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El Senado refugio de perdedores

Rita y Fabra al cementerio de elefantes

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Dentro de poco más de una semana se cumplirán dos meses de la recuperación de las libertades en el País Valencià. Después de dos largas décadas de estar sometidos al ordeno y mando de los gerifaltes del Partido Popular los ciudadanos valencianos con la fuerza de sus votos desalojaron de sus cómodas poltronas a la mayoría de los miembros de la muchachada de la gaviota carroñera. De nada le sirvió al Partido Popular valenciano intentar volver a resucitar el cadáver del “peligro catalán”, esta vez la mayoría del pueblo valenciano hizo caso omiso a sus cantos de sirena y les envió al frio y duro espacio exterior de la oposición. Se había acabado dirigir el País y sus principales ciudades como si fueran su cortijo particular, había finalizado un periodo histórico que se recordará como la época en la que unos pocos supieron, con artimañas y falsos halagos, engañar a muchos durante mucho tiempo. Pero no hay mal que cien años dure y aunque hayan dejado el País Valencià convertido en tierra yerma, la fuerza, la esperanza y el trabajo de los valencianos volverán a hacer crecer la hierba de la cultura, el respeto y la renovación en tierras valencianas.

Rita Barberà, alcaldesa de València durante más de veinte años y Alberto Fabra, el Presidente de la Generalitat que nunca ganó su puesto en lid electoral, no han sabido digerir la derrota. Acobardados han abandonado el barco incapaces de sentarse en los escaños opositores y, tal vez, aunque lo dudo, con la cara sonrojada de vergüenza al ver que con la llegada de los nuevos dirigentes puede salir a la luz toda la mierda que durante años han ido escondiendo debajo de las alfombras del poder municipal y autonómico. Hace unas horas Europa comunicaba al Gobierno de España la imposición de una sanción de diecinueve millones de euros por haber falseado las cuentas de la Comunitat Valenciana bajo la presidencia de Francisco Camps. Si se atrevían a engañar a las autoridades de Europa cómo no iban a hacerlo con los valencianos a los que siempre han tenido más como súbditos que como ciudadanos.

Rita y Fabra han huido, a bordo del AVE, a ese Madrid en cuyo espejo siempre se han mirado. Pero no se han ido de vacío, han escapado, a uña de caballo y sin volver la vista atrás, a aposentar sus posaderas en los mullidos escaños del Senado, donde Fraga Iribarne solía acudir cada tarde a dormitar después de un buen ágape. El Senado es el cementerio donde van a morir los elefantes políticos cuando ya no sirven para nada, como para nada sirven ya en la política valenciana personajes tan nefastos como Rita Barberá y Alberto Fabra. Eso sí, ambos seguirán cobrando del erario público, vivirán, sin agobios ni problemas para llegar a fin de mes, de los impuestos que los ciudadanos, esos ciudadanos a los que despreciaron mientras estuvieron en el poder, pagaremos puntualmente para, entre otras cosas, mantener una institución como el Senado que no sirve para nada, tan sólo es utilizada por los partidos políticos, todos, para recolocar allá a sus conmilitones que, tras unas elecciones, se quedan descolgados del poder.

Cuando se creó el Senado, durante la tan manida transición, se nos vendió que sería una cámara territorial. Para diluir las aspiraciones nacionales de vascos y catalanes se inventaron el “café para todos” del llamado Estado Autonómico y un Senado que, desde su creación, tan sólo sirve para ratificar las leyes que les llegan desde el Congreso. Nunca ha sido una cámara territorial e incluso a sus señorías no se les permite utilizar en sus debates ninguna lengua diferente al castellano aunque para guardar las apariencias una vez al año, porque no hace daño, se celebra una sesión plenaria donde se puede escuchar también el catalán, el gallego y el euskera.

Es hora ya de que la institución senatorial desaparezca, no sirve para nada más que como refugio de los viejos elefantes de la política que van allá a dormitar y cumplir el expediente para a final de mes poder escanciarse unos buenos emolumentos en su cuenta corriente, y para viajar gratis, a cuenta de los españoles, como durante un tiempo hizo el senador Monago en sus desplazamientos a Canarias para ver a una buena amiga y colega de partido.

Rita y Fabra al cementerio de elefantes

El Senado refugio de perdedores
Rafa Esteve-Casanova
miércoles, 15 de julio de 2015, 06:46 h (CET)
Dentro de poco más de una semana se cumplirán dos meses de la recuperación de las libertades en el País Valencià. Después de dos largas décadas de estar sometidos al ordeno y mando de los gerifaltes del Partido Popular los ciudadanos valencianos con la fuerza de sus votos desalojaron de sus cómodas poltronas a la mayoría de los miembros de la muchachada de la gaviota carroñera. De nada le sirvió al Partido Popular valenciano intentar volver a resucitar el cadáver del “peligro catalán”, esta vez la mayoría del pueblo valenciano hizo caso omiso a sus cantos de sirena y les envió al frio y duro espacio exterior de la oposición. Se había acabado dirigir el País y sus principales ciudades como si fueran su cortijo particular, había finalizado un periodo histórico que se recordará como la época en la que unos pocos supieron, con artimañas y falsos halagos, engañar a muchos durante mucho tiempo. Pero no hay mal que cien años dure y aunque hayan dejado el País Valencià convertido en tierra yerma, la fuerza, la esperanza y el trabajo de los valencianos volverán a hacer crecer la hierba de la cultura, el respeto y la renovación en tierras valencianas.

Rita Barberà, alcaldesa de València durante más de veinte años y Alberto Fabra, el Presidente de la Generalitat que nunca ganó su puesto en lid electoral, no han sabido digerir la derrota. Acobardados han abandonado el barco incapaces de sentarse en los escaños opositores y, tal vez, aunque lo dudo, con la cara sonrojada de vergüenza al ver que con la llegada de los nuevos dirigentes puede salir a la luz toda la mierda que durante años han ido escondiendo debajo de las alfombras del poder municipal y autonómico. Hace unas horas Europa comunicaba al Gobierno de España la imposición de una sanción de diecinueve millones de euros por haber falseado las cuentas de la Comunitat Valenciana bajo la presidencia de Francisco Camps. Si se atrevían a engañar a las autoridades de Europa cómo no iban a hacerlo con los valencianos a los que siempre han tenido más como súbditos que como ciudadanos.

Rita y Fabra han huido, a bordo del AVE, a ese Madrid en cuyo espejo siempre se han mirado. Pero no se han ido de vacío, han escapado, a uña de caballo y sin volver la vista atrás, a aposentar sus posaderas en los mullidos escaños del Senado, donde Fraga Iribarne solía acudir cada tarde a dormitar después de un buen ágape. El Senado es el cementerio donde van a morir los elefantes políticos cuando ya no sirven para nada, como para nada sirven ya en la política valenciana personajes tan nefastos como Rita Barberá y Alberto Fabra. Eso sí, ambos seguirán cobrando del erario público, vivirán, sin agobios ni problemas para llegar a fin de mes, de los impuestos que los ciudadanos, esos ciudadanos a los que despreciaron mientras estuvieron en el poder, pagaremos puntualmente para, entre otras cosas, mantener una institución como el Senado que no sirve para nada, tan sólo es utilizada por los partidos políticos, todos, para recolocar allá a sus conmilitones que, tras unas elecciones, se quedan descolgados del poder.

Cuando se creó el Senado, durante la tan manida transición, se nos vendió que sería una cámara territorial. Para diluir las aspiraciones nacionales de vascos y catalanes se inventaron el “café para todos” del llamado Estado Autonómico y un Senado que, desde su creación, tan sólo sirve para ratificar las leyes que les llegan desde el Congreso. Nunca ha sido una cámara territorial e incluso a sus señorías no se les permite utilizar en sus debates ninguna lengua diferente al castellano aunque para guardar las apariencias una vez al año, porque no hace daño, se celebra una sesión plenaria donde se puede escuchar también el catalán, el gallego y el euskera.

Es hora ya de que la institución senatorial desaparezca, no sirve para nada más que como refugio de los viejos elefantes de la política que van allá a dormitar y cumplir el expediente para a final de mes poder escanciarse unos buenos emolumentos en su cuenta corriente, y para viajar gratis, a cuenta de los españoles, como durante un tiempo hizo el senador Monago en sus desplazamientos a Canarias para ver a una buena amiga y colega de partido.

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