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Naturaleza del populismo

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Quizás todo empezó con el movimiento del 11 de mayo de 2011, el de los indignados, que ocuparon la Puerta del Sol durante varios días, descontentos con el gobierno de Rodríguez Zapatero.

En las elecciones generales de noviembrede aquel año el Partido Popular obtuvo la mayoría más abultada de toda la democracia con un programa que resultó papel mojado pues se dedicó exclusivamente a resolver los graves problemas de endeudamiento para evitar el rescate de la Comunidad Europea.

Las medidas económicas significaron recortes sociales y aumento del desempleo, lo cual fue aprovechado por la oposición para un permanente desgaste del gobierno, desgaste que no representó ninguna ganancia para la oposición, pero que fue aprovechado por otras fuerzas radicales que se dispusieron a sacar partido del descontento.

Si el descontento del 2011 favoreció al Partido Popular, su falta de acción política y el incumplimiento de su programa, dejando intacta la falsamente progresista legislación de Rodríguez Zapatero, le enajenó el favor de buena parte de sus votantes habituales que se abstuvieron de votarle en la primera ocasión que se presentó: las elecciones europeas de 2014.

En estas elecciones al parlamento europeo irrumpió con fuerza una formación populista, patrocinada por profesores de política de la universidad Complutense, que habían tomado buena nota del movimiento de los indignados del 2011 y había estudiado y compartido el populismo venezolano.

El populismo nace del descontento de la población con las corrupciones de sus gobernantes, que fácilmente puede convertirse en odio. El odio es una fuerza ciega y poderosa, una energía que los líderes populistas saben aprovechar.

En primer lugar señalan a los enemigos del pueblo: partidos de la derecha, bancos y financieros, empresarios o determinados medios de comunicación por ejemplo. También son enemigos del pueblo los dirigentes europeos, el BCE, el FMI, y los dirigentes de determinadas naciones. Todo esto se ha podido ver en el apoyo de los populistas españoles a los populistas griegos.

Determinados así los enemigos internos y externos, los líderes populistas se presentan como los regeneradores de la política para hacer lo que quiere el pueblo, pero son ellos mismos los que deciden lo que quiere el pueblo.

Las elecciones autonómicas y municipales de mayo pasado no dieron mayorías suficientes para gobernar en muchas circunscripciones y aunque el Partido Popular resultó el más votado ha perdido el gobierno de muchos feudos importantes. La alianza de perdedores para expulsar al PP ha puesto de manifiesto que la reforma de la ley electoral tenía que haberse efectuado hace tiempo.

Ahora cuando las elecciones generales están a pocos meses vista, el PP trata de recuperar el tiempo perdido, pero la reforma de la ley del aborto que propone es una burla, la reforma de la ley electoral no creo que le dé lugar a aprobarla. Vocean que la economía va mejor, pero los datos macroeconómicos no entusiasman a los ciudadanos mientras no les repercuten en su bolsillo y la disminución del número de parados tampoco resulta significativa, con una importante economía sumergida y el empleo a tiempo parcial de dos horas para trabajar ocho.

Esperemos que las actuaciones autonómicas y municipales de los populistas, bastante zafias, abran los ojos de los españoles acerca de su catadura. El resultado de las próximas elecciones puede marcar nuestro destino por años.

Naturaleza del populismo

Francisco Rodríguez
jueves, 23 de julio de 2015, 07:52 h (CET)
Quizás todo empezó con el movimiento del 11 de mayo de 2011, el de los indignados, que ocuparon la Puerta del Sol durante varios días, descontentos con el gobierno de Rodríguez Zapatero.

En las elecciones generales de noviembrede aquel año el Partido Popular obtuvo la mayoría más abultada de toda la democracia con un programa que resultó papel mojado pues se dedicó exclusivamente a resolver los graves problemas de endeudamiento para evitar el rescate de la Comunidad Europea.

Las medidas económicas significaron recortes sociales y aumento del desempleo, lo cual fue aprovechado por la oposición para un permanente desgaste del gobierno, desgaste que no representó ninguna ganancia para la oposición, pero que fue aprovechado por otras fuerzas radicales que se dispusieron a sacar partido del descontento.

Si el descontento del 2011 favoreció al Partido Popular, su falta de acción política y el incumplimiento de su programa, dejando intacta la falsamente progresista legislación de Rodríguez Zapatero, le enajenó el favor de buena parte de sus votantes habituales que se abstuvieron de votarle en la primera ocasión que se presentó: las elecciones europeas de 2014.

En estas elecciones al parlamento europeo irrumpió con fuerza una formación populista, patrocinada por profesores de política de la universidad Complutense, que habían tomado buena nota del movimiento de los indignados del 2011 y había estudiado y compartido el populismo venezolano.

El populismo nace del descontento de la población con las corrupciones de sus gobernantes, que fácilmente puede convertirse en odio. El odio es una fuerza ciega y poderosa, una energía que los líderes populistas saben aprovechar.

En primer lugar señalan a los enemigos del pueblo: partidos de la derecha, bancos y financieros, empresarios o determinados medios de comunicación por ejemplo. También son enemigos del pueblo los dirigentes europeos, el BCE, el FMI, y los dirigentes de determinadas naciones. Todo esto se ha podido ver en el apoyo de los populistas españoles a los populistas griegos.

Determinados así los enemigos internos y externos, los líderes populistas se presentan como los regeneradores de la política para hacer lo que quiere el pueblo, pero son ellos mismos los que deciden lo que quiere el pueblo.

Las elecciones autonómicas y municipales de mayo pasado no dieron mayorías suficientes para gobernar en muchas circunscripciones y aunque el Partido Popular resultó el más votado ha perdido el gobierno de muchos feudos importantes. La alianza de perdedores para expulsar al PP ha puesto de manifiesto que la reforma de la ley electoral tenía que haberse efectuado hace tiempo.

Ahora cuando las elecciones generales están a pocos meses vista, el PP trata de recuperar el tiempo perdido, pero la reforma de la ley del aborto que propone es una burla, la reforma de la ley electoral no creo que le dé lugar a aprobarla. Vocean que la economía va mejor, pero los datos macroeconómicos no entusiasman a los ciudadanos mientras no les repercuten en su bolsillo y la disminución del número de parados tampoco resulta significativa, con una importante economía sumergida y el empleo a tiempo parcial de dos horas para trabajar ocho.

Esperemos que las actuaciones autonómicas y municipales de los populistas, bastante zafias, abran los ojos de los españoles acerca de su catadura. El resultado de las próximas elecciones puede marcar nuestro destino por años.

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