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Ternura picassiana

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Al estilo de Cioran, pudiéramos pensar que Dios esté asustado del hombre devenido en monstruo de la creación; confirmado por las crueles monstruosidades desarrolladas a lo largo de la Historia. Sobre todo si tratamos de las víctimas infantiles, plegadas aún en la inocencia de sus primeras andanzas. En torno a dichos infantes desventurados, destacamos con mayor aprecio el hallazgo de algunos oasis fértiles para mejores SENSIBILIDADES mitigadoras de los sufrimientos abrumadores. Son como luces en el horizonte sombrío, que ocasionalmente abren la espita a la esperanza. En el ancho mundo, las modalidades penosas son excesivas, con el grave añadido de las consecuencias para los años posteriores. Los remedios ya no llegarán a tiempo.

Pablo Picasso, como los buenos artistas, nos presentó tres tipos de manifestaciones existenciales. Las de su vida particular, ligadas a sus intimidades, que apenas atisbamos desde las afueras históricas. Sus actitudes relacionadas con la sociedad, penetradas de las polémicas intrínsecas a tales actuaciones; pacifismo y comunismo, que suenan a quiméricos, a la vista del sueño de la paz y la experiencia trágica de la ideología; con toda la gama de coherencias e incongruencias adheridas a cada hombre. Y la riqueza de sus expresiones artísticas, en una especie de REVELACIONES mágicas sobre la realidad humana. Recuerdos, añoranzas, lamentaciones, confluyen en sus lienzos dedicados a la gente menuda.

Las figuras infantiles en las pinturas de Picasso, constituyen una alegoría artística de la TERNURA, rara avis de nuestros ambientes, pero necesaria desde las primeras fases vitales, en los ancianos, enfermos y desfavorecidos. Su ausencia degrada cada sector de la sociedad. Por que la ternura implica la cercanía, el acompañamiento sin violencia en los distintos aprendizajes, siempre bajo el respeto a las sensibilidades particulares. La magia de sus pinceladas traza la notable vigencia de esta práctica elemental para la convivencia. Cada día nos descubren tratos despectivos a los niños, con toda la gama de perversidades. Cobra relevancia el toque picassiano, son pequeñeces imprescindibles, que desdeñamos con una frivolidad estúpida.

Desde sus primeras obras realza las situaciones de los niños, con una delicadeza cargada de respeto, integrados en sus ambientes, pero conservando su protagonismo. “La primera comunión” refleja esas coyunturas. La combinación de circunstancias no empaña la preeminencia de las figuras infantiles, su presencia es la culminación de la escena, con el reflejo de un momento especial en su vida. Sin ninguna pretensión de que esa sea la única manera de comportarse.

En esa aproximación a las sensaciones de adulto, el niño está acompañado de afectos entrañables. Como un eco, apreciamos que pueden darse otros ejemplos para la progresión existencial; pero también, la dejadez con que abordamos esos pasos en el desarrollo de la personalidad. Los RITUALES tienen justificación formativa; suprimirlos sin más, ofrece pocas aportaciones. En esas nos desenvolvemos en los momentos del presente, apabullados por la mediocridad, aturdidos, o torpemente acomodados. Sin el reconocimiento de aspiraciones personales orientadas a la superación de la falta de horizontes.

En sus “Meninas” expone la panorámica de unos personajes infantiles ACARTONADOS, en una insinuación de lo que resulta en la vida palaciega, ocupada en los numerosos protocolos. Desde esa orientación, la falta de vibraciones es notoria en unos personajes sumidos en el control de las apariencias; a pesar de sus pocos años, están ubicados en ese entramado. Podemos pensar en otras estructuras deformantes de la espontaneidad infantil, a las que llegamos por omisiones o acciones perniciosas. La masificación, la moda, las drogas, la desnutrición, el abandono o bien el atosigamiento; son ejemplos bien visibles del desafuero. La rigidez de los entornos, para concretarlo en pocas palabras.

Como quien no quiere la cosa, sin recursos de alto rango, Picasso nos dejó varias obras relacionadas con niños, juguetes, muñecas; en una referencia clara a las ocupaciones intrascendentes de los JUEGOS infantiles, a la intuición adaptativa de su imaginación en busca de horizontes de felicidad. Con el tiempo, el ajetreo social desplazó también los espacios abiertos de los juegos de niños. Las consolas, tablets, actividades extraescolares y otros acosos; dificultan enormemente aquellas actividades libres de presiones. Que los más pequeños tienen en sus juegos la actividad plena de iniciativas es algo sabido, pero cuya práctica recortamos progresivamente.

“El niño con paloma” entronca con la ternura del contacto de los niños con la naturaleza y con los animales en concreto. Constituyen esa percepción crecana de las presencias de SERES VIVOS, necesarias, pero tambien en vias de debilitamiento. Gran parte de los animales no son conocidos en sus medios naturales por los niños actuales. Parece que estamos ante un extrañamiento progresivo, que supone al tiempo, una pérdida cualitativa de sensibilidades; por que son contactos insustituibles.

Retomando las intimidades de la vida familiar, En “Familia de acróbatas con mono”, realza si cabe la convivencia tranquila del grupo, tan necesaria para el desarrollo existencial de sus componente y de la sociedad en general. Además, en esta pintura enlaza dicho ambiente con los pormenores del trabajo familiar, incluidas las vicisitudes de los traslados en el CARROMATO, con el niño en brazos y el animal acompañante; Destaca la calidez del momento reflejado. Por encima de las ocupaciones, permanece el grupo en torno a los cuidados y afectos mutuos. Constituyen sólo un ejemplo, desde el que podremos extraer múltiples variantes en otros grupos.

Reúne nuestro autor un auténtico retablo dedicado a los GESTOS MATERNALES, repartidos en varias imágenes de algunas madres con sus niños en brazos. Traza una insistencia significativa, por la importancia de dichas relaciones de diversos tipos de madre y sus hijos; con la delicadeza de unos arropamientos inigualables. En momentos de parentescos innovadores, de libertades desorientadas, el candor transmitido por esos lienzos sigue impertérrito.

“Tragedia” y “Masacre en corea” escenifican la crueldad de la miseria y la mortandad infantil, sobre todo en las guerras e incluyendo fusilamientos; Todo ello, trágico de por sí, impropio del género humano. Pues bien, también en esos ejemplos fija la impronta del sufrimiento de los niños atrapados en la barbarie. Como sucedió ayer y como desde Siria, Irak, África o la India tienen continuación en las AGRESIONES trágicas sobre los niños; degüellos o ejecuciones en presencia de niños entre las más recientes abominaciones.

Las terribles pinturas del “Guernica” trasladan la enorme tragedia del bombardeo de consecuencias tan devastadoras. Entre tanto descalabro, queda un hueco para la madre que sostiene a su hijito muerto, como SÍMBOLO de la mayor tragedia, al tiempo que personifica la ternura inagotable llevada a sus extremos.

Ternura picassiana

Rafael Pérez Ortolá
viernes, 31 de julio de 2015, 07:25 h (CET)
Al estilo de Cioran, pudiéramos pensar que Dios esté asustado del hombre devenido en monstruo de la creación; confirmado por las crueles monstruosidades desarrolladas a lo largo de la Historia. Sobre todo si tratamos de las víctimas infantiles, plegadas aún en la inocencia de sus primeras andanzas. En torno a dichos infantes desventurados, destacamos con mayor aprecio el hallazgo de algunos oasis fértiles para mejores SENSIBILIDADES mitigadoras de los sufrimientos abrumadores. Son como luces en el horizonte sombrío, que ocasionalmente abren la espita a la esperanza. En el ancho mundo, las modalidades penosas son excesivas, con el grave añadido de las consecuencias para los años posteriores. Los remedios ya no llegarán a tiempo.

Pablo Picasso, como los buenos artistas, nos presentó tres tipos de manifestaciones existenciales. Las de su vida particular, ligadas a sus intimidades, que apenas atisbamos desde las afueras históricas. Sus actitudes relacionadas con la sociedad, penetradas de las polémicas intrínsecas a tales actuaciones; pacifismo y comunismo, que suenan a quiméricos, a la vista del sueño de la paz y la experiencia trágica de la ideología; con toda la gama de coherencias e incongruencias adheridas a cada hombre. Y la riqueza de sus expresiones artísticas, en una especie de REVELACIONES mágicas sobre la realidad humana. Recuerdos, añoranzas, lamentaciones, confluyen en sus lienzos dedicados a la gente menuda.

Las figuras infantiles en las pinturas de Picasso, constituyen una alegoría artística de la TERNURA, rara avis de nuestros ambientes, pero necesaria desde las primeras fases vitales, en los ancianos, enfermos y desfavorecidos. Su ausencia degrada cada sector de la sociedad. Por que la ternura implica la cercanía, el acompañamiento sin violencia en los distintos aprendizajes, siempre bajo el respeto a las sensibilidades particulares. La magia de sus pinceladas traza la notable vigencia de esta práctica elemental para la convivencia. Cada día nos descubren tratos despectivos a los niños, con toda la gama de perversidades. Cobra relevancia el toque picassiano, son pequeñeces imprescindibles, que desdeñamos con una frivolidad estúpida.

Desde sus primeras obras realza las situaciones de los niños, con una delicadeza cargada de respeto, integrados en sus ambientes, pero conservando su protagonismo. “La primera comunión” refleja esas coyunturas. La combinación de circunstancias no empaña la preeminencia de las figuras infantiles, su presencia es la culminación de la escena, con el reflejo de un momento especial en su vida. Sin ninguna pretensión de que esa sea la única manera de comportarse.

En esa aproximación a las sensaciones de adulto, el niño está acompañado de afectos entrañables. Como un eco, apreciamos que pueden darse otros ejemplos para la progresión existencial; pero también, la dejadez con que abordamos esos pasos en el desarrollo de la personalidad. Los RITUALES tienen justificación formativa; suprimirlos sin más, ofrece pocas aportaciones. En esas nos desenvolvemos en los momentos del presente, apabullados por la mediocridad, aturdidos, o torpemente acomodados. Sin el reconocimiento de aspiraciones personales orientadas a la superación de la falta de horizontes.

En sus “Meninas” expone la panorámica de unos personajes infantiles ACARTONADOS, en una insinuación de lo que resulta en la vida palaciega, ocupada en los numerosos protocolos. Desde esa orientación, la falta de vibraciones es notoria en unos personajes sumidos en el control de las apariencias; a pesar de sus pocos años, están ubicados en ese entramado. Podemos pensar en otras estructuras deformantes de la espontaneidad infantil, a las que llegamos por omisiones o acciones perniciosas. La masificación, la moda, las drogas, la desnutrición, el abandono o bien el atosigamiento; son ejemplos bien visibles del desafuero. La rigidez de los entornos, para concretarlo en pocas palabras.

Como quien no quiere la cosa, sin recursos de alto rango, Picasso nos dejó varias obras relacionadas con niños, juguetes, muñecas; en una referencia clara a las ocupaciones intrascendentes de los JUEGOS infantiles, a la intuición adaptativa de su imaginación en busca de horizontes de felicidad. Con el tiempo, el ajetreo social desplazó también los espacios abiertos de los juegos de niños. Las consolas, tablets, actividades extraescolares y otros acosos; dificultan enormemente aquellas actividades libres de presiones. Que los más pequeños tienen en sus juegos la actividad plena de iniciativas es algo sabido, pero cuya práctica recortamos progresivamente.

“El niño con paloma” entronca con la ternura del contacto de los niños con la naturaleza y con los animales en concreto. Constituyen esa percepción crecana de las presencias de SERES VIVOS, necesarias, pero tambien en vias de debilitamiento. Gran parte de los animales no son conocidos en sus medios naturales por los niños actuales. Parece que estamos ante un extrañamiento progresivo, que supone al tiempo, una pérdida cualitativa de sensibilidades; por que son contactos insustituibles.

Retomando las intimidades de la vida familiar, En “Familia de acróbatas con mono”, realza si cabe la convivencia tranquila del grupo, tan necesaria para el desarrollo existencial de sus componente y de la sociedad en general. Además, en esta pintura enlaza dicho ambiente con los pormenores del trabajo familiar, incluidas las vicisitudes de los traslados en el CARROMATO, con el niño en brazos y el animal acompañante; Destaca la calidez del momento reflejado. Por encima de las ocupaciones, permanece el grupo en torno a los cuidados y afectos mutuos. Constituyen sólo un ejemplo, desde el que podremos extraer múltiples variantes en otros grupos.

Reúne nuestro autor un auténtico retablo dedicado a los GESTOS MATERNALES, repartidos en varias imágenes de algunas madres con sus niños en brazos. Traza una insistencia significativa, por la importancia de dichas relaciones de diversos tipos de madre y sus hijos; con la delicadeza de unos arropamientos inigualables. En momentos de parentescos innovadores, de libertades desorientadas, el candor transmitido por esos lienzos sigue impertérrito.

“Tragedia” y “Masacre en corea” escenifican la crueldad de la miseria y la mortandad infantil, sobre todo en las guerras e incluyendo fusilamientos; Todo ello, trágico de por sí, impropio del género humano. Pues bien, también en esos ejemplos fija la impronta del sufrimiento de los niños atrapados en la barbarie. Como sucedió ayer y como desde Siria, Irak, África o la India tienen continuación en las AGRESIONES trágicas sobre los niños; degüellos o ejecuciones en presencia de niños entre las más recientes abominaciones.

Las terribles pinturas del “Guernica” trasladan la enorme tragedia del bombardeo de consecuencias tan devastadoras. Entre tanto descalabro, queda un hueco para la madre que sostiene a su hijito muerto, como SÍMBOLO de la mayor tragedia, al tiempo que personifica la ternura inagotable llevada a sus extremos.

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