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"De aquí en adelante, el Universo irá decayendo, envejeciendo lentamente. Básicamente, el universo se ha sentado en el sofá, se ha tapado con una manta y está a punto de dar una cabezada para echarse una siesta eterna" Simon Driver. (Astrónomo)

¿El retroceso del Universo a su punto de inicio?

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De tanto en tanto aparecen noticias en la prensa que pasan desapercibidas para muchos de los lectores y, en general, para aquellos que no son expertos en la materia sobre la que informan. Sin embargo, en algunas ocasiones, hasta los más lerdos en la materia pueden sentirse impresionados, preocupados e incluso llegar a pensar que, muchas de las creencias, axiomas, certidumbres y convicciones que nos han acompañado desde que tuvimos uso de razón y a través de toda nuestra existencia, empiezan a tambalearse y a convertirse en enormes interrogantes, que pueden llevarnos a la misma decepcionante conclusión a la que llegó el filósofo griego Sócrates (de quien, en respuesta oracular de la pitonisa de Delfos a la pregunta “¿Quién es el hombre más sabio de Grecia?” respondió: “Sócrates”), cuando les dijo a sus discípulos: “Sólo sé que no sé nada”.

El caso es que, un eminente grupo de astrónomos, según un comunicado del Observatorio Europeo Austral (ESO) ha presentado ante la Unión Astronómica Internacional los resultados del sondeo GAMA, una colaboración de casi 100 científicos de más de 30 universidades ubicadas en Australia, Europa y Estados Unidos. Al parecer, desde finales de los 90, se conoce que el Universo se está apagando lentamente, pero el nuevo trabajo demuestra que está ocurriendo en todas las longitudes de onda, desde el ultravioleta al infrarrojo. Las palabras del doctor Simón Driver, que hemos reproducido en cursiva en la “entradilla” debajo del título, le dan un sentido poético a un hecho que, si se produce tal como nos pronostican, podría llevarnos a la conclusión de que: si el universo llega a agotar la energía que hasta ahora lo ha conservado en expansión, haciendo que las galaxias se fueran separando las unas de las otras en su continuo alejamiento del punto del Big Bang., podemos encontrarnos con que se produzca lo que algunos científicos definieron como “el gran rebote” (Big Bounce) Una explicación sencilla sería que, cuando el Universo acabe la energía y deje de expansionarse, cuando se muera, entrará en una fase de colapso en la que, a la expansión, seguirá un periodo de contracción, Big Crunch. Es decir que, según esta teoría, han existido un número infinito de universos si entendemos como tales el tiempo que transcurre desde el Big Bang al Big Crunch.

La teoría del Big Bang, tal como hoy se entiende, afirma que, en el momento del Big Bang, hubo una singularidad de cero volumen y energía infinita o lo que es lo mismo una gravedad infinita que concentra toda la materia del actual universo en un punto minúsculo. Sí, siempre me ha resultado algo imposible de entender, pero los matemáticos y científicos, como Stephen Hawking, han conseguido demostrar que así es como ocurrió. Es posible que quien lea este comentario pueda pensar que a nosotros poco nos importa la que pueda suceder con nuestro Universo y, todavía menos, que puedan existir un número indeterminado de distintos universos que se han ido sucediendo a través millones y millones de años, ya que, las generaciones actuales y las que puedan venir en el futuro, ya hará tiempo que habrán desaparecido, si antes no se destruyen todos entre ellos, por la propia dinámica de los acontecimientos estelares que harán que la Tierra quede destruida en cuanto el Sol se apague.

No obstante, nos parece que todos estos datos, estos acontecimientos que los astrónomos nos pronostican, estos estudios y teorías sobre la posibilidad de que los universos sigan unos ciclos, sucediéndose los unos a los otros y el hecho de que estos estudios se hayan realizado sobre la observación de 200.000 galaxias ( cada galaxia es un disco con millones de estrellas y espacios negros entre ellas); debe llevarnos, forzosamente, a una primera consideración: la Tierra no es más que un minúsculo planeta 1.300.000 veces menor que el Sol, que a su vez no pasa de ser una estrella de mediano tamaño de entre los millones y billones de estrellas que existen en cada una de las galaxias de nuestro Universo. Entonces ¿qué pintamos nosotros, la humanidad, en un espacio tan inmenso? Es posible que no estemos más que en uno de los millones de planetas que existen en las distintas galaxias que, posiblemente (la estadística lo confirma), tengan alguna forma de vida. Si la teoría de la evolución de Darwin es cierta, y parece serlo, no somos más que una especie evolucionada del resto de animales de la creación; con algunos de los cuales, el chimpancé, nuestro ADN concuerda en un 98%.

La realidad es que, la raza humana, no puede presumir de haber sido mucho más inteligente, hábil o civilizada que el resto de las bestias. Somos los que, con ventaja, con mayor empeño intentamos destruirnos entre nosotros, los que practicamos la crueldad como placer, los que matamos por simple instinto de hacerlo, los que nos hemos esclavizado los unos a los otros, incluso en la actualidad estamos sometidos a las reglas de nuestros pecados y, entre ellos, los de dominar a nuestros semejantes. Se han inventado dioses, semidioses y mitos que, en ocasiones, han servido para oprimir a los pueblos y nos hemos sometido a políticos para que nos obligaran a seguir sus órdenes y a enfrentarnos los unos con los otros. ¿Y todo ello para qué? Nos hemos creído los dueños del Universo porque hemos descubierto la bomba nuclear o porque, después de dos mil años, somos capaces de fabricar prótesis para que los que no tengan piernas puedan andar o los que no tengan manos puedan agarrar objetos y, sin embargo, no hemos conseguido, como puede hacer una lagartija, que un miembro de nuestro cuerpo se regenere, tal y como ocurre con el reptil mencionado, que puede hacer que su cola vuelva a salir cuando la ha perdido.

Sí, señores, la inmensidad del Universo, nuestra impotencia ante los fenómenos naturales ( no hemos conseguido que llueva cuando hace falta), nuestra pequeñez y incompetencia que nos ha impedido cruzar las fronteras de nuestra galaxia en busca de otros planetas habitables, incapaces de superar la velocidad de la luz y de aclimatarnos a otros entornos que, para nosotros, son hostiles; nos dejan, poco menos que indefensos, encerrados en los límites de nuestro planeta y condenados a sufrir sus inclemencias. Y, aún así, hemos sido incapaces de entendernos, de formar una sola comunidad, de dejar de guerrear entre nosotros y de disputarnos los bienes que la naturaleza ha puesto a nuestra disposición. Seguramente Dios, cuando nos puso en el mundo, tenía otros planes, pensaba que nos entenderíamos y que seríamos capaces de convivir en paz y amistosamente. Ya sabemos que no puede equivocarse pero, al darnos el libre albedrío, dejó que nuestros instintos se apoderaran de nuestro ser y ello nos ha llevado a lo que, impropiamente, denominamos como civilización, en la que lo que verdaderamente ocurre nada tiene que ver con el verdadero significado del término.

O así es como, señores, las noticias que nos llegan del Universo nos hacen reflexionar sobre la estupidez de la raza humana, sus absurdas disputas, sus diferencias y su probado egoísmo, que hace de nosotros, y me atrevería a afirmarlo con énfasis, que de todas las posibles “civilizaciones” que puedan existir en este Universo al que pertenecemos, somos los que peor hemos sabido administrar este precioso don que es la vida. Falta saber si, en los sucesivos Universos que sigan al presente, las leyes físicas sean las mismas y la posibilidad de una nueva Tierra, semejante a la nuestra, pudiera darse. Sus habitantes, en el caso de que los hubiera, mejor sería que no descendieran de Adan y Eva, por si apareciera otro Caín.

¿El retroceso del Universo a su punto de inicio?

"De aquí en adelante, el Universo irá decayendo, envejeciendo lentamente. Básicamente, el universo se ha sentado en el sofá, se ha tapado con una manta y está a punto de dar una cabezada para echarse una siesta eterna" Simon Driver. (Astrónomo)
Miguel Massanet
miércoles, 19 de agosto de 2015, 22:25 h (CET)
De tanto en tanto aparecen noticias en la prensa que pasan desapercibidas para muchos de los lectores y, en general, para aquellos que no son expertos en la materia sobre la que informan. Sin embargo, en algunas ocasiones, hasta los más lerdos en la materia pueden sentirse impresionados, preocupados e incluso llegar a pensar que, muchas de las creencias, axiomas, certidumbres y convicciones que nos han acompañado desde que tuvimos uso de razón y a través de toda nuestra existencia, empiezan a tambalearse y a convertirse en enormes interrogantes, que pueden llevarnos a la misma decepcionante conclusión a la que llegó el filósofo griego Sócrates (de quien, en respuesta oracular de la pitonisa de Delfos a la pregunta “¿Quién es el hombre más sabio de Grecia?” respondió: “Sócrates”), cuando les dijo a sus discípulos: “Sólo sé que no sé nada”.

El caso es que, un eminente grupo de astrónomos, según un comunicado del Observatorio Europeo Austral (ESO) ha presentado ante la Unión Astronómica Internacional los resultados del sondeo GAMA, una colaboración de casi 100 científicos de más de 30 universidades ubicadas en Australia, Europa y Estados Unidos. Al parecer, desde finales de los 90, se conoce que el Universo se está apagando lentamente, pero el nuevo trabajo demuestra que está ocurriendo en todas las longitudes de onda, desde el ultravioleta al infrarrojo. Las palabras del doctor Simón Driver, que hemos reproducido en cursiva en la “entradilla” debajo del título, le dan un sentido poético a un hecho que, si se produce tal como nos pronostican, podría llevarnos a la conclusión de que: si el universo llega a agotar la energía que hasta ahora lo ha conservado en expansión, haciendo que las galaxias se fueran separando las unas de las otras en su continuo alejamiento del punto del Big Bang., podemos encontrarnos con que se produzca lo que algunos científicos definieron como “el gran rebote” (Big Bounce) Una explicación sencilla sería que, cuando el Universo acabe la energía y deje de expansionarse, cuando se muera, entrará en una fase de colapso en la que, a la expansión, seguirá un periodo de contracción, Big Crunch. Es decir que, según esta teoría, han existido un número infinito de universos si entendemos como tales el tiempo que transcurre desde el Big Bang al Big Crunch.

La teoría del Big Bang, tal como hoy se entiende, afirma que, en el momento del Big Bang, hubo una singularidad de cero volumen y energía infinita o lo que es lo mismo una gravedad infinita que concentra toda la materia del actual universo en un punto minúsculo. Sí, siempre me ha resultado algo imposible de entender, pero los matemáticos y científicos, como Stephen Hawking, han conseguido demostrar que así es como ocurrió. Es posible que quien lea este comentario pueda pensar que a nosotros poco nos importa la que pueda suceder con nuestro Universo y, todavía menos, que puedan existir un número indeterminado de distintos universos que se han ido sucediendo a través millones y millones de años, ya que, las generaciones actuales y las que puedan venir en el futuro, ya hará tiempo que habrán desaparecido, si antes no se destruyen todos entre ellos, por la propia dinámica de los acontecimientos estelares que harán que la Tierra quede destruida en cuanto el Sol se apague.

No obstante, nos parece que todos estos datos, estos acontecimientos que los astrónomos nos pronostican, estos estudios y teorías sobre la posibilidad de que los universos sigan unos ciclos, sucediéndose los unos a los otros y el hecho de que estos estudios se hayan realizado sobre la observación de 200.000 galaxias ( cada galaxia es un disco con millones de estrellas y espacios negros entre ellas); debe llevarnos, forzosamente, a una primera consideración: la Tierra no es más que un minúsculo planeta 1.300.000 veces menor que el Sol, que a su vez no pasa de ser una estrella de mediano tamaño de entre los millones y billones de estrellas que existen en cada una de las galaxias de nuestro Universo. Entonces ¿qué pintamos nosotros, la humanidad, en un espacio tan inmenso? Es posible que no estemos más que en uno de los millones de planetas que existen en las distintas galaxias que, posiblemente (la estadística lo confirma), tengan alguna forma de vida. Si la teoría de la evolución de Darwin es cierta, y parece serlo, no somos más que una especie evolucionada del resto de animales de la creación; con algunos de los cuales, el chimpancé, nuestro ADN concuerda en un 98%.

La realidad es que, la raza humana, no puede presumir de haber sido mucho más inteligente, hábil o civilizada que el resto de las bestias. Somos los que, con ventaja, con mayor empeño intentamos destruirnos entre nosotros, los que practicamos la crueldad como placer, los que matamos por simple instinto de hacerlo, los que nos hemos esclavizado los unos a los otros, incluso en la actualidad estamos sometidos a las reglas de nuestros pecados y, entre ellos, los de dominar a nuestros semejantes. Se han inventado dioses, semidioses y mitos que, en ocasiones, han servido para oprimir a los pueblos y nos hemos sometido a políticos para que nos obligaran a seguir sus órdenes y a enfrentarnos los unos con los otros. ¿Y todo ello para qué? Nos hemos creído los dueños del Universo porque hemos descubierto la bomba nuclear o porque, después de dos mil años, somos capaces de fabricar prótesis para que los que no tengan piernas puedan andar o los que no tengan manos puedan agarrar objetos y, sin embargo, no hemos conseguido, como puede hacer una lagartija, que un miembro de nuestro cuerpo se regenere, tal y como ocurre con el reptil mencionado, que puede hacer que su cola vuelva a salir cuando la ha perdido.

Sí, señores, la inmensidad del Universo, nuestra impotencia ante los fenómenos naturales ( no hemos conseguido que llueva cuando hace falta), nuestra pequeñez y incompetencia que nos ha impedido cruzar las fronteras de nuestra galaxia en busca de otros planetas habitables, incapaces de superar la velocidad de la luz y de aclimatarnos a otros entornos que, para nosotros, son hostiles; nos dejan, poco menos que indefensos, encerrados en los límites de nuestro planeta y condenados a sufrir sus inclemencias. Y, aún así, hemos sido incapaces de entendernos, de formar una sola comunidad, de dejar de guerrear entre nosotros y de disputarnos los bienes que la naturaleza ha puesto a nuestra disposición. Seguramente Dios, cuando nos puso en el mundo, tenía otros planes, pensaba que nos entenderíamos y que seríamos capaces de convivir en paz y amistosamente. Ya sabemos que no puede equivocarse pero, al darnos el libre albedrío, dejó que nuestros instintos se apoderaran de nuestro ser y ello nos ha llevado a lo que, impropiamente, denominamos como civilización, en la que lo que verdaderamente ocurre nada tiene que ver con el verdadero significado del término.

O así es como, señores, las noticias que nos llegan del Universo nos hacen reflexionar sobre la estupidez de la raza humana, sus absurdas disputas, sus diferencias y su probado egoísmo, que hace de nosotros, y me atrevería a afirmarlo con énfasis, que de todas las posibles “civilizaciones” que puedan existir en este Universo al que pertenecemos, somos los que peor hemos sabido administrar este precioso don que es la vida. Falta saber si, en los sucesivos Universos que sigan al presente, las leyes físicas sean las mismas y la posibilidad de una nueva Tierra, semejante a la nuestra, pudiera darse. Sus habitantes, en el caso de que los hubiera, mejor sería que no descendieran de Adan y Eva, por si apareciera otro Caín.

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