acabaría por perder el respeto a la mujer y se llegaría a considerarla como simple instrumento de goce egoísta y no como compañera respetada y amada. 4ª) Se llegaría a poner en manos de autoridades públicas inmorales un arma peligrosa con la que estas impondrían a sus pueblos métodos anticonceptivos arbitrariamente, vulnerando la más reservada intimidad personal y conyugal.

No es necesario un largo discurso para darse cuenta que estas advertencias son hoy una dolorosa realidad que muchos—y sobre todo, muchas—sufren en sus propias carnes. Pero así es la vida. También Juan Pablo II advirtió desde el balcón del Vaticano a George Bush de un modo dramático que no diera comienzo a la guerra de Irak. No le hizo caso, y hoy vemos las consecuencias de aquello.

Pablo VI murió abandonado de muchos y con el tiempo ha llegado a ser olvidado de casi todos. Su beatificación el año pasado lo fue sin apenas pena y gloria. Pero fue fiel a Jesucristo. Algún día—ojala no sea dentro de mucho tiempo—esa fidelidad dará sus frutos.

Un profeta del siglo XX

Se acabaría por perder el respeto a la mujer
Antonio Moya Somolinos
sábado, 22 de agosto de 2015, 06:39 h (CET)
En general, hay muchas personas que tienen una equivocada idea de lo que es un profeta en la Biblia, puesto que entienden que es una especie de adivino del futuro, cuando en realidad es una persona que vive en unión con Dios y ello le hace tener una visión más perfecta del mundo, que le lleva a “verlas venir”, lo cual no es lo mismo que ser adivino, sino tener un mayor sentido de la realidad. Por eso, también en la Biblia, Dios da el criterio por el que se puede distinguir un verdadero profeta de un simple charlatán: Las profecías de los verdaderos profetas se terminan cumpliendo, no porque sean adivinos, sino porque entienden el mundo en el que viven.

Esto viene a cuento de un pequeño texto casi desconocido, pero que ha resultado profético. Es el número 17 de la encíclica Humanae vitae del Beato Pablo VI.

Quienes tengan una visión demasiado a ras de suelo de los acontecimientos podrán sostener que el pontificado de Pablo VI iba razonablemente bien hasta que de pronto se fue a tomar por culo con la encíclica Humanae vitae de 1968. De hecho, en los diez años siguientes de su pontificado ya no escribió ninguna encíclica más, siendo esos últimos años un verdadero calvario para él, en los que no solo fue zaherido por los enemigos de la Iglesia, sino por parte de no pocos cristianos (laicos, religiosos, sacerdotes e incluso obispos), que se rebelaron contra él y le hicieron la vida imposible.

La razón de esa rebelión y de ese odio al Papa fue la Humanae vitae, y más concretamente esa idea central, consistente en sostener que va contra la voluntad de Dios separar los significados unitivo y procreador del acto conyugal, lo que cerraba el camino al preservativo dentro del matrimonio, a la manipulación de la reproducción, y a todos los medios de control de la natalidad que no fuesen naturales.

Fueron muchísimas las presiones que Pablo VI recibió en los días previos a la firma de esa encíclica, incluso por parte de cardenales y obispos que estaban dispuestos a traicionar la doctrina de Jesucristo y le llegaron a poner encima de la mesa un borrador de encíclica que claudicaba de ella. No solo cojones, sino una especial gracia de Dios, fueron los que le llevaron al Papa a firmar un texto que casi 50 años después se ha revelado como profético, no solo por la fidelidad a la doctrina de Jesucristo, sino porque ha predicho un futuro que por desgracia se ha cumplido.

¿Qué decía el Papa en el número 17? El Papa advertía sobre cuatro posibles consecuencias negativas derivadas de los métodos de regulación artificial de la natalidad, que eran estas: 1ª) Se abriría fácilmente el camino a la infidelidad conyugal. 2ª) Se produciría una degradación general de la moralidad. 3ª) Se acabaría por perder el respeto a la mujer y se llegaría a considerarla como simple instrumento de goce egoísta y no como compañera respetada y amada. 4ª) Se llegaría a poner en manos de autoridades públicas inmorales un arma peligrosa con la que estas impondrían a sus pueblos métodos anticonceptivos arbitrariamente, vulnerando la más reservada intimidad personal y conyugal.

No es necesario un largo discurso para darse cuenta que estas advertencias son hoy una dolorosa realidad que muchos—y sobre todo, muchas—sufren en sus propias carnes. Pero así es la vida. También Juan Pablo II advirtió desde el balcón del Vaticano a George Bush de un modo dramático que no diera comienzo a la guerra de Irak. No le hizo caso, y hoy vemos las consecuencias de aquello.

Pablo VI murió abandonado de muchos y con el tiempo ha llegado a ser olvidado de casi todos. Su beatificación el año pasado lo fue sin apenas pena y gloria. Pero fue fiel a Jesucristo. Algún día—ojala no sea dentro de mucho tiempo—esa fidelidad dará sus frutos.

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