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Es evidente a todos que al final del camino nos espera la muerte. ¿Qué nos aguarda en el más allá?

Muerte, ¿dónde está tu miedo?

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Hace unos años, como si fuese un anuncio profético vi una película en la que había una escena en la que se veía una multitud dirigiéndose hacia un edificio muy moderno. El interior era aséptico. Las personas se dirigían hacia unas habitaciones individuales decoradas al gusto de los clientes y ambientadas con su música preferida. Una vez confortablemente acomodadas y relajadas se les facilitaba una muerte sin dolor. Después se procesaba a los cadáveres que salían por la puerta posterior convertidos en pastillas que alimentaban a una multitud famélica.

Vista la deshumanización de la medicina el Dr. Jordi Campamà, especialista en enfermos en fase terminal, dice: “Los médicos terminarán administrando la muerte con frialdad. De hecho, des de 1998 ya sucede en la clínica suiza Dignitats en donde personas de diversas nacionalidades acuden a ella para que se les suministre la dosis letal y cierren los ojos sin darse cuenta. “Este es nuestro futuro, y no me gusta”, explica el Dr. Campamà. La ciencia ficción hecha realidad.

La muerte da miedo. Lo provoca por la sencilla razón de que el ser humano se encuentra aquí en la tierra atrapado y el materialismo que lo envuelve no le da respuesta satisfactoria para después del traspaso. Debido a que vive por la vista, es decir, que solamente contempla las cosas materiales que le muestran los ojos, no encuentra consoladores genuinos que le aligeren el miedo que atormentan a los enfermos que se encuentran en fase terminal. Cuando se les intenta consolar diciéndoles que no tengan miedo, que todo irá bien. Allá te encontrarás con tus familiares y con tus amigos seguirás jugando a la petanca que tanto te gusta hacer. Son palabras que no tranquilizan porque en el fondo no suavizan la angustia y el miedo que se esconde dentro del alma del enfermo terminal.

Simplificamos el problema de la muerte y no le damos respuesta cuando decimos que todos los seres vivos mueren. Es ley de vida. Es un suceso normal que debemos enfrontar con toda normalidad. Pero no se da respuesta a la pregunta que inquieta: Por qué existe la muerte? Alguien ha dejado escrito: “Cuanto más alejes tu vida del dominio material y te apropies de lo que es espiritual menos miedo tendrás a la muerte. Una persona que vive una verdadera vida espiritual no teme a la muerte”. Según este autor anónimo si se desea vivir sin miedo a la muerte no debe olvidarse la dimensión espiritual que hay en el ser humano. Para descubrir la dimensión espiritual del hombre que lo distingue del resto de seres vivos es aceptar que es una creación especial de Dios en la que el Creador “sopló en su nariz aliento de vida, y que el hombre es un ser viviente” (Génesis 2:7). Todavía no se ha dado respuesta a la pregunta: ¿Por qué existe la muerte? Debemos avanzar en la lectura del relato bíblico para encontrarla. La ingestión del fruto prohibido del árbol del conocimiento del bien y del mal (Génesis 2:17) es la causante. Con la desobediencia el hombre perdió la comunión con Dios. Esto es la muerte espiritual y esta siempre va seguida de la muerte física. En el momento en que Adán come el fruto prohibido pierde la comunión con Dios y, a pesar de que sigue siendo un ser espiritual su espiritualidad queda deformada y considera espiritual la filosofía barata. Ahí se debería ir con mucha prudencia pues se considera espiritual toda actividad humana, filosófica o religiosa que tenga que ver con el misterio de la dimensión desconocida que es esconde en el más allá.

El hombre recupera la espiritualidad perdida en el momento en que vinculado con la fe en Jesucristo el Espíritu Santo toma posesión de una persona: “¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?” (1 corintios 3:16). En el momento en que una persona tiene la experiencia de que Dios habita en él por el Espíritu Santo se descorre el velo que le impide ver lo que existe en el más allá. Esta visión está escondida a los que no son de Cristo. De ahí que los incrédulos en Jesús consideren orgullosos a los creyentes que afirman poseer la seguridad de su salvación y, aún cuado es como mirando a través de un espejo vislumbran lo que hay más allá de la muerte.

Desconocemos cuándo y cómo moriremos. Algunos mueren antes de nacer. Otros en la infancia / adolescencia. Otros siendo adultos después de un largo calvario. Otos se van a hacer la siesta o a dormir y ya no se despiertan. A todos ellos con más o menos intensidad les preocupa el problema de la muerte. Para evitar la angustia que provoca el desconocimiento de lo que se esconde en el más allá debe tenerse la certeza de lo que hay.

Un ejemplo muy alentador, si se le tiene en cuenta, es el de la muerte de Esteban, el primer mártir cristiano que murió lapidado por dar testimonio de su fe en Jesús. El relato del martirio es más largo pero para el tema que nos preocupa tenemos suficiente: “Él lleno del Espíritu Santo, miraba fijamente hacia el cielo y vio la gloria de Dios y Jesús de pié a la derecha de Dios. Y dijo: He aquí veo los cielos abiertos y el Hijo del Hombre a la derecha de Dios…Y apedreaban a Esteban, mientras él invocaba y decía: Señor Jesús, recibe mi espíritu. Y puesto de rodillas, clamó a gran voz: Señor, no les tomes en cuenta su pecado. Y habiendo dicho esto, durmió” (Hechos 7:55-60). La cruel muerte no le impidió morir viendo en una visión a Jesús glorificado. La certeza que le daba su fe le permitió perdonar a sus verdugos y abandonar este mundo dando gloria a Jesús que le reservaba una plaza a su lado en el reino de los cielos.

Muerte, ¿dónde está tu miedo?

Es evidente a todos que al final del camino nos espera la muerte. ¿Qué nos aguarda en el más allá?
Octavi Pereña
lunes, 15 de junio de 2015, 22:00 h (CET)
Hace unos años, como si fuese un anuncio profético vi una película en la que había una escena en la que se veía una multitud dirigiéndose hacia un edificio muy moderno. El interior era aséptico. Las personas se dirigían hacia unas habitaciones individuales decoradas al gusto de los clientes y ambientadas con su música preferida. Una vez confortablemente acomodadas y relajadas se les facilitaba una muerte sin dolor. Después se procesaba a los cadáveres que salían por la puerta posterior convertidos en pastillas que alimentaban a una multitud famélica.

Vista la deshumanización de la medicina el Dr. Jordi Campamà, especialista en enfermos en fase terminal, dice: “Los médicos terminarán administrando la muerte con frialdad. De hecho, des de 1998 ya sucede en la clínica suiza Dignitats en donde personas de diversas nacionalidades acuden a ella para que se les suministre la dosis letal y cierren los ojos sin darse cuenta. “Este es nuestro futuro, y no me gusta”, explica el Dr. Campamà. La ciencia ficción hecha realidad.

La muerte da miedo. Lo provoca por la sencilla razón de que el ser humano se encuentra aquí en la tierra atrapado y el materialismo que lo envuelve no le da respuesta satisfactoria para después del traspaso. Debido a que vive por la vista, es decir, que solamente contempla las cosas materiales que le muestran los ojos, no encuentra consoladores genuinos que le aligeren el miedo que atormentan a los enfermos que se encuentran en fase terminal. Cuando se les intenta consolar diciéndoles que no tengan miedo, que todo irá bien. Allá te encontrarás con tus familiares y con tus amigos seguirás jugando a la petanca que tanto te gusta hacer. Son palabras que no tranquilizan porque en el fondo no suavizan la angustia y el miedo que se esconde dentro del alma del enfermo terminal.

Simplificamos el problema de la muerte y no le damos respuesta cuando decimos que todos los seres vivos mueren. Es ley de vida. Es un suceso normal que debemos enfrontar con toda normalidad. Pero no se da respuesta a la pregunta que inquieta: Por qué existe la muerte? Alguien ha dejado escrito: “Cuanto más alejes tu vida del dominio material y te apropies de lo que es espiritual menos miedo tendrás a la muerte. Una persona que vive una verdadera vida espiritual no teme a la muerte”. Según este autor anónimo si se desea vivir sin miedo a la muerte no debe olvidarse la dimensión espiritual que hay en el ser humano. Para descubrir la dimensión espiritual del hombre que lo distingue del resto de seres vivos es aceptar que es una creación especial de Dios en la que el Creador “sopló en su nariz aliento de vida, y que el hombre es un ser viviente” (Génesis 2:7). Todavía no se ha dado respuesta a la pregunta: ¿Por qué existe la muerte? Debemos avanzar en la lectura del relato bíblico para encontrarla. La ingestión del fruto prohibido del árbol del conocimiento del bien y del mal (Génesis 2:17) es la causante. Con la desobediencia el hombre perdió la comunión con Dios. Esto es la muerte espiritual y esta siempre va seguida de la muerte física. En el momento en que Adán come el fruto prohibido pierde la comunión con Dios y, a pesar de que sigue siendo un ser espiritual su espiritualidad queda deformada y considera espiritual la filosofía barata. Ahí se debería ir con mucha prudencia pues se considera espiritual toda actividad humana, filosófica o religiosa que tenga que ver con el misterio de la dimensión desconocida que es esconde en el más allá.

El hombre recupera la espiritualidad perdida en el momento en que vinculado con la fe en Jesucristo el Espíritu Santo toma posesión de una persona: “¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?” (1 corintios 3:16). En el momento en que una persona tiene la experiencia de que Dios habita en él por el Espíritu Santo se descorre el velo que le impide ver lo que existe en el más allá. Esta visión está escondida a los que no son de Cristo. De ahí que los incrédulos en Jesús consideren orgullosos a los creyentes que afirman poseer la seguridad de su salvación y, aún cuado es como mirando a través de un espejo vislumbran lo que hay más allá de la muerte.

Desconocemos cuándo y cómo moriremos. Algunos mueren antes de nacer. Otros en la infancia / adolescencia. Otros siendo adultos después de un largo calvario. Otos se van a hacer la siesta o a dormir y ya no se despiertan. A todos ellos con más o menos intensidad les preocupa el problema de la muerte. Para evitar la angustia que provoca el desconocimiento de lo que se esconde en el más allá debe tenerse la certeza de lo que hay.

Un ejemplo muy alentador, si se le tiene en cuenta, es el de la muerte de Esteban, el primer mártir cristiano que murió lapidado por dar testimonio de su fe en Jesús. El relato del martirio es más largo pero para el tema que nos preocupa tenemos suficiente: “Él lleno del Espíritu Santo, miraba fijamente hacia el cielo y vio la gloria de Dios y Jesús de pié a la derecha de Dios. Y dijo: He aquí veo los cielos abiertos y el Hijo del Hombre a la derecha de Dios…Y apedreaban a Esteban, mientras él invocaba y decía: Señor Jesús, recibe mi espíritu. Y puesto de rodillas, clamó a gran voz: Señor, no les tomes en cuenta su pecado. Y habiendo dicho esto, durmió” (Hechos 7:55-60). La cruel muerte no le impidió morir viendo en una visión a Jesús glorificado. La certeza que le daba su fe le permitió perdonar a sus verdugos y abandonar este mundo dando gloria a Jesús que le reservaba una plaza a su lado en el reino de los cielos.

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