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El respeto que se les debe dar a los padres se va perdiendo, el vacío se llena abandonándolos a su suerte

Honrar a los padres

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“Una investigación de la consejería de salud de la Generalitat de Catalunya ha puesto de manifiesto que en el año que en el 2014 unas 10.500 personas de más de 65 años han sido víctimas de molestias por parte de las personas más cercanas, sus cuidadores, y/o sus familiares…Es evidentes que las sociedades modernas han relegado a las personas mayores, un sector de la población que crece por los avances en sanidad, a un papel secundario al menospreciarse sus conocimientos y experiencia y ser vistos como personas dependientes e improductivas. Además de las necesidades económicas y de ocio, el individualismo creciente, la vida urbana en viviendas pequeñas, las nuevas formas sociales con la práctica desaparición de la familia extensa y la emergencia de la monoparental o las dificultades de conciliación laboral son entre otras, las causas de aquella relegación de las personas mayores …Debe elogiarse la iniciativa tomada por la Conserjería de Interior de analizar a fondo la cuestión y poner los cimientos legales y presupostarios porque las personas mayores vivan con la dignidad que merecen. Pero también es necesario que la sociedad tome buena nota de la enorme injusticia que supone marginar a las personas mayores, cuando el comportamiento cívico y ético sería otorgarles un papel mucho más activo y respetuoso en la sociedad”.

Este extracto del escrito Personas mayores maltratadas pone de manifiesto un problema social mucho más grave que las 10.500 personas mayores de 65 años que son víctimas de malos tratos según la Consejería de Sanidad. La causa de esta injusticia social que son los malos tratos físicos y psicológicos de las personas mayores va mucho más allá de las condiciones sociales que se dan en el siglo XXI.

Hace unos 7.000 años cuando Israel peregrinaba por el deserto en dirección a la Tierra Prometida, Dios por medio de Moisés da este mandamiento que no está limitado por el tiempo ni por el escenario social: “Delante de las canas te levantarás, y honrarás el rostro del anciano, y de tu Dios tendrás temor. Yo el Señor” (Levítico19:32). La sociedad israelita de aquella época era muy religiosa. Así y todo a los israelitas se les tenía que recordar el deber de honrar a las canas, ¿cómo no va a ser necesario que se nos lo recuerde a nosotros hoy cuando el nombre de Dio ni tan siquiera está en la punta de la lengua?

Los siglos transcurren y llegamos a la era cristiana. Jesús el Hijo de Dios encarnado predica la doctrina que de ser escuchada y obedecida hace mucho bien. La vejez con sus problemas también forman parte de su ideario educativo. La sociedad judía de su tiempo también era muy religiosa por no decir fanática y se le debe recordar la responsabilidad de honrar a los ancianos. A Jesús se le acercan los escribas y fariseos quejándose de que sus discípulos no guardan la tradición de los antiguos de purificarse antes de las comidas lavándose las manos. Jesús no se muerde los labios y con toda claridad les dice: “¿Por qué también vosotros quebrantáis el mandamiento de Dios por vuestra tradición. (Mateo 15:3).

¿Qué mandó Dios que tenían que hacer con sus padres? Les dijo: “Honra a tu padre y a tu madre, y: El que maldiga al padre o a la madre, que muera irremisiblemente”. Aquí Jesús cita juntos Éxodo 20:12 y 21:17. Les recuerda a los tradicionalistas que no existe impunidad para quienes quebrantan la Ley de Dios.

A continuación Jesús denuncia la tradición de los ancianos que justificaba que no se honrase a los padres. Muy a menudo las personas muy religiosas hacen voto de dar algo a Dios. Según la tradición de los ancianos en el caso de que los padres necesitasen ayuda prevalecía el voto a Dios antes que atender a los padres. Jesús, a los escribas y fariseos que enseñaban tal barbaridad, les dice: “Pero vosotros decís: Cualquier que diga a su padre o a su madre: es mi ofrenda a Dios, todo aquello con que pudiera ayudarle, ya no ha de honrar a su padre o a su madre. Así habéis invalidado el mandamiento de Dios por vuestra tradición. ¡Hipócritas!

Honrar a los padres es una prioridad. “El individualismo creciente” (equivale a egoísmo) es causa de los malos tratos a las personas mayores. Actualmente prevalece la actitud cainita de decir a Dios que no se sabe el paradero de su hermano Abel a quien acababa de asesinar, diciendo: “¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?” (Génesis 4:9). La carencia de amor de Caín hacia su hermano Abel no queda sin castigo. Dios, el Juez supremo dicta sentencia: “Ahora, pues, maldito seas tú de la tierra, que abrió su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano” (v.11). Dios es exigente: Honrar al padre y a la madre prevalece por encima de cualquier otro interés. La sentencia que dicta Dios contra quienes no honren a los padres es clara: “El que maldiga al padre o a la madre, muera irremisiblemente”. No hay excusa que valga: ni las religiosas ni las de cualquier otra índole. La sentencia es inapelable a no ser que se cambie de actitud y se dé a los padres el honor que se les debe.

Honrar a los padres

El respeto que se les debe dar a los padres se va perdiendo, el vacío se llena abandonándolos a su suerte
Octavi Pereña
lunes, 22 de junio de 2015, 22:03 h (CET)
“Una investigación de la consejería de salud de la Generalitat de Catalunya ha puesto de manifiesto que en el año que en el 2014 unas 10.500 personas de más de 65 años han sido víctimas de molestias por parte de las personas más cercanas, sus cuidadores, y/o sus familiares…Es evidentes que las sociedades modernas han relegado a las personas mayores, un sector de la población que crece por los avances en sanidad, a un papel secundario al menospreciarse sus conocimientos y experiencia y ser vistos como personas dependientes e improductivas. Además de las necesidades económicas y de ocio, el individualismo creciente, la vida urbana en viviendas pequeñas, las nuevas formas sociales con la práctica desaparición de la familia extensa y la emergencia de la monoparental o las dificultades de conciliación laboral son entre otras, las causas de aquella relegación de las personas mayores …Debe elogiarse la iniciativa tomada por la Conserjería de Interior de analizar a fondo la cuestión y poner los cimientos legales y presupostarios porque las personas mayores vivan con la dignidad que merecen. Pero también es necesario que la sociedad tome buena nota de la enorme injusticia que supone marginar a las personas mayores, cuando el comportamiento cívico y ético sería otorgarles un papel mucho más activo y respetuoso en la sociedad”.

Este extracto del escrito Personas mayores maltratadas pone de manifiesto un problema social mucho más grave que las 10.500 personas mayores de 65 años que son víctimas de malos tratos según la Consejería de Sanidad. La causa de esta injusticia social que son los malos tratos físicos y psicológicos de las personas mayores va mucho más allá de las condiciones sociales que se dan en el siglo XXI.

Hace unos 7.000 años cuando Israel peregrinaba por el deserto en dirección a la Tierra Prometida, Dios por medio de Moisés da este mandamiento que no está limitado por el tiempo ni por el escenario social: “Delante de las canas te levantarás, y honrarás el rostro del anciano, y de tu Dios tendrás temor. Yo el Señor” (Levítico19:32). La sociedad israelita de aquella época era muy religiosa. Así y todo a los israelitas se les tenía que recordar el deber de honrar a las canas, ¿cómo no va a ser necesario que se nos lo recuerde a nosotros hoy cuando el nombre de Dio ni tan siquiera está en la punta de la lengua?

Los siglos transcurren y llegamos a la era cristiana. Jesús el Hijo de Dios encarnado predica la doctrina que de ser escuchada y obedecida hace mucho bien. La vejez con sus problemas también forman parte de su ideario educativo. La sociedad judía de su tiempo también era muy religiosa por no decir fanática y se le debe recordar la responsabilidad de honrar a los ancianos. A Jesús se le acercan los escribas y fariseos quejándose de que sus discípulos no guardan la tradición de los antiguos de purificarse antes de las comidas lavándose las manos. Jesús no se muerde los labios y con toda claridad les dice: “¿Por qué también vosotros quebrantáis el mandamiento de Dios por vuestra tradición. (Mateo 15:3).

¿Qué mandó Dios que tenían que hacer con sus padres? Les dijo: “Honra a tu padre y a tu madre, y: El que maldiga al padre o a la madre, que muera irremisiblemente”. Aquí Jesús cita juntos Éxodo 20:12 y 21:17. Les recuerda a los tradicionalistas que no existe impunidad para quienes quebrantan la Ley de Dios.

A continuación Jesús denuncia la tradición de los ancianos que justificaba que no se honrase a los padres. Muy a menudo las personas muy religiosas hacen voto de dar algo a Dios. Según la tradición de los ancianos en el caso de que los padres necesitasen ayuda prevalecía el voto a Dios antes que atender a los padres. Jesús, a los escribas y fariseos que enseñaban tal barbaridad, les dice: “Pero vosotros decís: Cualquier que diga a su padre o a su madre: es mi ofrenda a Dios, todo aquello con que pudiera ayudarle, ya no ha de honrar a su padre o a su madre. Así habéis invalidado el mandamiento de Dios por vuestra tradición. ¡Hipócritas!

Honrar a los padres es una prioridad. “El individualismo creciente” (equivale a egoísmo) es causa de los malos tratos a las personas mayores. Actualmente prevalece la actitud cainita de decir a Dios que no se sabe el paradero de su hermano Abel a quien acababa de asesinar, diciendo: “¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?” (Génesis 4:9). La carencia de amor de Caín hacia su hermano Abel no queda sin castigo. Dios, el Juez supremo dicta sentencia: “Ahora, pues, maldito seas tú de la tierra, que abrió su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano” (v.11). Dios es exigente: Honrar al padre y a la madre prevalece por encima de cualquier otro interés. La sentencia que dicta Dios contra quienes no honren a los padres es clara: “El que maldiga al padre o a la madre, muera irremisiblemente”. No hay excusa que valga: ni las religiosas ni las de cualquier otra índole. La sentencia es inapelable a no ser que se cambie de actitud y se dé a los padres el honor que se les debe.

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