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Etiquetas | Cartas a un ex guerrillero
Sor Clara Tricio

Dos realidades distintas

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Querido Efraín: Recordarás que la fe, aunque por su nombre es una, tiene dos realidades distintas. Hay, en efecto, una fe por la que se cree en los dogmas y que exige que el espíritu atienda y la voluntad se adhiera a determinadas verdades; esta fe es útil al alma, como lo dice el mismo Señor: “Quien escucha mi palabra y cree al que me envió, posee la vida eterna y no se le llamará a juicio”. Y añade: “El que cree en el Hijo no está condenado, sino que ha pasado ya de la muerte a la vida.”

Los antiguos justos, de las Sagradas Escrituras, ciertamente, pudieron agradar a Dios empleando para este fin los largos años de su vida; mas lo que ellos consiguieron con su esforzado y generoso servicio de muchos años, eso mismo te concede a ti Jesús realizarlo en un solo momento. Si, en efecto, crees que Jesucristo es el Señor y que Dios lo resucitó de entre los muertos, conseguirás la salvación y serás llevado al paraíso por aquel mismo que recibió en su reino al buen ladrón. No desconfíes ni dudes de si ello va a ser posible o no: el que salvó en el Gólgota al ladrón a causa de un solo acto de fe, él mismo te salvará también a ti si creyeres.

La otra clase de fe es aquella que el Padre Eterno concede a algunos como don gratuito: Uno recibe del Espíritu el hablar con sabiduría; otro, hacerlo con inteligencia, según el mismo Espíritu. Hay quien, por el mismo Espíritu de Dios, recibe el don de la fe; y otro, por el mismo Espíritu, el don de curar.

Esta gracia de fe que da el Espíritu no consiste solamente en una fe incuestionable, dogmática, sino también en aquella otra fe capaz de realizar obras que superan toda posibilidad humana; quien tiene esta fe podrá decir a una montaña que viniera aquí, y vendrá. Cuando uno, guiado por esta fe, dice esto y cree sin dudar en su corazón que lo que dice se realizará, entonces este tal ha recibido el don de esta fe. “Cuando pida algo en la oración, creeré que ya lo tengo y lo conseguiré”, recoge el Evangelio de San Marcos de boca de Jesús.

Es de esta fe de la que se afirma: “Si fuera vuestra fe como un grano de mostaza”. Porque así como el grano de mostaza, aunque pequeño en tamaño, está dotado de una fuerza que arrasa parecida a la del fuego y, plantado aunque sea en un lugar exiguo, produce grandes ramas hasta tal punto que pueden cobijarse en él las aves del cielo, así también la fe, cuando arraiga en el alma, en pocos momentos realiza grandes maravillas. El alma, en efecto, iluminada por esta fe, alcanza a concebir en su mente una imagen de Dios, y llega incluso hasta contemplar al mismo Dios en la medida en que ello es posible estando en este mundo; le es dado recorrer los límites del universo y ver, antes del fin del mundo, el juicio futuro y la realización de los bienes prometidos.

Procura, pues, llegar a aquella fe que de ti depende en respuesta a la iluminación del Espíritu Santo, y que conduce al Señor a quien la posee, y así el Señor te dará también aquella otra que actúa por encima de las fuerzas humanas.

Os envío los mejores deseos, y con la esperanza de que sigáis todos bien, recibir un cariñoso saludo, CTA.

Dos realidades distintas

Sor Clara Tricio
Sor Clara Tricio
lunes, 26 de noviembre de 2007, 03:51 h (CET)
Querido Efraín: Recordarás que la fe, aunque por su nombre es una, tiene dos realidades distintas. Hay, en efecto, una fe por la que se cree en los dogmas y que exige que el espíritu atienda y la voluntad se adhiera a determinadas verdades; esta fe es útil al alma, como lo dice el mismo Señor: “Quien escucha mi palabra y cree al que me envió, posee la vida eterna y no se le llamará a juicio”. Y añade: “El que cree en el Hijo no está condenado, sino que ha pasado ya de la muerte a la vida.”

Los antiguos justos, de las Sagradas Escrituras, ciertamente, pudieron agradar a Dios empleando para este fin los largos años de su vida; mas lo que ellos consiguieron con su esforzado y generoso servicio de muchos años, eso mismo te concede a ti Jesús realizarlo en un solo momento. Si, en efecto, crees que Jesucristo es el Señor y que Dios lo resucitó de entre los muertos, conseguirás la salvación y serás llevado al paraíso por aquel mismo que recibió en su reino al buen ladrón. No desconfíes ni dudes de si ello va a ser posible o no: el que salvó en el Gólgota al ladrón a causa de un solo acto de fe, él mismo te salvará también a ti si creyeres.

La otra clase de fe es aquella que el Padre Eterno concede a algunos como don gratuito: Uno recibe del Espíritu el hablar con sabiduría; otro, hacerlo con inteligencia, según el mismo Espíritu. Hay quien, por el mismo Espíritu de Dios, recibe el don de la fe; y otro, por el mismo Espíritu, el don de curar.

Esta gracia de fe que da el Espíritu no consiste solamente en una fe incuestionable, dogmática, sino también en aquella otra fe capaz de realizar obras que superan toda posibilidad humana; quien tiene esta fe podrá decir a una montaña que viniera aquí, y vendrá. Cuando uno, guiado por esta fe, dice esto y cree sin dudar en su corazón que lo que dice se realizará, entonces este tal ha recibido el don de esta fe. “Cuando pida algo en la oración, creeré que ya lo tengo y lo conseguiré”, recoge el Evangelio de San Marcos de boca de Jesús.

Es de esta fe de la que se afirma: “Si fuera vuestra fe como un grano de mostaza”. Porque así como el grano de mostaza, aunque pequeño en tamaño, está dotado de una fuerza que arrasa parecida a la del fuego y, plantado aunque sea en un lugar exiguo, produce grandes ramas hasta tal punto que pueden cobijarse en él las aves del cielo, así también la fe, cuando arraiga en el alma, en pocos momentos realiza grandes maravillas. El alma, en efecto, iluminada por esta fe, alcanza a concebir en su mente una imagen de Dios, y llega incluso hasta contemplar al mismo Dios en la medida en que ello es posible estando en este mundo; le es dado recorrer los límites del universo y ver, antes del fin del mundo, el juicio futuro y la realización de los bienes prometidos.

Procura, pues, llegar a aquella fe que de ti depende en respuesta a la iluminación del Espíritu Santo, y que conduce al Señor a quien la posee, y así el Señor te dará también aquella otra que actúa por encima de las fuerzas humanas.

Os envío los mejores deseos, y con la esperanza de que sigáis todos bien, recibir un cariñoso saludo, CTA.

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