Los políticos, que salvo en contadas ocasiones nunca han tenido lo que se suele decir muy buena prensa, están hoy más desacreditados si cabe que nunca. Ese descrédito es algo que se han ido ganando bien a pulso con decisiones peregrinas que uno no acaba de comprender. La que ha dado al traste con Carmona en su puesto de portavoz del grupo municipal en el ayuntamiento de Madrid, es una de ellas.

No voy a negar, que el profesor de económicas en la CEU San Pablo resulta a menudo algo laxo en su discurso, sobre todo si éste se somete al criterio del ala dura de su partido. Para esos tipos, parece ser que el hasta ahora portavoz no les representaba en absoluto, y por eso han hecho lo imposible para quitárselo de encima a las primeras de cambio, puesto que no ha durado ni los míticos cien días de rigor.

Aviados estamos, si la política tiene que acabar indefectiblemente en manos de sujetos con poca o nula empatía, tipos que no entienden otra manera de hacer su trabajo que a encontronazos. Yo, no me importa decirlo, me niego a aceptarlos. Los gobiernos no necesitan a personas irreverentes, que no respetan a sus contrincantes, ocupando cargos de responsabilidad para los que no están preparados.

Ha sido un error apartar a Carmona de la portavocía de su grupo, pero será peor si finalmente logran retirarlo del Ayuntamiento. Dudo que la gente entienda una forma de trabajar tan beligerante, sobre todo en una mujer. Me estoy refiriendo tanto a Sara Hernández, nueva Secretaria General del PSOE Madrileño, como a Purificación Causapié, que ocupa desde ahora el lugar de Antonio Miguel. Ambas se han escorado del lado de Pedro Sánchez, y están en su derecho naturalmente, pero no sé hasta qué punto puede eso beneficiar a la formación, o acabar de hundirla en el fango. Porque, no nos engañemos, el Partido Socialista no está bien, convaleciendo diría yo, y todos estos tejemanejes no le ayudan en absoluto para su completo restablecimiento.