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La encíclica “Laudato si” va mucho más al fondo del problema ecológico. “Nadie pretende volver a la época de las cavernas, pero sí es indispensable aminorar la marcha” frente al actual “desenfreno megalómano”, escribe el Papa. La Laudato si cuestiona la “confianza irracional” del hombre contemporáneo en el progreso. También hace una feroz crítica al “paradigma tecnocrático” que, de la mano de un capitalismo salvaje, busca maximizar los beneficios económicos a costa de todo y de todos. Ese sistema económico no es producto del azar, sino que se sustenta en los valores y en el estilo de vida hiperconsumista de ese 20 % de la población mundial que posee –poseemos– más del 80 % de la riqueza.
Francisco se dirige a cada hombre y a cada mujer de los países del Norte y les conmina –nos conmina– a vivir de un modo más austero. Nuestro comportamiento no sólo está arrasando la naturaleza; priva también a millones de personas en el Sur de lo necesario para cubrir sus necesidades básicas. La injusticia se extiende a las generaciones futuras, que nacerán en un planeta convertido en “un inmenso depósito de porquería”.
Al fin, el sistema educativo (aunque fundamentalmente lo es, o habría de serlo, de enseñanza-aprendizaje) está dentro de una dinámica social y en su transcurrir diario forja futuros ciudadanos con base en unos valores imperantes de los que es complicado sustraerse. Desde el XIX hasta nuestros días dichos valores han estado muy influenciados por la evolución de la ética económico-laboral, a la que Jorge Dioni López se refería afinadamente en un artículo.
Acaba de fallecer Joe Lieberman, con 82 años, senador estadounidense por Connecticut durante cuatro mandatos antes de ser compañero de Al Gore en el año 2000. Desde que se retiró en 2013 retomó su desempeño en la abogacía en American Enterprise Institute y se encontraba estrechamente vinculado al grupo político No Label (https://www.nolabels.org/ ) y que se ha destacado por impulsar políticas independientes y centristas.
Me he criado en una familia religiosa, sin llegar a ser beata, que ha vivido muy de cerca la festividad del Jueves Santo desde siempre. Mis padres se casaron en Santo Domingo, hemos vivido en el pasillo del mismo nombre, pusimos nuestro matrimonio a los pies de la Virgen de la Esperanza, de la que soy hermano, y he llevado su trono durante 25 años.
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