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Huertos viciados

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Centrados en el huerto de las palabras, el filo separador de la fertilidad y el emponzoñamiento es muy fino; sobre todo, son los pequeños detalles los iniciadores del rumbo hacia los caminos diferenciados. Cualquiera habrá experimentado la finura de dicha separación, en una acumulación de riesgos y consecuencias, no siempre tenidos en cuenta. La abundancia, lejos de ser un alivio, supone en este caso una mayor AMBIGÜEDAD, ofrecida, eso sí, al entendimiento de sus cultivadores. Incremento de palabras en constante evolución; pero notable variedad también en cuanto a los usuarios, numerosos, además de involucrados en las más inverosímiles aventuras con actitudes dispares.

Del buen estado de estos CULTIVOS deriva en la calidad de las cosechas obtenidas. Cada término, oportunidad en su aplicación, sentido, relación honrada con el pensamiento de cada protagonista, claridad; servirán de marco a la buena convivencia. Por el contrario, la despreocupación e incluso las malas artes, establecen relaciones confusas de compleja valoración. Escojo hoy algunos ejemplos para estas consideraciones.

FAMILIA. ¿Cualquier agrupación de personas es una familia? De ser así, todas lo son, perdiéndose el sentido original del concepto; ya no sabemos de cual de ellas hablamos; o bien, en cada caso precisaremos de una definición pormenorizada. Sin estas aclaraciones, la confusión está servida. Los adelantos genéticos contribuyen a la complejidad de las circunstancias, con peculiaridades impensables años atrás. Contando con estas y nuevas modificaciones, el núcleo de pregenitores e hijos sigue siendo el factor determinante. Fuera de él, surge el distanciamiento conceptual. Sin perjuicio de que consideremos los comportamientos respetables o no, dentro y fuera del mencionado núcleo.

HISTORIA. Principió su desgaste al quedar recluida en fechas recortadas, con pedestales reservados para personajes de muy diferentes perfiles. En esa dirección, propició el tratamiento descuidado del ciudadano corriente, de sus sentimientos, de sus necesidades; convirtiendo en caricatura lo que pretendía reflejar la evolución existencial de los humanos. Y la caricatura degeneró en FOLLETINES de baja estofa, dictados por los sucesivos ocupantes de las poltronas al uso, cada época y cada zona con las suyas. De tal guisa, configuramos un nuevo imperativo, es necesario encender el candil para acercarnos a las verdades históricas. Los pronunciamientos embaucadores deben ser denunciados.

ADICCIÓN. La dedicación enfermiza a ciertas actividades provoca confusiones según empleemos las palabras. Ponemos en mal lugar a las drogas y el juego, creadores de adictos, con la consecuencia de notables perjuicios; estos, quizá propicien que no se hable de adicción en otros comportamientos practicados por gente relevante. ¿Acaso los Rato, Urdangarín, Pujol, Bárcenas, Blasco, Gestores de los ERES andaluces, no actaron como adictos en los trapicheos descubiertos? Puestos a una valoración social, el balance ofrece destellos implacables. Lejos de los planteamientos individuales aislados, sus ondas expansivas son manifiestas; no cuelan los disimulos terminológicos por la contumacia de las actuaciones.

CREENCIAS. Cuando los conceptos son indemostrables, podemos pasar de largo ante sus observaciones; pero también sacudirnos un poco la mente para una aproximación, siquiera intuitiva, hacia sus posibles significados. Raíz del mal, amor, Dios, presencia y justificación del intelecto humano; forman parte de ese listado. El uso pretencioso de las creencias como valores demostrados comporta el peligro de abusos lamentables. Pero su negación acérrima aboca a otros fieros dogmatismos. Disponemos de ejemplos instructivos protagonizados en diferentes épocas. Aunque hemos aprendido poco de los riesgos que entrañan semejantes desviaciones. El tono despectivo y excluyente predomina también en las relaciones actuales.

EQUIPO. La asociación de diversas personas en un grupo, no siempre significa la sumación de sus diferentes aptitudes. Estamos habituados a la contemplación de comportamientos grupales definidos por una regla uniformista; en los que permanecen amortiguadas, si no suprimidas, las iniciativas de sus miembros. Veanse partidos, congregaciones, determinados poderes controladores de los medios de comunicación; aunque a todos les plazca declararse como laborantes en equipo. El menosprecio de las aportaciones peculiares, de los puntos de vista contrapuestos, destruye las características del equipo, con el consiguiente desquiciamiento en las maniobras emprendidas. Equipos deslavazados, vamos.

ÁLGIDOS. Miren por donde, con un poco de humor también, hemos adoptado el lenguaje para la denominación de los puntos culminantes con la palabra que recoge la frialdad extrema. El momento álgido acoge la falta del calor consumido en alguna crisis importante. Tratamos con una disociación curiosa, la importancia de los asuntos expresados en términos de frialdad glacial, que eso es la algidez. Lo peor sería contagiarnos del tono pesimista implícito en semejante enfriamiento, pensando en ese final gélido al que abocan los momentos culminantes. El equívoco entre el fervor puesto en los asuntos y la fria conclusión expresiva, no debiera enturbiar la mejores expectativas.

ENMASCARADOS. Sí, sí, a fondo; porque no decimos todo lo que nos pasa por la cabeza. Ni a los amigos, ni a los enemigos. Manifestamos únicamente una mínima parte, la que pensamos como más conveniente; pero también se nos escapan revelaciones que no queríamos comunicar. Forjamos una representación de nosotros mismos, enrevesada con frecuencia, hasta el punto de ser irreconocible por el propio protagonista. ¿Cuál es la proyección de la personalidad transmitida? ¿La reconoceremos como propia? ¿Seremos entendibles para el resto? Si bien, la sinceridad absoluta puede ser cruel y la máscara es necesaria en determinadas ocasiones. Toda la verdad no es siempre asimilable.

VENTANALES. Podemos acogernos a las palabras de Kavafis sobre las ventanas. “Quién sabe que cosas nuevas mostrarán”. Y si las cerramos, con qué nos quedamos dentro. Con lo cual derivamos a la cómoda contemplación y en su caso al victimismo, de lo que mantenemos encerrado y de las acciones periféricas que nos repercuten. En un asomo de la pasividad adoptada, con la consiguiente dependencia obsesiva con respecto a los agentes externos. En general, mostramos las carencias de una proyección responsable de nuestras aptitudes, de los errores y de las repercusiones ocasionadas. Pensamos poco en esa proyección que nos interpela, que nos exige con vehemencia; aunque no le hagamos caso.

En el cultivo de conceptos como los comentados, de las palabras que los expresan, de sus usos cotidianos; nos va gran parte de los momentos felices. Por eso sorprende la escasa disposición del ánimo para el ejercicio adecuado en dicha jardinería, conducente a los comportamientos lamentados con tanta frecuencia.

Huertos viciados

Rafael Pérez Ortolá
viernes, 17 de julio de 2015, 06:39 h (CET)
Centrados en el huerto de las palabras, el filo separador de la fertilidad y el emponzoñamiento es muy fino; sobre todo, son los pequeños detalles los iniciadores del rumbo hacia los caminos diferenciados. Cualquiera habrá experimentado la finura de dicha separación, en una acumulación de riesgos y consecuencias, no siempre tenidos en cuenta. La abundancia, lejos de ser un alivio, supone en este caso una mayor AMBIGÜEDAD, ofrecida, eso sí, al entendimiento de sus cultivadores. Incremento de palabras en constante evolución; pero notable variedad también en cuanto a los usuarios, numerosos, además de involucrados en las más inverosímiles aventuras con actitudes dispares.

Del buen estado de estos CULTIVOS deriva en la calidad de las cosechas obtenidas. Cada término, oportunidad en su aplicación, sentido, relación honrada con el pensamiento de cada protagonista, claridad; servirán de marco a la buena convivencia. Por el contrario, la despreocupación e incluso las malas artes, establecen relaciones confusas de compleja valoración. Escojo hoy algunos ejemplos para estas consideraciones.

FAMILIA. ¿Cualquier agrupación de personas es una familia? De ser así, todas lo son, perdiéndose el sentido original del concepto; ya no sabemos de cual de ellas hablamos; o bien, en cada caso precisaremos de una definición pormenorizada. Sin estas aclaraciones, la confusión está servida. Los adelantos genéticos contribuyen a la complejidad de las circunstancias, con peculiaridades impensables años atrás. Contando con estas y nuevas modificaciones, el núcleo de pregenitores e hijos sigue siendo el factor determinante. Fuera de él, surge el distanciamiento conceptual. Sin perjuicio de que consideremos los comportamientos respetables o no, dentro y fuera del mencionado núcleo.

HISTORIA. Principió su desgaste al quedar recluida en fechas recortadas, con pedestales reservados para personajes de muy diferentes perfiles. En esa dirección, propició el tratamiento descuidado del ciudadano corriente, de sus sentimientos, de sus necesidades; convirtiendo en caricatura lo que pretendía reflejar la evolución existencial de los humanos. Y la caricatura degeneró en FOLLETINES de baja estofa, dictados por los sucesivos ocupantes de las poltronas al uso, cada época y cada zona con las suyas. De tal guisa, configuramos un nuevo imperativo, es necesario encender el candil para acercarnos a las verdades históricas. Los pronunciamientos embaucadores deben ser denunciados.

ADICCIÓN. La dedicación enfermiza a ciertas actividades provoca confusiones según empleemos las palabras. Ponemos en mal lugar a las drogas y el juego, creadores de adictos, con la consecuencia de notables perjuicios; estos, quizá propicien que no se hable de adicción en otros comportamientos practicados por gente relevante. ¿Acaso los Rato, Urdangarín, Pujol, Bárcenas, Blasco, Gestores de los ERES andaluces, no actaron como adictos en los trapicheos descubiertos? Puestos a una valoración social, el balance ofrece destellos implacables. Lejos de los planteamientos individuales aislados, sus ondas expansivas son manifiestas; no cuelan los disimulos terminológicos por la contumacia de las actuaciones.

CREENCIAS. Cuando los conceptos son indemostrables, podemos pasar de largo ante sus observaciones; pero también sacudirnos un poco la mente para una aproximación, siquiera intuitiva, hacia sus posibles significados. Raíz del mal, amor, Dios, presencia y justificación del intelecto humano; forman parte de ese listado. El uso pretencioso de las creencias como valores demostrados comporta el peligro de abusos lamentables. Pero su negación acérrima aboca a otros fieros dogmatismos. Disponemos de ejemplos instructivos protagonizados en diferentes épocas. Aunque hemos aprendido poco de los riesgos que entrañan semejantes desviaciones. El tono despectivo y excluyente predomina también en las relaciones actuales.

EQUIPO. La asociación de diversas personas en un grupo, no siempre significa la sumación de sus diferentes aptitudes. Estamos habituados a la contemplación de comportamientos grupales definidos por una regla uniformista; en los que permanecen amortiguadas, si no suprimidas, las iniciativas de sus miembros. Veanse partidos, congregaciones, determinados poderes controladores de los medios de comunicación; aunque a todos les plazca declararse como laborantes en equipo. El menosprecio de las aportaciones peculiares, de los puntos de vista contrapuestos, destruye las características del equipo, con el consiguiente desquiciamiento en las maniobras emprendidas. Equipos deslavazados, vamos.

ÁLGIDOS. Miren por donde, con un poco de humor también, hemos adoptado el lenguaje para la denominación de los puntos culminantes con la palabra que recoge la frialdad extrema. El momento álgido acoge la falta del calor consumido en alguna crisis importante. Tratamos con una disociación curiosa, la importancia de los asuntos expresados en términos de frialdad glacial, que eso es la algidez. Lo peor sería contagiarnos del tono pesimista implícito en semejante enfriamiento, pensando en ese final gélido al que abocan los momentos culminantes. El equívoco entre el fervor puesto en los asuntos y la fria conclusión expresiva, no debiera enturbiar la mejores expectativas.

ENMASCARADOS. Sí, sí, a fondo; porque no decimos todo lo que nos pasa por la cabeza. Ni a los amigos, ni a los enemigos. Manifestamos únicamente una mínima parte, la que pensamos como más conveniente; pero también se nos escapan revelaciones que no queríamos comunicar. Forjamos una representación de nosotros mismos, enrevesada con frecuencia, hasta el punto de ser irreconocible por el propio protagonista. ¿Cuál es la proyección de la personalidad transmitida? ¿La reconoceremos como propia? ¿Seremos entendibles para el resto? Si bien, la sinceridad absoluta puede ser cruel y la máscara es necesaria en determinadas ocasiones. Toda la verdad no es siempre asimilable.

VENTANALES. Podemos acogernos a las palabras de Kavafis sobre las ventanas. “Quién sabe que cosas nuevas mostrarán”. Y si las cerramos, con qué nos quedamos dentro. Con lo cual derivamos a la cómoda contemplación y en su caso al victimismo, de lo que mantenemos encerrado y de las acciones periféricas que nos repercuten. En un asomo de la pasividad adoptada, con la consiguiente dependencia obsesiva con respecto a los agentes externos. En general, mostramos las carencias de una proyección responsable de nuestras aptitudes, de los errores y de las repercusiones ocasionadas. Pensamos poco en esa proyección que nos interpela, que nos exige con vehemencia; aunque no le hagamos caso.

En el cultivo de conceptos como los comentados, de las palabras que los expresan, de sus usos cotidianos; nos va gran parte de los momentos felices. Por eso sorprende la escasa disposición del ánimo para el ejercicio adecuado en dicha jardinería, conducente a los comportamientos lamentados con tanta frecuencia.

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