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Lo importante no es solo ser fiel a las propias convicciones, sino que estas sean verdaderas

Una cuestión importante

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Ayer estuve con mi hermano dando una vuelta por Castilla la Vieja. Pasamos por Silos, Covarrubias y Lerma. En esas tierras parecen estar más a flor de piel otras épocas de la historia encerradas en unas piedras que parece que hablan.

Ya por la tarde mi hermano me decía que las gentes del medievo, aunque en ocasiones fueran un poco expeditivos, por lo menos tenían claro que en esta vida hay una cuestión importante, que es salvarse, y a ella dedicaban las mejores energías de su vida. Evidentemente, si había algo o alguien que perturbaba esa cuestión importante, había que hacerle frente porque con la salvación no se puede jugar. A partir de ahí ya puede ser cuestionable el “cómo” defender la fe, pues hay que comprender también los modos de actuar de la época, no solo de los cristianos, sino de quienes no lo eran. Lo digo porque hay ignorantes que piensan que los cristianos medievales eran unos burros, y no se han planteado que la razón de serlo quizá no sea por ser cristianos sino por ser medievales. Probablemente estos quizá dan por hecho que los medievales eran más burros que los del siglo XXI… ¡Qué error es ver la historia desde el propio canuto!

En todo caso, y volviendo a esa cuestión importante mencionada, parece claro que antaño no daba todo igual. El indiferentismo y relativismo religioso que ahora padecemos, no tenía sitio ¿Intolerancia? Yo creo que no; simplemente convicción, y fidelidad a las propias convicciones.

Si muchos conocieran algo más la historia, se darían cuenta de que en aquellos años mal llamados “oscuros” se dialogaba probablemente más que ahora. Eso sí, empezaban a dialogar por el principio. Lo primero para dialogar es tener clara la propia identidad y las propias convicciones así como la jerarquía de lo que se defiende. Quien comienza un diálogo interreligioso sosteniendo que todas las religiones son lo mismo, lo único que empieza a demostrar es que no tiene ninguna convicción y que ese diálogo es inútil porque le da todo igual y las conclusiones que salgan carecen de valor.

Ni siquiera para una supuesta búsqueda de la paz puede ser aceptable renunciar a la verdad. Quien empieza renunciando a buscar o defender la verdad, se declara de entrada como un pelele, porque ya ha renunciado a su propia paz interior, que solo la da la búsqueda sincera de la verdad. No quiere decir esto que la verdad deba imponerse por la fuerza. Juan Pablo II recordó que la fe no se impone, se propone. De acuerdo, pero ¿quién es el que está dispuesto a sostener que para llegar a una supuesta paz con el Estado Islámico hay que optar por plegarse a lo que ellos sostienen sin oponer resistencia?

No, no son iguales todas las religiones, ni todas llevan a la salvación desde el momento en que Cristo se ha hecho hombre y ha venido a rescatarnos. Decir esto no supone ser intolerante hacia los no cristianos, sino ser leales con ellos, pues es de más lealtad mostrarles la verdad que seguirles la corriente. El mundo actual está todavía demasiado esclavizado por el concepto volteriano de tolerancia, muy ligado a lo políticamente correcto.

La salvación—la única salvación—viene de Cristo a través de la Iglesia. Otra cosa bien distinta es la ignorancia de la mayoría de la gente acerca de lo que es la Iglesia, a la que confunden con su realidad sociológica y visible, ignorando su misterio interior por el cual pueden pertenecer a ella incluso personas que no lo saben, lo que quiere decir que esa única y universal salvación puede venir por vías reales que no conocemos.

Tampoco debe tomarse por intolerancia que un cristiano sostenga que la única Iglesia fundada por Jesucristo subsiste plenamente solo en la Iglesia Católica, pues esto no quita que haya elementos de verdad en otras confesiones, que tienen un valor de preparación evangélica para la acción salvadora de Cristo. Sostener abiertamente esto es algo más que ser fiel a las propias ideas, que no es poco, porque lo importante no es solo ser fiel a las propias convicciones, sino que estas sean verdaderas; en esta vida no estamos solo para estar convencidos de lo que pensamos, sino para salvarnos, y señalar los obstáculos que tienen los no creyentes para la salvación no es ponerles obstáculos, sino simplemente indicarles dónde están estos, lo que es una muestra de lealtad.

Por todo esto, los cristianos tenemos obligación de difundir la fe católica, porque no es una luz de nuestra propiedad, sino un don recibido de Dios para hacer el bien a los demás, respetando, por supuesto, su libertad de aceptarlo.

Una cuestión importante

Lo importante no es solo ser fiel a las propias convicciones, sino que estas sean verdaderas
Antonio Moya Somolinos
viernes, 14 de agosto de 2015, 22:01 h (CET)
Ayer estuve con mi hermano dando una vuelta por Castilla la Vieja. Pasamos por Silos, Covarrubias y Lerma. En esas tierras parecen estar más a flor de piel otras épocas de la historia encerradas en unas piedras que parece que hablan.

Ya por la tarde mi hermano me decía que las gentes del medievo, aunque en ocasiones fueran un poco expeditivos, por lo menos tenían claro que en esta vida hay una cuestión importante, que es salvarse, y a ella dedicaban las mejores energías de su vida. Evidentemente, si había algo o alguien que perturbaba esa cuestión importante, había que hacerle frente porque con la salvación no se puede jugar. A partir de ahí ya puede ser cuestionable el “cómo” defender la fe, pues hay que comprender también los modos de actuar de la época, no solo de los cristianos, sino de quienes no lo eran. Lo digo porque hay ignorantes que piensan que los cristianos medievales eran unos burros, y no se han planteado que la razón de serlo quizá no sea por ser cristianos sino por ser medievales. Probablemente estos quizá dan por hecho que los medievales eran más burros que los del siglo XXI… ¡Qué error es ver la historia desde el propio canuto!

En todo caso, y volviendo a esa cuestión importante mencionada, parece claro que antaño no daba todo igual. El indiferentismo y relativismo religioso que ahora padecemos, no tenía sitio ¿Intolerancia? Yo creo que no; simplemente convicción, y fidelidad a las propias convicciones.

Si muchos conocieran algo más la historia, se darían cuenta de que en aquellos años mal llamados “oscuros” se dialogaba probablemente más que ahora. Eso sí, empezaban a dialogar por el principio. Lo primero para dialogar es tener clara la propia identidad y las propias convicciones así como la jerarquía de lo que se defiende. Quien comienza un diálogo interreligioso sosteniendo que todas las religiones son lo mismo, lo único que empieza a demostrar es que no tiene ninguna convicción y que ese diálogo es inútil porque le da todo igual y las conclusiones que salgan carecen de valor.

Ni siquiera para una supuesta búsqueda de la paz puede ser aceptable renunciar a la verdad. Quien empieza renunciando a buscar o defender la verdad, se declara de entrada como un pelele, porque ya ha renunciado a su propia paz interior, que solo la da la búsqueda sincera de la verdad. No quiere decir esto que la verdad deba imponerse por la fuerza. Juan Pablo II recordó que la fe no se impone, se propone. De acuerdo, pero ¿quién es el que está dispuesto a sostener que para llegar a una supuesta paz con el Estado Islámico hay que optar por plegarse a lo que ellos sostienen sin oponer resistencia?

No, no son iguales todas las religiones, ni todas llevan a la salvación desde el momento en que Cristo se ha hecho hombre y ha venido a rescatarnos. Decir esto no supone ser intolerante hacia los no cristianos, sino ser leales con ellos, pues es de más lealtad mostrarles la verdad que seguirles la corriente. El mundo actual está todavía demasiado esclavizado por el concepto volteriano de tolerancia, muy ligado a lo políticamente correcto.

La salvación—la única salvación—viene de Cristo a través de la Iglesia. Otra cosa bien distinta es la ignorancia de la mayoría de la gente acerca de lo que es la Iglesia, a la que confunden con su realidad sociológica y visible, ignorando su misterio interior por el cual pueden pertenecer a ella incluso personas que no lo saben, lo que quiere decir que esa única y universal salvación puede venir por vías reales que no conocemos.

Tampoco debe tomarse por intolerancia que un cristiano sostenga que la única Iglesia fundada por Jesucristo subsiste plenamente solo en la Iglesia Católica, pues esto no quita que haya elementos de verdad en otras confesiones, que tienen un valor de preparación evangélica para la acción salvadora de Cristo. Sostener abiertamente esto es algo más que ser fiel a las propias ideas, que no es poco, porque lo importante no es solo ser fiel a las propias convicciones, sino que estas sean verdaderas; en esta vida no estamos solo para estar convencidos de lo que pensamos, sino para salvarnos, y señalar los obstáculos que tienen los no creyentes para la salvación no es ponerles obstáculos, sino simplemente indicarles dónde están estos, lo que es una muestra de lealtad.

Por todo esto, los cristianos tenemos obligación de difundir la fe católica, porque no es una luz de nuestra propiedad, sino un don recibido de Dios para hacer el bien a los demás, respetando, por supuesto, su libertad de aceptarlo.

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