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Mediopatia es la adicción que engancha al narciso en su afán desmedido de exhibir sus virtudes. Para salir en la foto hará lo que sea

Narcisismo

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Lucia Etxebarria hace este retrato del narciso: “Gente externamente muy bella, pero en realidad tan fea en el interior como el retrato guardado en la buhardilla. El narciso es alguien obsesionado consigo mismo. Con sueños de grandiosidad y liderazgo y da muy poca atención a los otros. Él o ella debe ser reverenciado, bien visible. Por ello tantos narcisos se sienten atraídos por la política. Por otro lado, no todos los que se hacen una operación de estética son narcisos, pero casi todos los narcisos se operan. Reflexionemos. El narciso exagera sus logros y sus capacidades, se obsesiona con el poder, se siente agredido si no se le admira, sobre reacciona si lo criticas, es arrogante y soberbio”. Resumiendo la descripción que Etxebarria, el narciso es una persona que se complace excesivamente de sus propias cualidades y obras. El narcisismo es un virus mortífero que todos con más o menos intensidad guardamos dentro del alma.

La Biblia tiene algo que decir respecto al narcisismo: “Como nube y vientos sin lluvia, así es el hombre que se jacta del talento que no tiene” (Proverbios 25:14). “Alábate el extraño, y no tu propia boca, el ajeno y no tus labios” (Proverbios 27:2).

El narcisismo ya existía antes de la creación del mundo visible. Refiriéndose a Lucero, “el hijo de la mañana” (Isaías 14:12), el profeta Ezequiel escribe: “Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor” (28:17). El orgullo fue la causa de que este ser angelical “perfecto en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad” (v.15). Este querubín perfecto en sus caminos se convirtió en Satanás el día en que su orgullo le impulsó desear destronar a Dios de su sitial. No tuvo bastante en perder la dignidad que gozaba en el cielo en presencia de Dios que, al ser creado el hombre y viendo que gozaba del favor de Dios envenenó los corazones de Adán y Eva inyectándoles el veneno de pretender ser como Dios “conociendo el bien y el mal” (Génesis 3:5).

El orgullo le hizo perder a Adán la dignidad en que había sido creado. Un personaje histórico que salió malparado por el orgullo fue Nabucodonosor, rey de Babilonia: “Al cabo de doce meses, paseando por el palacio real de Babilonia, habló el rey y dijo: ¿No es esta la gran Babilonia que yo edifiqué para casa real con la fuerza de mi poder, y para gloria de mi majestad? Aún estaba la palabra en la boca del rey, cuando vino una voz del cielo: A ti se te dice, rey Nabucodonosor: El reino ha sido quitado de ti” (Ezequiel 4:29-31).

El narcisismo destruye las naciones. La exaltación de la nación, la divinización de la bandera y el fervor popular cuando los políticos de turno les calientan los cascos con sus palabras enfervorizadoras que ponen a la nación por encima de todas las naciones, ¿qué es sino narcisismo elevado a la enésima potencia? El auto enaltecimiento es el preludio de la caída estrepitosa.

El narcisismo como hemos visto aparece en la prehistoria y se ha extendido hasta nuestros días. Su presencia contribuye a la existencia de problemas sociales: agresiones y violencia, según afirman los investigadores. El psicólogo George Schreer dice que también se extiende en los accidentes de circulación: “Quienes tienen conceptos elevados de sí mismos y los narcisos predicen una conducción agresiva. Conducimos tal como vivimos. Rápido y temerariamente que puede significar derrapar y chocar”.

El narciso no es lo que aparenta. Bajo la apariencia de una alta estima se esconden sentimientos de inseguridad y de insuficiencia que se enmascaran y se compensan con el salto no siempre exitoso de la fama y del éxito. El narciso ha heredado el pecado de Adán. Si el narcisismo tiene consecuencias psicológicas éstas son el resultado del pecado. Es por esto que no se puede combatir la enfermedad atacando los efectos. Se debe ir a la raíz del problema y la raíz se encuentra en el corazón que es donde nacen los pensamientos que forman al narciso. Lo opuesto al narcisismo es la humildad y ésta es una virtud que no abunda porque se la ha desarraigado del alma. Se precisa volver a sembrar la semilla de la humildad en el corazón y cultivarla con mucho esmero, desherbándolo a menudo porque la simiente del narcisismo no ha desaparecido del todo. El narciso está confundido y esta confusión le perturba. Su alma está angustiada, hecho que le incrementa el desasosiego. El profeta Isaías describe el estado mental en que se encuentra el narciso cuando escribe: “Pero los impíos son como el mar en tempestad, que no puede estarse quieto, y sus aguas arrojan cieno y lodo. No hay paz, dijo mi Dios, para los impíos” (57:20,21).

Las pastillas no pueden tranquilizar los pensamientos que se asemejan al mar en tempestad cuyas aguas arrojan cieno y lodo. Si el lector desea calmar el desorden mental que lo perturba, Jesús le hace esta invitación: “Venid a mi todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros , y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas” (Mateo 11:28,29). Ir a Jesús significa creer en Él y tenerlo en cuneta a lo largo de toda la vida. La fe en Jesús siembra la simiente de la humildad que practicada expulsa del alma la mala hierba del narcisismo.

Narcisismo

Mediopatia es la adicción que engancha al narciso en su afán desmedido de exhibir sus virtudes. Para salir en la foto hará lo que sea
Octavi Pereña
martes, 28 de julio de 2015, 07:39 h (CET)
Lucia Etxebarria hace este retrato del narciso: “Gente externamente muy bella, pero en realidad tan fea en el interior como el retrato guardado en la buhardilla. El narciso es alguien obsesionado consigo mismo. Con sueños de grandiosidad y liderazgo y da muy poca atención a los otros. Él o ella debe ser reverenciado, bien visible. Por ello tantos narcisos se sienten atraídos por la política. Por otro lado, no todos los que se hacen una operación de estética son narcisos, pero casi todos los narcisos se operan. Reflexionemos. El narciso exagera sus logros y sus capacidades, se obsesiona con el poder, se siente agredido si no se le admira, sobre reacciona si lo criticas, es arrogante y soberbio”. Resumiendo la descripción que Etxebarria, el narciso es una persona que se complace excesivamente de sus propias cualidades y obras. El narcisismo es un virus mortífero que todos con más o menos intensidad guardamos dentro del alma.

La Biblia tiene algo que decir respecto al narcisismo: “Como nube y vientos sin lluvia, así es el hombre que se jacta del talento que no tiene” (Proverbios 25:14). “Alábate el extraño, y no tu propia boca, el ajeno y no tus labios” (Proverbios 27:2).

El narcisismo ya existía antes de la creación del mundo visible. Refiriéndose a Lucero, “el hijo de la mañana” (Isaías 14:12), el profeta Ezequiel escribe: “Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor” (28:17). El orgullo fue la causa de que este ser angelical “perfecto en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad” (v.15). Este querubín perfecto en sus caminos se convirtió en Satanás el día en que su orgullo le impulsó desear destronar a Dios de su sitial. No tuvo bastante en perder la dignidad que gozaba en el cielo en presencia de Dios que, al ser creado el hombre y viendo que gozaba del favor de Dios envenenó los corazones de Adán y Eva inyectándoles el veneno de pretender ser como Dios “conociendo el bien y el mal” (Génesis 3:5).

El orgullo le hizo perder a Adán la dignidad en que había sido creado. Un personaje histórico que salió malparado por el orgullo fue Nabucodonosor, rey de Babilonia: “Al cabo de doce meses, paseando por el palacio real de Babilonia, habló el rey y dijo: ¿No es esta la gran Babilonia que yo edifiqué para casa real con la fuerza de mi poder, y para gloria de mi majestad? Aún estaba la palabra en la boca del rey, cuando vino una voz del cielo: A ti se te dice, rey Nabucodonosor: El reino ha sido quitado de ti” (Ezequiel 4:29-31).

El narcisismo destruye las naciones. La exaltación de la nación, la divinización de la bandera y el fervor popular cuando los políticos de turno les calientan los cascos con sus palabras enfervorizadoras que ponen a la nación por encima de todas las naciones, ¿qué es sino narcisismo elevado a la enésima potencia? El auto enaltecimiento es el preludio de la caída estrepitosa.

El narcisismo como hemos visto aparece en la prehistoria y se ha extendido hasta nuestros días. Su presencia contribuye a la existencia de problemas sociales: agresiones y violencia, según afirman los investigadores. El psicólogo George Schreer dice que también se extiende en los accidentes de circulación: “Quienes tienen conceptos elevados de sí mismos y los narcisos predicen una conducción agresiva. Conducimos tal como vivimos. Rápido y temerariamente que puede significar derrapar y chocar”.

El narciso no es lo que aparenta. Bajo la apariencia de una alta estima se esconden sentimientos de inseguridad y de insuficiencia que se enmascaran y se compensan con el salto no siempre exitoso de la fama y del éxito. El narciso ha heredado el pecado de Adán. Si el narcisismo tiene consecuencias psicológicas éstas son el resultado del pecado. Es por esto que no se puede combatir la enfermedad atacando los efectos. Se debe ir a la raíz del problema y la raíz se encuentra en el corazón que es donde nacen los pensamientos que forman al narciso. Lo opuesto al narcisismo es la humildad y ésta es una virtud que no abunda porque se la ha desarraigado del alma. Se precisa volver a sembrar la semilla de la humildad en el corazón y cultivarla con mucho esmero, desherbándolo a menudo porque la simiente del narcisismo no ha desaparecido del todo. El narciso está confundido y esta confusión le perturba. Su alma está angustiada, hecho que le incrementa el desasosiego. El profeta Isaías describe el estado mental en que se encuentra el narciso cuando escribe: “Pero los impíos son como el mar en tempestad, que no puede estarse quieto, y sus aguas arrojan cieno y lodo. No hay paz, dijo mi Dios, para los impíos” (57:20,21).

Las pastillas no pueden tranquilizar los pensamientos que se asemejan al mar en tempestad cuyas aguas arrojan cieno y lodo. Si el lector desea calmar el desorden mental que lo perturba, Jesús le hace esta invitación: “Venid a mi todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros , y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas” (Mateo 11:28,29). Ir a Jesús significa creer en Él y tenerlo en cuneta a lo largo de toda la vida. La fe en Jesús siembra la simiente de la humildad que practicada expulsa del alma la mala hierba del narcisismo.

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