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Un poema de Esther Videgain

La marcha rompió en el alba del amanecer el ritmo del suave compás

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La tranquilidad marchosa,
aquella que llega con el ruido del compás de nuestra ajetreada vida,
mañana se asomará tímidamente el temido desajuste de la sorpresa en este travieso sino.

La tranquilidad marchosa,
rompió ayer la cadena de silencios comprados en la atmósfera de la compañía obligada,
asomó aquel viejo amigo cansino del sonido, no me has dado ni tan siquiera un minuto de paz en lo más interno del yo de mi desatendido alma.

La tranquilidad marchosa,
esa que pudo al fin esquivar a la incomodidad de la astuta monotonía,
se marcó un doble compás al cambio de su triste día a día, la melodía tornó hacia aquella magia de lo desconocido.

La tranquilidad marchosa,
bello beso a la necesitada soledad,
llega solamente cuando el ser de su alma quiere tener esa conversación profunda y sincera con el propio karma de su corazón interno.

La tranquilidad marchosa,
llegó el fin del día, cae la noche en un cielo sin estrellas por el sino truncado,
la fortuna abandonó la agenda de los compromisos del futuro del bienestar planeado, lucha infinita con el cosmos que gira y gira a nuestro destino.

La tranquilidad marchosa,
se fue apagando lentamente ante la desidia perdida por los almas enfrentados por el negocio del mal querer,
los amigos del ayer fueron aquella amistad adversa en la discusión más injustamente sucia por aquella vieja rencilla del corazón malherido, pálido ya en lágrimas de sangre.

Al final de la noche oscura...
la marcha se aceleró violentamente hacia el declive del cansado y agotado moderato ligero viajante, la tranquilidad marchosa apagó para la eterna eternidad el sonido del compás,
de esa música triste-allegretto del destino aquel tan ajetreado por el capricho del porvenir del sino alquilado por momentos a la fortuna robada al tiempo.

La marcha rompió en el alba del amanecer el ritmo del suave compás

Un poema de Esther Videgain
Esther Videgain
lunes, 20 de julio de 2015, 08:36 h (CET)
La tranquilidad marchosa,
aquella que llega con el ruido del compás de nuestra ajetreada vida,
mañana se asomará tímidamente el temido desajuste de la sorpresa en este travieso sino.

La tranquilidad marchosa,
rompió ayer la cadena de silencios comprados en la atmósfera de la compañía obligada,
asomó aquel viejo amigo cansino del sonido, no me has dado ni tan siquiera un minuto de paz en lo más interno del yo de mi desatendido alma.

La tranquilidad marchosa,
esa que pudo al fin esquivar a la incomodidad de la astuta monotonía,
se marcó un doble compás al cambio de su triste día a día, la melodía tornó hacia aquella magia de lo desconocido.

La tranquilidad marchosa,
bello beso a la necesitada soledad,
llega solamente cuando el ser de su alma quiere tener esa conversación profunda y sincera con el propio karma de su corazón interno.

La tranquilidad marchosa,
llegó el fin del día, cae la noche en un cielo sin estrellas por el sino truncado,
la fortuna abandonó la agenda de los compromisos del futuro del bienestar planeado, lucha infinita con el cosmos que gira y gira a nuestro destino.

La tranquilidad marchosa,
se fue apagando lentamente ante la desidia perdida por los almas enfrentados por el negocio del mal querer,
los amigos del ayer fueron aquella amistad adversa en la discusión más injustamente sucia por aquella vieja rencilla del corazón malherido, pálido ya en lágrimas de sangre.

Al final de la noche oscura...
la marcha se aceleró violentamente hacia el declive del cansado y agotado moderato ligero viajante, la tranquilidad marchosa apagó para la eterna eternidad el sonido del compás,
de esa música triste-allegretto del destino aquel tan ajetreado por el capricho del porvenir del sino alquilado por momentos a la fortuna robada al tiempo.

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