Aunque ya entraba dentro de los planes de cualquiera que siga con mayor o menor asiduidad las informaciones en lo que a materia medioambiental se refiere, lo cierto es que las esperanzas depositadas en la sustituta de Kyoto se han quedado por el camino o, mejor dicho, las han tirado por la cuneta los responsables políticos de la mayoría de países del mundo. La cumbre celebrada en Bali, aparte de servir para que los asistentes hayan y dialogado sin ningún fruto, pese al postre final excesivamente edulcorado, ha sido un clarificador escenario de la poca preocupación que nuestros gobernantes exhiben sin pudor a la hora de velar por el futuro del planeta. Lo de la sensibilización, de boquita para afuera, queda muy bien, pero, a la hora de plasmarla en acuerdos importantes para preservar nuestro medio ambiente –uno de nuestros valores añadidos fundamentales-, ya es otra cosa. Como Fernando Alonso, muchos tendrán que regresar al redil con la cabeza gacha.
La postura de USA, impugnable por su carácter eminentemente contaminante, es al menos coherente. Si digo no, es no, aunque la fachada sea otra. Otros dicen sí, para después ser también no. Tendremos que seguir apostando, los mismos, por llenar nuestros depósitos con biodiesel o reciclar los periódicos de los domingos. Mientras, nuestros gobiernos seguirán haciendo caso omiso de cuotas y energías renovables. Utilizando el lenguaje arcaico de Tarzán: primero, acabar lo explotado; luego, aprovechar nuevos recursos. Estas falsedades argumentales no necesitan siquiera fotos que las avalen, los actos ya lo hacen por si mismos. Los flashes de las cámaras resaltan las sonrisas de turno, mientras el negativo de la instantánea oculta los pormenores del preocupante desacuerdo.
Y de fotografías seguimos hablando, puesto que falsas son también, o no aunque con los protagonistas verdaderos, las que realiza Alison Jackson con dobles de personajes públicos en situaciones cotidianas o insólitas: la Reina Isabel II de Inglaterra en el retrete, Paris Hilton autorretratándose la entrepierna o Bush en el despacho oval jugando al cubo de Rubik son sólo algunos ejemplos. Aunque en muchos casos son ofensivas, puesto que suponemos un mínimo grado de decencia a cualquier persona por muy extravagante que sea, lo cierto es que, en otros muchos, pueden ser perfectamente ciertas. ¿Por qué el presidente de los USA no puede jugar con este difícil artefacto en su oficina como cualquier hijo de vecino?. ¿La Reina de Inglaterra no va al baño como cualquier mortal?. Un simple clic vale más que 1.000 palabras y, por mucho que se consideren a si mismos, o les consideremos de otro planeta, todas estas personas son más humanas que divinas.