Todo tiempo es bueno para reafirmarnos en la dignidad en su propio ser, ontológica, de las personas y en su dignidad moral. Ahora, que quien más quien menos hacemos algún tipo de balance, puede ser ocasión estupenda para recordar que para construir una sólida y duradera convivencia, el respeto a la integridad personal de los demás es imprescindible.
Como decía Sócrates: “cualquier injusticia perjudica más a quien la comete que a quien la sufre”. Palabras fuertes y desconcertantes pero en las que vale la pena profundizar. Y es que urge, en nuestros días y siempre, exigir a los gobernantes y colaborar todos, para crear un clima de convivencia donde impere una verdadera justicia. También porque hemos de evitar la lesión moral y en la raíz de las personas, que fácilmente se pueden ver arrastradas a provocar esas acciones injustas, sometidas a estructuras de corrupción y de falta de libertad y/o conocimiento.
Pero, si seguimos un poco con la argumentación socrática, es preciso tener en cuenta que nadie puede realmente violar la dignidad de otra persona, aunque desgraciadamente sí puede vulnerarla. Cualquier atentado contra la dignidad de otra persona (un violador, un narcotraficante o un asesino) queda siempre en mero intento, porque la dignidad de la persona no puede ser quebrantada más que por uno mismo.
En los tres casos citados, la dignidad ontológica de las personas que cometen violaciones, asesinan o venden substancias nocivas y adictivas a otras personas, en realidad son ellas las que también quedan real y radicalmente perjudicadas por sus actos. Su ‘ser’ queda condicionado e influido de un modo destructivo, de manera que la persona que realiza estas acciones pierde dignidad como persona, aunque en ningún caso destruye su dignidad ya que es algo intrínseco en su ‘ser’ persona.
Es así que, quien con su obrar vulnera la dignidad de otros, en realidad se autodestruye como persona, ya que con ese mismo obrar, va en contra de lo que realmente significa ‘ser’ persona.
Y es que la dignidad ontológica no puede ser arrebatada por nada ni por nadie. Pero sí, como por desgracia vemos en ocasiones, la libertad y la voluntad puedan estar condicionadas por factores externos. No obstante, en ningún caso la libertad interior, la capacidad de ‘ser’ persona como tal, puede ser arrebatada por ningún factor externo.
No entendamos que esto es un consuelo ante situaciones de extrema injusticia, de las que podamos tener conocimiento e incluso padecer en algún momento de nuestra vida.