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Un poema de Esther Videgain

El cambio del ruido acompasado en el reloj de nuestra agitada vida

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Tic, tac,
llegó la hora,
tic, tac,
a la hora bruja, ese don de poder poseer la luna.

Tic, tac,
el poder de la negociación sobre la absurda desidia de la ira,
tic, tac,
el cambio del rumbo de ese nuevo esperado día.

Tic, tac,
llegó la hora,
tic, tac,
se aproxima el fin de los negros eternos y malos tiempos.

Tic, tac,
último grano en el reloj de arena del desierto rojo sangrante,
tic, tac,
este nuevo acompañante en la buscada compañía del sonido Largo Andante mudo.

Tic, tac,
la calma por un grito del aplauso contento,
tic, tac,
las prisas de estos nuevos compases por el desentierro del sosiego en este antiguo reloj con su maquinaria oxidada en el viejo ayer...

Tic, tac,
tic, tac...
llegó la hora del necesario y sin embargo dolido cierre de este telón de seda fuerte,
cedo este compás de mis manecillas al que sepa vivir sin aquellas prisas de quien anda de puntillas sin querer apreciar el regalo de esta disparatada vida.

El cambio del ruido acompasado en el reloj de nuestra agitada vida

Un poema de Esther Videgain
Esther Videgain
domingo, 16 de agosto de 2015, 09:16 h (CET)
Tic, tac,
llegó la hora,
tic, tac,
a la hora bruja, ese don de poder poseer la luna.

Tic, tac,
el poder de la negociación sobre la absurda desidia de la ira,
tic, tac,
el cambio del rumbo de ese nuevo esperado día.

Tic, tac,
llegó la hora,
tic, tac,
se aproxima el fin de los negros eternos y malos tiempos.

Tic, tac,
último grano en el reloj de arena del desierto rojo sangrante,
tic, tac,
este nuevo acompañante en la buscada compañía del sonido Largo Andante mudo.

Tic, tac,
la calma por un grito del aplauso contento,
tic, tac,
las prisas de estos nuevos compases por el desentierro del sosiego en este antiguo reloj con su maquinaria oxidada en el viejo ayer...

Tic, tac,
tic, tac...
llegó la hora del necesario y sin embargo dolido cierre de este telón de seda fuerte,
cedo este compás de mis manecillas al que sepa vivir sin aquellas prisas de quien anda de puntillas sin querer apreciar el regalo de esta disparatada vida.

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