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Etiquetas | Política | Mariano Rajoy
De reírse de Víndex en Grecia al pánico en la Villa de Faonte

Vete haciendo la maleta, Rajoy

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Rajoy, no me sale el querido y el hola sobra, porque aunque tú no sepas quién soy hace años que fastidias con los tuyos en mi vida. Ya, no ignoro que otros os escogieron y que la democracia funciona así, pero supongo que me permitirás que juegue un poco al teléfono escacharrado con ella después de que vosotros os hayáis pasado por los Gürtel no sólo decisiones o deseos de la mayoría de los ciudadanos, sino y sobre todo su bienestar, y no hablo de lujos, lo hago del derecho al trabajo, a la vivienda, a la educación, a la sanidad o a la libertad de expresión.

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Mariano, sabes cercano tu fin político y el declive de vuestra marca, esa que habéis paseado grapada a España para nuestra vergüenza y asco, pero tú, tus ministros, tus alcaldes, tus concejales, tus secretarios y toda una cohorte de lacayos de la que eres soldado mayor habéis ejercido fielmente de mozos de espuelas de vuestros caballeros, ellos montados en la banca y en las grandes empresas y vosotros en el sobre, mientras el pueblo, desangrándose, os escuchaba jurar que España y los españoles jamás estuvieron mejor.

No voy a detallar aquí cada engaño, cada trapicheo, cada injusticia y cada crimen, sí, crimen aunque no esté tipificado (delitos unos cuantos), que habéis cometido, basta con tirar de hemeroteca, empezando por la de ayer, para leer cada día, de cada semana, de cada mes, de cada año y en cada lugar donde habéis gobernado cómo la corrupción material y moral han sido los pilares sobre los que realmente jurasteis (en bajo) los cargos. Aunque tú nos enseñarás las páginas de La Razón mientras mandáis a la incineradora los papeles que a toda prisa hicisteis pedazos en las trituradoras, pero olvidas dos cosas: que es mucho más digno tener enfrente a Francisco Marhuenda como fiscal que al lado como abogado, y que la memoria no se puede triturar. Ni la histórica ni la contemporánea.

Me parecéis tan merecedores de ser devaluados políticamente como la Educación al Ministro de esa área que nos endilgasteis, Jose Ignacio Wert, cuando sentenció que “pensar que el éxito educativo depende de los recursos es equivocado”. Y tijeretazo que te crió.

M repugnáis tanto como la igualdad laboral entre mujer y hombre al que fue hasta hace muy poco alcalde de Valladolid por el PP, León de la Riva, cuando explicó que “no creo en paridades, me parecen paridas”.

Os desprecio tanto, lo reconozco, como el portavoz electoral del PP Pablo Casado a los asesinados por el régimen franquista y a sus familiares, cuando aseguró que “los de izquierdas son unos carcas, todo el día con la fosa de no sé quién”.

Me cachondeo de vuestro miedo y rabia actuales, es verdad, tanto como el diputado del PP en las Corts Valencianas Rubén Ibáñez del hambre infantil, cuando en un debate hablando sobre ese tema dijo: “ahora saco el pañuelo y lloro”.

Pero no, no os deseo la muerte como lo hizo para algunos arquitectos Esperanza Aguirre cuando se le oyó decir “habría que matarlos. ¿Tú sabes por qué habría que poner pena de muerte? Me caen mal los arquitectos porque sus crímenes perduran más allá de su propia vida”. La marquesa no sabía que el micrófono permanecía abierto.

Hoy gimotean los banqueros, los grandes constructores, Rita Barberá y unos cuantos más porque en muchos lugares de España, o sea, del que habéis creído un cortijo particular, algunos de ellos emblemáticos de vuestro poder, la gaviota deja al fin de defecarnos encima a los de siempre, mientras nos contáis que no eran excrementos sino maná y que la próxima legislatura 20 millones de puestos de trabajo. Sabemos que a la vuelta de unos meses muchos seguiréis en los parlamentos y unos cuantos estaréis bien colocados en puestos con salarios insultantes, designados por el dedazo de los caballeros a los que tan bien servisteis (excepto Floriano que le veo en el Club de la Comedia), pero tendremos la inmensa satisfacción de que su potestad será menor, que vuestros embustes los soltaréis desde la oposición y que la vergüenza y el desdén serán la consideración que merezcáis por el legado de dolor que habéis dejado.

Es cierto que en la herencia inmediata, entre otras cosas, también nos queda vuestra Ley Mordaza, pensada por ejemplo para que no pueda describir (sin castigo) a la Corona llamándola por lo que es: Institución de implantación dictatorial y entidad de corte fascista, inútil, molesta, cara y más ridícula que tú, Mariano Rajoy, dándote en campaña un paseíto en bicicleta con la corbata.

Pero sabes para qué va a servir esa mordaza, ¿verdad?, desde luego que no para hacernos callar, y sí para dibujar sobre ella un smile al veros marchar. Felipe VI included.

Vete haciendo la maleta, Rajoy

De reírse de Víndex en Grecia al pánico en la Villa de Faonte
Julio Ortega Fraile
jueves, 18 de junio de 2015, 23:34 h (CET)
Rajoy, no me sale el querido y el hola sobra, porque aunque tú no sepas quién soy hace años que fastidias con los tuyos en mi vida. Ya, no ignoro que otros os escogieron y que la democracia funciona así, pero supongo que me permitirás que juegue un poco al teléfono escacharrado con ella después de que vosotros os hayáis pasado por los Gürtel no sólo decisiones o deseos de la mayoría de los ciudadanos, sino y sobre todo su bienestar, y no hablo de lujos, lo hago del derecho al trabajo, a la vivienda, a la educación, a la sanidad o a la libertad de expresión.

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Mariano, sabes cercano tu fin político y el declive de vuestra marca, esa que habéis paseado grapada a España para nuestra vergüenza y asco, pero tú, tus ministros, tus alcaldes, tus concejales, tus secretarios y toda una cohorte de lacayos de la que eres soldado mayor habéis ejercido fielmente de mozos de espuelas de vuestros caballeros, ellos montados en la banca y en las grandes empresas y vosotros en el sobre, mientras el pueblo, desangrándose, os escuchaba jurar que España y los españoles jamás estuvieron mejor.

No voy a detallar aquí cada engaño, cada trapicheo, cada injusticia y cada crimen, sí, crimen aunque no esté tipificado (delitos unos cuantos), que habéis cometido, basta con tirar de hemeroteca, empezando por la de ayer, para leer cada día, de cada semana, de cada mes, de cada año y en cada lugar donde habéis gobernado cómo la corrupción material y moral han sido los pilares sobre los que realmente jurasteis (en bajo) los cargos. Aunque tú nos enseñarás las páginas de La Razón mientras mandáis a la incineradora los papeles que a toda prisa hicisteis pedazos en las trituradoras, pero olvidas dos cosas: que es mucho más digno tener enfrente a Francisco Marhuenda como fiscal que al lado como abogado, y que la memoria no se puede triturar. Ni la histórica ni la contemporánea.

Me parecéis tan merecedores de ser devaluados políticamente como la Educación al Ministro de esa área que nos endilgasteis, Jose Ignacio Wert, cuando sentenció que “pensar que el éxito educativo depende de los recursos es equivocado”. Y tijeretazo que te crió.

M repugnáis tanto como la igualdad laboral entre mujer y hombre al que fue hasta hace muy poco alcalde de Valladolid por el PP, León de la Riva, cuando explicó que “no creo en paridades, me parecen paridas”.

Os desprecio tanto, lo reconozco, como el portavoz electoral del PP Pablo Casado a los asesinados por el régimen franquista y a sus familiares, cuando aseguró que “los de izquierdas son unos carcas, todo el día con la fosa de no sé quién”.

Me cachondeo de vuestro miedo y rabia actuales, es verdad, tanto como el diputado del PP en las Corts Valencianas Rubén Ibáñez del hambre infantil, cuando en un debate hablando sobre ese tema dijo: “ahora saco el pañuelo y lloro”.

Pero no, no os deseo la muerte como lo hizo para algunos arquitectos Esperanza Aguirre cuando se le oyó decir “habría que matarlos. ¿Tú sabes por qué habría que poner pena de muerte? Me caen mal los arquitectos porque sus crímenes perduran más allá de su propia vida”. La marquesa no sabía que el micrófono permanecía abierto.

Hoy gimotean los banqueros, los grandes constructores, Rita Barberá y unos cuantos más porque en muchos lugares de España, o sea, del que habéis creído un cortijo particular, algunos de ellos emblemáticos de vuestro poder, la gaviota deja al fin de defecarnos encima a los de siempre, mientras nos contáis que no eran excrementos sino maná y que la próxima legislatura 20 millones de puestos de trabajo. Sabemos que a la vuelta de unos meses muchos seguiréis en los parlamentos y unos cuantos estaréis bien colocados en puestos con salarios insultantes, designados por el dedazo de los caballeros a los que tan bien servisteis (excepto Floriano que le veo en el Club de la Comedia), pero tendremos la inmensa satisfacción de que su potestad será menor, que vuestros embustes los soltaréis desde la oposición y que la vergüenza y el desdén serán la consideración que merezcáis por el legado de dolor que habéis dejado.

Es cierto que en la herencia inmediata, entre otras cosas, también nos queda vuestra Ley Mordaza, pensada por ejemplo para que no pueda describir (sin castigo) a la Corona llamándola por lo que es: Institución de implantación dictatorial y entidad de corte fascista, inútil, molesta, cara y más ridícula que tú, Mariano Rajoy, dándote en campaña un paseíto en bicicleta con la corbata.

Pero sabes para qué va a servir esa mordaza, ¿verdad?, desde luego que no para hacernos callar, y sí para dibujar sobre ella un smile al veros marchar. Felipe VI included.

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No voy a matarme mucho con este artículo. La opinión de mi madre Fisioterapeuta, mi hermana Realizadora de Tv y mía junto a la de otras aportaciones, me basta. Mi madre lo tiene claro, la carne le huele a podrido. No puede ni verla. Sólo desea ver cuerpos de animales poblados de almas. Mi hermana no puede comerla porque sería como comerse uno de sus gatos. Y a mí me alteraría los niveles de la sangre, me sentiría más pesada y con mayor malestar general.

En medio de la vorágine de la vida moderna, donde la juventud parece ser el estándar de valor y el ascensor hacia el futuro, a menudo olvidamos el invaluable tesoro que representan nuestros ancianos. Son como pozos de sabiduría, con profundas raíces que se extienden hasta los cimientos mismos de nuestra existencia. Sin embargo, en muchas ocasiones, son tratados como meros objetos de contemplación, relegados al olvido y abandonados a su suerte.

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