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Mítin con su esposa y enseñoreándose de la bandera de España

La americanización de Sánchez

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Los que estábamos acostumbrado a los bruscos gestos tradicionales de la izquierda nos hemos quedado perplejos ante la decisión de Pedro Sánchez de americanizarse. Presentarse en el mítin con su esposa y enseñoreándose de la bandera de España queda muy fuera de la trayectoria habitual de esta izquierda torparrona y decimonónica.

Fue esta izquierda, permanente aliada de los nacionalistas, la que puso de moda aquella sublime chorrada del “El Estado” porque no querían alejarse demasiado de aquellos arcaicos Arzallus y Tarradellas, a quienes daba arcadas pronunciar la palabra “España”; es esta izquierda, antediluviana, la que habitualmente en sus mítines y manifas saca de paseo la bandera republicana, como si la España monárquica no fuese una democracia como Noruega, Holanda o Suecia. Tuvo que ser, lo recuerdo a los desmemoriados, Santiago Carrillo, cuando todavía existía el Partido Comunista, el primero en exhibir en un mitin la bandera constitucional.

Es la resurrección del comunismo más obsoleto y trasnochado, con su radicalismo leninista bolivariano, la que ha propiciado esta americanización del PSOE. Estoy sobrecogido aún por tan grande novedad y espero bajo la mesa y con las manos en la nuca las reacciones tanto de sus aliados como sobre todo de sus militantes. Comulgar con ruedas de molino no es su especialidad y algún ofensivo y poco delicado recuerdo le van a dedicar. Los podemitas están crecidos y convencidos de su decisiva influencia, empeñados en convertirnos a su nostálgico evangelio progre, y no van a dejar pasar la ocasión sin retorcerle la oreja. Han radicalizado España y de pronto todos los españoles tenemos derecho a todo “porque yo lo valgo”, como en ese anuncio, con dos narices, y al que se oponga a sus desvaríos comunistas se lo cepillarán.

Y es que el hecho de que la izquierda promocione la bandera de España es algo raro, extraño y previsiblemente tormentoso. Conste que quien firma esto era un convencido de la bondad de Pedro Sánchez, de sus ideas de renovación, de olvido del zapaterazgo, de un tiempo socialista nuevo... Pero tanta indulgencia se me vino al suelo el día que decidió pactar con el atraso, con la antidemocracia, con el chavismo,, con Pablo Iglesias y sus amenazantes discípulos.

De los nuevos políticos me interesa sobre todo la etapa en que no nos pedían el voto y eran sinceros, cuando no tenían nada que ocultar y se reían de las víctimas del terrorismo, cuando asaltaban capillas... Cuando solo reivindicaban y reinvindicaban sin haber gestionado nada. Entonces no tenían nada que ocultar, ahora, empeñados en que los votemos, empeñados en vendernos las bondades del bolivarismo, solo consiguen preocuparme con las prédicas de las virtudes teologales del bolchevismo, empeñados en multiplicar los panes y los peces sin explicarnos quienes van a pagar esas multiplicaciones de los santos presupuestos.

Y Pedro Sánchez, el americanizado, ha pactado con ellos. Que Marx nos coja confesados...

La americanización de Sánchez

Mítin con su esposa y enseñoreándose de la bandera de España
Pedro de Hoyos
lunes, 22 de junio de 2015, 22:10 h (CET)
Los que estábamos acostumbrado a los bruscos gestos tradicionales de la izquierda nos hemos quedado perplejos ante la decisión de Pedro Sánchez de americanizarse. Presentarse en el mítin con su esposa y enseñoreándose de la bandera de España queda muy fuera de la trayectoria habitual de esta izquierda torparrona y decimonónica.

Fue esta izquierda, permanente aliada de los nacionalistas, la que puso de moda aquella sublime chorrada del “El Estado” porque no querían alejarse demasiado de aquellos arcaicos Arzallus y Tarradellas, a quienes daba arcadas pronunciar la palabra “España”; es esta izquierda, antediluviana, la que habitualmente en sus mítines y manifas saca de paseo la bandera republicana, como si la España monárquica no fuese una democracia como Noruega, Holanda o Suecia. Tuvo que ser, lo recuerdo a los desmemoriados, Santiago Carrillo, cuando todavía existía el Partido Comunista, el primero en exhibir en un mitin la bandera constitucional.

Es la resurrección del comunismo más obsoleto y trasnochado, con su radicalismo leninista bolivariano, la que ha propiciado esta americanización del PSOE. Estoy sobrecogido aún por tan grande novedad y espero bajo la mesa y con las manos en la nuca las reacciones tanto de sus aliados como sobre todo de sus militantes. Comulgar con ruedas de molino no es su especialidad y algún ofensivo y poco delicado recuerdo le van a dedicar. Los podemitas están crecidos y convencidos de su decisiva influencia, empeñados en convertirnos a su nostálgico evangelio progre, y no van a dejar pasar la ocasión sin retorcerle la oreja. Han radicalizado España y de pronto todos los españoles tenemos derecho a todo “porque yo lo valgo”, como en ese anuncio, con dos narices, y al que se oponga a sus desvaríos comunistas se lo cepillarán.

Y es que el hecho de que la izquierda promocione la bandera de España es algo raro, extraño y previsiblemente tormentoso. Conste que quien firma esto era un convencido de la bondad de Pedro Sánchez, de sus ideas de renovación, de olvido del zapaterazgo, de un tiempo socialista nuevo... Pero tanta indulgencia se me vino al suelo el día que decidió pactar con el atraso, con la antidemocracia, con el chavismo,, con Pablo Iglesias y sus amenazantes discípulos.

De los nuevos políticos me interesa sobre todo la etapa en que no nos pedían el voto y eran sinceros, cuando no tenían nada que ocultar y se reían de las víctimas del terrorismo, cuando asaltaban capillas... Cuando solo reivindicaban y reinvindicaban sin haber gestionado nada. Entonces no tenían nada que ocultar, ahora, empeñados en que los votemos, empeñados en vendernos las bondades del bolivarismo, solo consiguen preocuparme con las prédicas de las virtudes teologales del bolchevismo, empeñados en multiplicar los panes y los peces sin explicarnos quienes van a pagar esas multiplicaciones de los santos presupuestos.

Y Pedro Sánchez, el americanizado, ha pactado con ellos. Que Marx nos coja confesados...

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